Sin peligro de extinción

Anda y respira después de cien minutos y entonces expulsa todo eso que no pudo durante el partido porque si se movía mucho, capaz que también lo echaban.

Va y come la cena que no pudo tragar antes por los nervios y ve las notas y escucha los gritos a la distancia de los otros muchos miembros de su especie  y entonces ahí recién disfruta de esos cien minutos en el que pasó por la cautela, la euforia, la bronca por la injusticia, la incertidumbre, la inquietud y el “ahhhhh” final.

Entonces lee, comenta, discute  y repite todos esos minutos uno por uno, pero no compra ningún elogio chabacano ni engulle los comentarios agrios, simplemente se dedica a lo suyo con regocijo.

En esos cinco minutos finales, y cuesta arriba que duraron como cincuenta, resistió con hidalguía porque pensó que se venía algo más inventado para sacarle la respiración.  Pero se levanta ahora aunque nunca se sentó y mientras mira un puñado de camisas blancas entrelazadas en un solo apretón, que cuantas menos eran en la pelea  más se multiplicaban en la distancia empujando  a los que iban quedando en la lucha y festeja con la mano extendida  con ellos. Y sigue adelante porque pertenece a ese conjunto al que no le van a venir a endulzar el oído con palabras melosas ni le van a decir cuando reprender, porque viene de una estirpe de pañuelos blancos en los bolsillos sacados al viento miles de veces y no le van a ilustrar ahora lo que es una alegría de este tipo, a los de ésta especie no se les enseña eso, ya lo traen en su gen.

Besa su bandera, guarda una camiseta que corrió virtualmente con las que corrieron allá lejos y está tan empapada como aquellas.

Entonces después abre los ojos y afuera llueve pero mucho no le importa, porque ese ser adentro tiene un solcito prendido y candente que late despacito. Este ser que pertenece a una especie sin extinción que como característica tiene la sangre roja, el corazón azul y el alma blanca  sabe bien de qué hablo.

Cecilia810