El pasado es un prólogo, dijo un afamado escritor una vez.
Faltan segundos para que el juez de el pitazo final. Me saco los guantes ya que las manos están calientes a pesar de la gélida ventisca que surca la tribuna América.
Le digo a mi hija en una visión apocalíptica y sin dejar de mirar la cancha “ya está… se nos escapan tres puntos de oro”…Última jugada. La Colombes atrae el balón hacia ella provocando un corner para nosotros. “Dejá tirarlo… ehhh ”…gritan desde adelante mío. No quiero saber cuántos segundos faltan. Algunos esperan esa última recorrida de balón mientras empiezan a transitar despacio los escalones desde abajo hacia arriba. Cinco segundos después los vuelven a bajar alocadamente. Hay abrazos y festejos por doquier. Miro al juez a ver si lo cobró (por las dudas vio) y veo su brazo extendido mientras con las manos heladas aprieto los puños y los guantes.
Minutos antes cuando pasan trece del segundo tiempo digo en voz baja que me parece que estamos regalando juego en la mitad de la cancha y lo digo pero nadie me escucha, aunque parece que el técnico se da cuenta de lo mismo que yo y hace unos cambios que empiezan a dar un poco de forma al partido y minutos antes me lamento de esos goles perdidos y de la poca profundidad y me digo que hoy hay que ganar como sea, pero si se puede jugar un poco mejor… mejor.
Minutos antes mientras veo salir a Nacional a la cancha me entra como una nostalgia de aquellas épocas en que el día veinticuatro del mes de agosto era solamente el día antes del día donde se festejaba la independencia y me entra nostalgia por las épocas en que los partidos de fútbol eran o en vivo y en directo o por la radio y por aquellos campeonatos donde eras el campeón uruguayo después de las dos viejas y queridas ruedas, y me entra nostalgia de aquellos resúmenes de fin de semana en blanco y negro los domingos de nochecita cuando una red social era una reunión de amigos en carne y hueso y no había ni youtubes ni interneses y menos que menos teléfonos inteligentes porque además pocos teléfonos había casi y aun así la gente se comunicaba igual y no había drama en esperar el diario del otro día para ver a tus ídolos retratados para la posteridad y los cuadros podías repetirlos casi de memoria y un pase al exterior no era tan fundamental para seguir siendo crack y entonces giro mi cabeza y veo a Cacho Blanco sentado en la tribuna donde estoy y en mi misma fila y me digo que cuanto tiempo pasó desde aquel Blanco que en los ochenta volvió al Club y volvió a ganar todo, y me entra entonces nostalgia del Nacional del 71 y la televisión como un caja grande y de aquel frío de aquel seis de agosto del 80 en aquella noche inolvidable y del auto de mi tío tocando bocina por una dieciocho menos iluminada pero llena de gente y de los pañuelos blancos y de cuando se cantaban canciones que no hablaban de matar a nadie y de los álbumes de figuritas que juntaban mis primos porque el fútbol era para varones, y de las figuritas de los jugadores agachados como se sacaban antes las fotos y de los partidos improvisados en el empedrado de la calle y de cómo mi abuela rezongaba porque golpeaban la ventana con la pelota a la hora de la siesta y amenazaba con quedársela si pasaba otra vez y del álbum “Los trico” y la sellada doble de la chilena de Manicera contra el clásico rival y del grito “Vamos los trico”, …y siento entonces que alguien dice “Vamo el Bolso” y salgo de mi nostálgico minuto para concentrarme en el presente y en el partido que está por arrancar.
Minutos antes y antes de entrar al centenario predio voy caminando detrás de un niño que no mide más de un metro de altura y va de la mano de su madre muy abrigado y mientras en la otra lleva fuertemente agarrada una banderita de Nacional.
Sus recuerdos serán mi futuro… nuestro presente es el mismo, al igual que nuestro amor.
Cecilia810
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