Hoy es el día del Fútbol Sudamericano y Nacional tiene mucho que ver en esto. Compartimos un informe elaborado por la Comisión de Historia.
El llamado cisma del fútbol uruguayo se desencadena finalmente cuando el 24 de octubre de 1922 Peñarol y Central solicitan en la AUF autorización para jugar con equipos de la Asociación disidente de la Asociación Argentina. El 31/10 el ex Presidente de Peñarol César Batlle Pacheco mociona en la AUF por no autorizar a los clubes solicitantes, resolviéndose en tal sentido.
Los días 7 y 8 de noviembre las Asambleas de Peñarol y Central respectivamente resuelven jugar.
Pese a que el día 10 son advertidos de que la violación reglamentaria derivaría en la desafiliación, el 11/11 Central y el día 12 Peñarol juegan sus respectivos partidos con equipos de la vecina orilla.
El 14 de noviembre el Consejo Superior de la AUF resuelve la expulsión de ambos clubes por 16 votos a 1. Dichos clubes acuerdan la formación de una Federación disidente de la AUF. Cabe acotar que ya antes del cisma, la Asamblea de socios del Club Peñarol había resuelto no ceder sus jugadores a la Selección para el Campeonato Sudamericano de 1922, ya que no deseaba tener vínculos con la Asociación Argentina.
En el Congreso de 1922 se había designado a Montevideo como sede del próximo Campeonato Sudamericano de 1923.
El Dr. Atilio Narancio, hombre de Nacional y Presidente de la AUF, se pone al frente del proyecto para incursionar en el Viejo Mundo. Con el Sudamericano a la vista, ofrece a los jugadores la participación en los Juegos Olímpicos de París si triunfan en el Torneo continental.
Mientras tanto, la CNEF lideraba las gestiones para una fusión de nuestro fútbol, con una Comisión mediadora que entre otros, integraba el Dr. Julio M. Sosa (Presidente de Peñarol). Las tratativas se interrumpen al denunciar la AUF las gestiones del Dr. Sosa procurando que Paraguay desistiera de su participación en el Sudamericano. Sosa renuncia como mediador y obtiene de la Asamblea de su club y de la Federación, un voto de aplauso por su gestión.
Narancio preside como anfitrión el Congreso continental en noviembre y luego del éxito deportivo recibe un homenaje en el Hotel del Prado en el mes de diciembre.
Allí comienza la odisea para llegar a París.
Es conocida la anécdota de Narancio hipotecando su casa, lo único que poseía, para obtener recursos para los pasajes. Y el apoyo incondicional del Presidente de Nacional, Numa Pesquera, entregando un cheque en blanco al mismo Narancio, para completar los fondos necesarios.
Mientras es trancado en el Parlamento un proyecto para apoyar a la delegación viajera con dineros del estado, se suceden manifestaciones públicas de los principales dirigentes federacionistas criticando o aún ironizando sobre la aventura a emprender. Como si esto fuera poco, también ocurren diversas gestiones encabezadas por el recientemente creado Comité Olímpico Uruguayo destinadas a impedir el viaje en las condiciones propuestas.
En marzo del 24 este organismo había enviado una comunicación al Comité Olímpico Internacional procurando se permitiese la participación de jugadores pertenecientes a instituciones no afiliadas. El COI entiende que Uruguay tiene sobrados méritos para participar a través de la AUF, reciente Campeón Sudamericano y el asunto queda laudado. El fútbol en los JJOO es por primera vez organizado por la FIFA en 1924, por lo que cabe presumir que la misma no podía permitir la intervención de jugadores ajenos a la AUF, asociación afiliada y reconocida por ésta. Por lo tanto, no concurrirán a la Olimpíada jugadores de la Federación disidente.
El 16 de marzo de 1924 la delegación parte en el «Desirade», viajando en tercera categoría. Los jugadores se entrenaban todos los días en la cubierta del barco, bajo la dirección de Andrés Mazzali, durante el viaje en altamar.
Llegan a Vigo el 8 de abril y allí se inicia la exitosa gira previa por España.
El 26 de mayo bajaban al campo de Colombes para medirse con el representativo de Yugoeslavia al que vencieron por un categórico 7 a 0 ante la sorpresa del público europeo. Luego los uruguayos, que no se intimidan frente a nadie, seguirían en su senda triunfal ante Estados Unidos por 3 a 0, Francia 5 a 1 y Holanda 2 a 1.
La final fue ante Suiza el 9 de junio. Entusiastas pero serenos, los futbolistas uruguayos dieron de inmediato la sensación de estar en plena forma y dispuestos a no defraudar tantas y tantas esperanzas en ellos depositadas. Por su parte los jugadores suizos demostraron ser dignos rivales, respondiendo con la misma energía y con la misma decisión.
A los nueve minutos Petrone marcó el primer gol, pero la lucha prosiguió con iguales bríos por ambas partes.
Reanudado el partido, después del descanso reglamentario, el juego se desarrolló con iguales características, aunque accionando mejor nuestra línea delantera. Y Cea marcó el segundo gol. Este era ya la seguridad del triunfo, pero todavía Romano se encargó de obtener un nuevo gol y el 3 a 0 definitivo, a raíz de un corner ejecutado por Urdinarán, consagrándose así concluyentemente la victoria de los colores uruguayos.
Tras la formidable y prolongada ovación que siguió a la pitada del árbitro anunciando la terminación del partido, la delegación en masa fue a colocarse frente al mástil. Sonaron las notas del Himno Nacional y lentamente fue ascendiendo hasta lo alto en la plena solemnidad, en un momento único, que hacía temblar nuestros corazones y humedecerse nuestras pupilas de una alegría que jamás habíamos conocido igual, la bendita enseña de la patria, más brillante que nunca su sol de oro, cual si irradiara bendiciones sobre las frentes gallardamente erguidas de los jóvenes atletas.
Luego, la delegación uruguaya desfiló alrededor de la pista y frente a las tribunas. A su paso la concurrencia, puesta de pie y agitando banderas, pañuelos y sombreros, prorrumpió en la más estruendosa, espontánea y cálida manifestación de simpatía que pueda imaginarse. Fue en esos momentos que nace la «Vuelta Olímpica», perpetuada a lo largo del tiempo.
El triunfo de nuestro equipo tuvo las más gratas resonancias, haciendo que el nombre del país vibrara en las más apartadas regiones, y que aquellos que hasta entonces no tenían la menor noticia de su existencia, se informaran debidamente y hasta se interesaran por conocer los demás aspectos de su vida y de su cultura.
Al Dr. Narancio se le llamó desde entonces el «Padre de la Victoria» y el único monumento a un dirigente de fútbol en nuestro país eterniza su recuerdo en las afueras del Estadio Centenario.
El fenómeno nacional que originó esa victoria tuvo un impacto tan determinante en nuestra afición, en el pueblo todo y en la mentalidad de nuestros deportistas, que es sencillamente excluyente: Nada hubiera sido igual sin Colombes
Y lo que también es indiscutible es que llevando de la mano en sus primeros pasos a la Gloria futbolística uruguaya estaba su Padre: Nacional.
Vaya un merecido homenaje al Plantel de los Campeones Olímpicos de 1924 a 91 años de esa inigualada hazaña:
Andrés Mazzali (Nacional) Santos Urdinarán (Nacional)
Alfredo Zibechi (Nacional) Héctor Scarone (Nacional)
Angel Romano (Nacional)
J. Leandro Andrade (Bella Vista) José Nasazzi (Bella Vista)
Pedro Arispe (Rampla Juniors)
Pedro Casella (Belgrano) José Vidal (Belgrano)
Pedro Cea (Lito)
Pedro Zignone (Lito)
Pedro Etchegoyen (Liverpool) José Naya (Liverpool)
Humberto Tomassina (Liverpool)
Alfredo Ghierra (Universal)
Pedro Petrone (Charley)
Zoilo Saldombide (Wanderers)
Comisión de Historia y Estadística
Club Nacional de Football
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