Este 2 de diciembre cumple 76 años una de las figuras más recordadas entre las que vistieron la blusa tricolor: Luis Artime. Lo evocamos en esta nota de nuestro columnista R. Ruppel, de marzo de 2012
¡Cómo olvidarme de aquellos años! Finales de los ochenta, en pleno campo y a la luz del farol. Noches frías que combatíamos con la estufa a leña, mi segundo padre, mi amigo Anselmo entre mate y mate me contaba de un tal Artime, quien entre sus muchas bondades contaba con la de ser un goleador empedernido. Quienes lo disfrutaron pueden dar certeza de que todo lo que se escribe de Luis Artime, es verdad.
Ya mi generación tuvo una caricia al alma, cuando a mediados del ochenta, el «Luifa» Artime -su hijo- se puso la camiseta de Nacional en un encuentro clásico, Artime y Nacional otra vez juntos. Nunca se pudo cristalizar la pretensión de que Luis Fabián Artime jugara oficialmente con nosotros. ¡Qué lástima!
El ídolo de Belgrano es un agradecido eterno del trato y los «mimos» que se le brinda a su viejo en cada venida a Uruguay, que sigue al bolso siempre y recuerda su niñez en Montevideo y las veces que al ir con Luis viejo, le pateaba a un tal “Manga”.
Pido las disculpas correspondientes del autor de las siguientes líneas que copié en una hoja Tabaré hace muchos años y guardé entre mis cosas.
«En ochenta y nueve minutos del encuentro puede ser tema de polémica. Luisito se pierde en el partido, no le gusta tapar las salidas del rival, se queda demasiado apretado entre los zagueros contrarios, erra una par de goles imposibles de marrar y pasa desapercibido en la lucha de los restantes jugadores. Pero hay siempre un minuto en que su figura cobra verdadera vigencia. Y en esos sesenta segundos quedan encerrados entre el instante en que aparece fugazmente, toma contacto con la pelota y arranca hacía la tribuna para festejar un nuevo gol en su ya inacabable serie de festejos. Y entonces todas las discusiones se terminan, porque, pese a que su golpe no ha seguido la línea ortodoxa, ha tenido de cualquier manera final de gol. Y ante esa razón tan poderosa caen todos los argumentos en contra, ya nadie puede discutirlo, ya nadie puede quitarle validez a su presencia. Artime ha sido nuevamente Artime. Después Luisito se encerrará en su mundo, callado y humilde, como si toda la carga afectiva la hubiese dejado en su carrera, con brazos en alto, que celebrara un nuevo gol en su larga lista«.
En otro recorte que conservo, el periodista Carlos Badano entrega bajo el titulo «El Crack y el Hombre» el siguiente comentario:
«Y para rescatar al hombre puedo darle un nombre que hizo sacudir páginas enteras. Que marcó a fuego un ciclo, una historia. Y que es espejo para tantos muchachos: Luis Artime. Pescador mágico de redes incrustadas de goles. Frío, de pique electrizante, casi infalible, en esa pasión capaz de hacer explotar a un estadio y aprisionar el grito incomparable de gol porque es la máxima expresión del fútbol. Crack, triunfador absoluto con la casaquilla 10 de Nacional metiéndose su historia para siempre. Pero también persona, sencillo, serio, responsable, honesto, inteligente. Al que nunca lo marearon ni los elogios ni las fotografías«.
Y buscando otras facetas aparte de la de deportista, Don Miguel Restuccia, con algunas anécdotas nos da todas las respuestas a su personalidad.
Un día con dificultades económicas en el club -nos dice Don Miguel- Artime llegó súbitamente y pidió para hablar con él. Todos pensaron que haría el reclamo que le pertenecía con justicia. Sin embargo sus palabras fueron: «Mire Presidente; se que hay problemas y muy poco dinero. Lo comprendo y lo acepto. Pero vengo a pedirle que sea para mañana, el lunes, dentro de quince días o cuando fuere, me den una fecha y cumplan. Nada más«.
Y allí estaba su manera de ser clara, límpida, paciente. Con valor superior para valorar la palabra empeñada. Como deben ser los hombres.
Otra vez, con Nacional jugando en Junín, de pronto Restuccia recibió un saludo en el palco; «Don Miguel, que placer tenerlo aquí. Quiero compartir con usted el espectáculo». Y no se separó de su lado.
Y allí estaba su sentido leal, de amigo, de compañero, de hombre agradecido.
También un día llegó a la sede tricolor y le dijo: «Mire Don Miguel a partir del domingo no juego más«. Enseguida se le preguntó si había algún problema a solucionar y respondió de manera terminante: «Problema ninguno. Simplemente me doy cuenta que ya me cuesta entrenar. Que no me dedico como antes y eso me dice que tengo que irme«.
Y allí afloraba su sentido profesional, su honestidad para no «explotar» su nombre. Su inteligencia para irse a tiempo.
Ese hombre que siente un inmenso cariño por Nacional y está cada vez que se le convoca. El que siendo técnico en Argentina denunció lo condenable del dopaje. Ese que cuando le preguntaban como fueron los goles sólo respondía: «tuve suerte».
Espejo para vos botija. Que te gusta jugar y querés llegar. Para que no te olvides que abajo en una camiseta, siempre debe haber un hombre con todas las condiciones que eso requiere.
Ahora pasamos al Artime jugador. El que llegó el domingo, hizo el gol de Nacional, «agarré la camiseta, la tiré a la tribuna y adiós al fútbol profesional«.
Esto relata Alejandro Luzardo en su libro «Campeón de tres siglos»:
Luis Artime, nacido en la ciudad de Mendoza en la República Argentina, el 14 de julio de 1969 pide pase para Nacional.
Fue un goleador empedernido. Poseía una intuición excepcional para ubicarse dentro del área en el lugar preciso para con un toque corto o de cabeza convertirle gol.
Goleador en Argentina, Atlanta, River e Independiente y Brasil, Palmeiras, llega a Nacional para completar uno de los mejores equipos de nuestra historia. Los números oficiales son una prueba contundente; en Brasil hizo 65 goles, en Argentina 348, de los cuales 23 defendiendo a la Selección Argentina, y en Nacional convirtió 158.
En Nacional debuta el 16 de agosto de 1969 ante Danubio por el Campeonato Uruguayo, anotó dos goles en el 3 a 0 a favor de Nacional. De ahí en más comenzó la carrera vertiginosa del goleador en Nacional. La hinchada concurría al estadio sabiendo que arrancaba ganando 1 a 0 si Artime estaba en la cancha.
Fue el máximo goleador de Nacional de los últimos 30 años, goleador de los Campeonatos Uruguayos de los años 1969 (24 goles), 1970 (21 goles) y 1971 (16 goles)
No sólo fue importante dentro de la cancha, su temperamento y calidad humana fue fundamental para la unión del grupo.
En su primer clásico, un 28 de setiembre de 1969, Nacional 2 Peñarol 0 goles de Celio y Luis Artime.
El 2 de marzo de 1971 se inicia la Copa Libertadores, Nacional 2 Peñarol 1, Artime empata al minuto 85 y a los 90 le convirtieron un penal que Mujica transformó en gol.
El 9 de junio de 1971 Nacional es Campeón de América anotando con goles de Espárrago y Artime, posteriormente con tantos de él ante Panahtinaikos de Grecia para ser campeón de la Intercontinental.
El 3 de mayo de 1972 por la Copa Libertadores juega su último clásico previo a su partida al Fluminense, con tres goles de Artime, Nacional 3 Peñarol 0.
«Eso era Artime, un fantasma dentro del área, aparecía en el momento preciso, él estaba ahí, la tocaba, apenas la tocaba y era gol, fantástico, realmente un goleador soñado. Yo no vi jugar a Atilio pero vi jugar a Artime, con eso me sobró”.
Parte de la entrevista de decano.com testimonio de Jorge, junto a Isaac y Senatore. Agosto 2010.
Amigos, se puede escribir páginas y páginas de Luis Artime, espero haber al menos dado un pantallazo de su virtudes humanas y deportivas.
Hasta la próxima, Raul Ruppel.-
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