“Yo no puedo despegarme del fútbol. Lo sueño y lo práctico todos los días.”
Domingo Pérez: el crack que nunca se retiró
Historias de vida
Se llama Domingo, como el día más alegórico del fútbol. Tal vez el nombre pueda explicar esa pasión desesperante de este ex crack de la Selección uruguaya retirado “a medias” hace cuatro décadas. A los 80 años, Domingo Salvador Pérez sigue jugando picados, no solamente con veteranos, sino con “colegas” de 20.
El amor puede más que el reloj biológico, y uno se pregunta cómo es que esta gema histórica le escapa a las entrevistas. “Es que no me siento bien dando notas. Me cuesta expresarme. A veces a mi historia no le doy el valor que tiene, no tomo dimensión de lo que puede significar para las demás personas”, analiza desde Montevideo.
Nació en Casablanca (Paysandú). Hijo de una lavandera que parió ocho veces, a los ocho años Domingo ya ayudaba a repartir la ropa limpia con los pies descalzos. A los 20 años, cuando entendió que los pies podían ser instrumento para ganarse la vida con felicidad, subió a un ómnibus rumbo a Montevideo, contratado para una gira europea junto a Rampla Juniors. La policía casi detiene el sueño: “¿Domingo Pérez?, me preguntaron. ‘Tiene que bajar, señor, y acompañarnos a la comisaría’”, recrea el episodio seis décadas después. “Resulta que mi padre no me autorizaba a jugar, así que tuve que explicarles a los policías que yo era mayor y votaba. Y finalmente me fui”.
La gira por Francia, Italia, Alemania, Rusia, España y Portugal fue tan prolífica que la cambió la vida. Con el dinero que ganó en 19 partidos jugados (su equipo ganó 13 partidos y él resultó goleador) compró una casa para su familia y se convenció de su talento. Jugó en Rampla desde 1956 hasta 1960, cuando aterrizó en River Plate, pero con desilusión: “Épocas de Amadeo Carrizo, Etchegaray, Ramos Delgado, Pepillo. Yo no entendía de cuestiones económicas y me terminaron pagando una insignificancia, un 10% de lo que le pagaban al resto del plantel”, se ríe de “la estafa”.
Su carrera siguió en Nacional, hasta 1967, y luego en la Universidad Católica y en Necaxa de México. Se retiró profesionalmente a los 40 años. Hay que aclarar que profesionalmente nomás. “Yo no puedo despegarme del fútbol. Lo sueño y lo practico todos los días. Es una conducta y una forma de vivir”, se emociona.
Verónica, su hija, aporta con naturalidad valiosos datos biográficos que agrandan la hazaña: “Después de los 60 años papá empezó atletismo; corre 100, 200 y 400 metros. Los gurises lo vienen a buscar para jugar y él no se da cuenta de la edad que tiene. Agarra su pelota, su botella de agua y sus championes (botines) y no lo detiene ni el agua ni el invierno. Mantiene casi la misma actividad que antes. Tres veces por semana partido, con veteranos o con chicos. Los médicos no pueden creerlo: ni diabetes ni colesterol y un corazón sanísimo”.
Algún mosaico de YouTube ayuda a construir el identikit deportivo de este hombre. Milagrosamente alguien colgó a la nube imágenes pixeladas de Domingo pisando el estadio de Wembley, en el Mundial 1966. La Reina de Inglaterra le extiende la fría mano en lo que sería un hecho histórico, en el mismo torneo en el que Antonio Ubaldo Rattin se sentó en la alfombra de la Reina Isabel.
“Yo siempre jugaba en la punta. Era ambidiestro. Intentaba golpear la pelota con el perfil que pudiera. Era veloz”, se define. ¿Cómo logra ponerse a la altura de un muchacho de 18 o 20 ahora que perdió reflejos y velocidad? “El fútbol es engaño”, apuñala cualquier teoría. “El futbolista tiene distintas posibilidades. Yo saco de la galera cosas. No me pongo a la altura de ellos, sería imposible. Demuestro que se puede hacer algo distinto en el fútbol. Mi fuerte siempre fue la velocidad y el dominio de mi cuerpo y como ahora es difícil lograrlo, bailo arriba de la pelota”.
Ex entrenador de Miramar, Progreso, Bella Vista y Nacional, y ex ayudante técnico de la Selección uruguaya de fútbol femenino, defiende la idea de las mujeres “como parte natural del fútbol y no como rareza”: “¿Hay alguna evidencia de que el hombre sienta más al fútbol que la mujer?”, pregunta y se responde. “No. Hay que darle rienda suelta a lo que uno siente. No importa ser pobre o rico, hombre o mujer. Correr detrás de una pelota es una experiencia maravillosa para cualquier ser humano”.
Cuatro hijos, siete nietos y una “preciosa compulsión”, el crack que no se resigna a dejar el deporte tiene razones profundas que el cuerpo envejecido no podría detener: “El fútbol se adquiere de muy niño, y lo que uno vive de niño no lo olvida más. No se necesita dinero, no se necesita nada más que dos piernas y eso te puede transportar a lugares increíbles. Pienso que cuanto menos uno tiene, más va a necesitar al fútbol espiritualmente”.
Marina Zucchi
clarin.com
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