El 5 de marzo de 1918, el fútbol uruguayo, sudamericano y mundial, asistía a la mayor demostración de amor por una enseña.

¡Ha muerto el Indio el querido Indio!. Esta quieto en el medio de la cancha, en el medio del Parque, ¡Ha muerto Abdón Porte!, ¡Ha dado la vida por Nacional!.

El «Indio», Severino Castillo, se levantó como todas las mañanas. Mateó algunos amargos con la patrona y luego, se fue rumbo a su habitual tarea de alambrador en el Parque Central. La mañana era gélida, casi congelante, pero igual había que cumplir. El sol apenas estaba saliendo por el horizonte, pero para el hombre que nació en Tapes Grandes, departamento de Lavalleja, no iba a ser una mañana más desde su ingreso a Nacional en el año 1909.

Caminó unos metros y divisó algo caído a un costado del campo de juego. «Los botijas se olvidaron de algo» pensó para sus adentros y siguió caminando rumbo al bulto. Sorpresa enorme se llevó cuando a escasos metros pudo ver lo que allí había. Era un cuerpo humano que yacía boca abajo. La taquicardia le llegó a su límite más intenso cuando identificó el cadáver…Era nada menos que Abdón, el centro-half tricolor…(*)

Abdón inició su carrera futbolística en el club Colón, de allí decidió jugar por el club Libertad, para luego en el año 1911, pasar a jugar por el querido Nacional.

Aquel 12 de Marzo de 1911, debutó en Nacional, en un partido amistoso contra el Dublín. Comenzó su carrera en Nacional como back derecho. Aquel día marcó una vida, un sentimiento, en aquel instante se fusionaron la camisa alba y el corazón grandote del Indio, para nunca más separarse, ¿Quién no siente un cosquilleo extraño al pensar en Abdón?, sólo los hinchas de Nacional, podemos tratar de entender al Indio, sólo los que queremos bien al Bolso podemos tratar de pensar lo que fue Nacional para el Abdón.

Había dicho «el día que no le pegue, me pego un tiro en el Parque», pero ¿quién pensaría en aquella frase, como si fuera una sentencia?, tal vez pensaríamos en una broma, pero nunca una promesa.

Amor mal entendido, amor desequilibrado quizás, pero amor al fin, ejemplo claro de amor a la causa, a su causa, a nuestra causa, que esta unida a un mismo sentimiento, a una misma pasión, hacer grande a nuestro querido Nacional.

Su último encuentro fue contra el Charley y la actuación de Porte fue muy buena y la victoria le correspondió a Nacional por 3 a 1.

Abdón había fijado la fecha de su casamiento para el 3 de Abril.
¿Qué había ocurrido? La Comisión Directiva, había resuelto sustituirlo.

El Indio había ganado todo con Nacional, y en su irracionalidad, quizás, no encontró consuelo su corazón ¿Quién puede saber lo que paso por su mente?, pero Abdón no podía asimilar la idea, la de dejar el club, es que la camiseta era parte de su cuerpo y el corazón era tricolor, era imposible separar uno del otro, Abdón era Nacional, su pensamiento era Nacional, su respiración era por Nacional, como dijo el Presidente Numa Pesquera: «Nacional era su ideal, lo amaba como el creyente a su fe, como el soldado a su bandera» Aquel 5 de Marzo de 1918, se pegó un tiro.

El Indio dio la vida por Nacional, decimos que en Nacional existió gente que dio la vida por Nacional, entre ellos Abdón, su sangre regó el Parque y regó la camiseta de Nacional infundiéndola de coraje, aún más de mucho más amor, por este acto mostró a su manera el amor a Nacional, aprendimos a querer y a respetar Abdón por su juego, pero su amor fue más fuerte.

El Indio había dado muestras de amor a la causa, en un encuentro fue lesionado de gravedad, a pocos minutos de comenzar el juego, pero él siguió en la cancha, este hecho le costo estar ausente por varios juegos, ese fue el Indio, amor incondicional.

Este legado que dejado Abdón y que luego otros luchadores nos han dejado, Abdón vivirá por siempre en nuestras memorias.

Los jugadores del club resolvieron, enviar una corona, formar guardia permanente, firmar un pergamino, y entregárselo a los deudos, llevar los cordones de la carroza fúnebre.

Wanderers ofreció jugar un encuentro beneficio de los deudos y pidió que ese día no se jugara ningún encuentro, el club Peñarol y Charley mandaron coronas, y las instituciones de la liga se solidarizaron con Nacional. Eusebio Céspedes, hizo posible que se cumpliera el deseo de Abdón, que fuera sepultado al lado de Carlos y Bolívar en el cementerio de la Teja.

Todo lo que se diga de Abdón es poco.

Cuándo los rivales no ven, él es quien ayuda a despejar a la defensa e incluso acompaña al ataque y cabecea aún hoy, llega a trancar, y apoya, ¿no lo vieron ustedes?.
La fuerza del Indio aún nos acompaña. ¡Abdón está vivo! ¡Aún está de pie!.
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La figura de Abdón Porte y su trágico final impactaron al genial escritor salteño Horacio Quiroga al punto tal que escribiera a dos meses de la muerte del futbolista –al que llama Juan Polti–, un cuento que fuera publicado en la revista argentina Atlántida en mayo de 1918.

Juan Polti, half-back
Horacio Quiroga

«Cuando un muchacho llega, por A o B, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremediablemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven corazón. A veces pierde algo más, que después se encuentra en la lista de defunciones.

Tal es el caso de Juan Polti, half-back del Nacional de Montevideo. Como entrenamiento en el juego, el muchacho lo tenía a conciencia. Tenía, además, una cabeza muy dura, y ponía el cuerpo rígido como un taco al saltar; por lo cual jugaba al billar con la pelota, lanzándola de corrida hasta el mismo gol.

Polti tenía veinte años, y había pisado la cancha a los quince, en un ignorado club de quinta categoría.

Pero alguien de Nacional lo vio cabeceador, comunicándolo enseguida a su gente. El Nacional lo contrató y Polti fue feliz.

Al muchacho le sobraba, naturalmente, fuego y este brusco salto en la senda de la gloria lo hizo girar sobre sí mismo como un torbellino. Llegar desde una portería de juzgado a un ministerio, es cosa que, razonablemente, puede marear; pero dormirse forward de un club desconocido y despertar half-back del Nacional, toca en lo delirante.

Pues bien: un día, Polti comenzó a decaer. Nada muy sensible; pero la pelota partía demasiado a la derecha o demasiado a la izquierda; o demasiado alto; o tomaba demasiado efecto. Cosas éstas todas que no engañaban a nadie sobre la decadencia del gran half-back. Sólo él se engañaba, y no era tarea amable hacérselo notar.

Corrió un año más, y la comisión se decidió al fin reemplazarlo. Medida dura si las hay, y que un club mastica meses enteros, porque es algo que llega al corazón de un muchacho que durante cuatro años ha sido la gloria de su field.

Cómo lo supo Polti antes de serle comunicado, o cómo lo previó –lo que es más posible–, son las cosas que ignoramos. Pero cierto es que una noche el half-back salió contento de casa de su novia, porque había logrado convencer a todos que debía casarse el 3 del mes entrante, y no otro día. El 3 cumplía años ella, y se acabó.

Así fueron informados los muchachos esa misma noche en el club, por donde pasó Polti hacia media noche. Estuvo alegre y decidor como siempre. Estuvo un cuarto de hora, y después de confrontar, reloj en mano, la hora del último tranvía a la Unión, salió.

Esto es lo que se sabe de esa noche. Pero esa madrugada fue hallado el cuerpo del half-back acostado en la cancha, con el lado izquierdo del saco un poco levantado, y la mano derecha oculta bajo el saco.

En la mano izquierda apretaba un papel, donde se leía:

«Querido Doctor y Presidente:
Le recomiendo a mi vieja y a mi novia. Usted sabe por qué hago esto.
¡Viva el Club Nacional!

Y más abajo esos versos:
Que siempre esté adelante
El club para nosotros anhelo
Yo doy mi sangre por todos mis compañeros,
Ahora y siempre el club gigante.
¡Viva el Club Nacional!»

El entierro del half-back Juan Polti no tuvo, como acompañamiento de consternación, sino dos precedentes en Montevideo. Porque lo que llevaban a pulso por espacio de una legua era el cadáver de una criatura fulminada por la gloria, para resistir la cual es menester haber sufrido mucho tras su conquista.

Nada, menos que la gloria, es gratuito. Y si se la obtiene así, se paga fatalmente con el ridículo, o con un revólver sobre el corazón.»

(*) Diario La República 1999

Foto: hyperbole.es

El amor por el fútbol es cosa de muchos en el mundo. Aunque millones siguen este deporte y dicen amar a su equipo, la gran mayoría quedan en ridículo al lado de Abdón Porte, un hombre que ‘dio su vida por el equipo de sus amores’. Pero bueno, comencemos desde el principio.

Abdón Porte (primero de los parados de izquierda a derecha), más conocido como ‘Indio’, nació en 1880 en Montevideo, Uruguay. Comenzó su carrera futbolística en el Colón Fútbol Club, para luego jugar en el olvidado Libertad. De allí pasó al Club Nacional de Football, donde debutó el 12 de marzo de 1911 en la posición de lateral derecho frente al Club Dublin. Con este quipo, el de sus amores, jugó su último partido contra el Charley con victoria por 3 a 1 para Nacional el día anterior a quitarse la vida.

‘Indio’ fue titular indiscutido y portador de la cinta de capitán en Nacional. Defendió la camiseta tricolor en 207 partidos con un estilo típico uruguayo obteniendo numerosas copas tanto a nivel local como internacional.

Xosé de Enríquez, en su libro ‘Hacia el campo van los albos’, escribía sobre el ‘Indio’:

«… era un lungo rústico, flaco, ‘morochón y peloduro’ que procedía del 2, de Libertad, si bien había sido Colón el Club que lo trajo a la Capital….».

Por su parte, Luis Scapinachis en el libro ‘Gambeteando frente al gol: Anécdotas y relatos deportivos’, contaba:

«Era un típico hombre defensivo de estilo combativo; tenaz ‘centre-half’ de un período brillante del fútbol oriental. Abdón Porte era notable, con virtudes y cualidades extraordinarias, defensivas y de colaboración, bien conocidas y recordadas por mucho tiempo, por los aficionados de antaño. Era un muchachón bueno, ‘amigo de los amigos’; gauchazo para hacer bien. Manso en la cancha aunque lo ‘rompieran’ a patadas».

Pero bueno, vamos a lo verdaderamente importante, el suicidio.

A comienzos de 1918 y en vista de la temporada que comenzaba, la Comisión Directiva del club decidió colocar en su posición al jugador Alfredo Zibecchi, lo que implicaba que Porte perdía la titularidad en el equipo. La decisión de la Comisión Deportiva se basaba en que Porte había declinado en su rendimiento. Esto fue algo que el ídolo del club no pudo asimilar.

El 4 de marzo Nacional disputó un encuentro frente al Charley y ganó por 3 goles a 1. Porte jugó todo el encuentro con una muy buena actuación. Como se acostumbraba, por la noche dirigentes y jugadores se reunieron en la sede del club para un pequeño festejo. A la una de la mañana el ‘Indio’ abandonó la sede sin que nadie notase nada en particular en su comportamiento y se dirigió al Parque Central, al centro de la cancha que él y sus compañeros habían inaugurado en 1911 y donde se había consagrado como un verdadero ídolo de Nacional y del fútbol uruguayo, para acabar con su existencia. Tenía tan sólo 37 años y su casamiento con su novia estaba previsto para el día 3 de abril.

Pocas horas después, en medio de la fría mañana de aquel 5 de marzo, el perro del encargado de la cancha del club encontró el cuerpo inerte de Porte. Este lo llevó casi a rastras a su dueño, Severino Castillo, al círculo central de la cancha donde yacía el cuerpo del mediocampista con sangre en el lado izquierdo de su camisa, el revólver con el que se disparó en el corazón y dos cartas dentro de un sombrero de paja: una dirigida al presidente de Nacional y otra a un pariente.

En la primera misiva, Porte se dirigió a José María Delgado en los siguientes términos:

«Querido Doctor Don José Maria Delgado. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida».

Además, debajo se su firma recordó a su querido Nacional:

«Nacional aunque en polvo convertido / y en polvo siempre amante. / No olvidaré un instante / lo mucho que te he querido. / Adiós para siempre». (Simplemente hermoso, ¿no?)

Todo Uruguay sufrió con la noticia del suicidio de Porte. Sus compañeros llevaron flores, custodiaron el féretro durante todo el velatorio, firmaron un pésame colectivo para entregárselo a sus deudos y llevaron las fajas de la carroza fúnebre antes de dejarlo en el Cementerio de La Teja.

El Montevideo Wanderers ofreció jugar un encuentro a beneficio de los deudos y pidió que ese día no se jugara ningún encuentro, el Club Atlético Peñarol y el Charley mandaron coronas, y las instituciones de la liga se solidarizaron con Nacional.

Numa Pesquera, un dirigente del club, reflexionó: «Nacional era su ideal, lo amaba como el creyente a su fe, como el patriota a su bandera».

En homenaje al ‘Indio’, Nacional denominó Abdón Porte a una de las tribunas del escenario deportivo donde puso punto final a sus días. Los hinchas del club lo guardan como uno de los máximos ídolos de la historia de la institución, en un nivel casi mitológico. Hoy, en todos los partidos jugados en el Parque Central, se puede ver en su tribuna una bandera que reza: «Por la sangre de Abdón».

Una última cosa: En épocas en donde los dólares y la publicidad remplazan el amor por el balón y los colores de la camiseta, ¿será posible encontrar algún jugador que siente amor por el equipo que representa cada domingo, así no sea en las mismas proporciones que Abdón?

Juan SQ

*Una cosita, la mayoría de la informaión la copié de Wikipedia, pues no sabía mucho del caso como para escribir de él por si solo. En esta ocasión creí más importante contar la historia que escribir algo yo solo. ESPERO LES GUSTE Y ME PERDONEN.
publicado en: eltiempo.com / Blogs / Toco y me voy

Por Juansq el 14 de Diciembre 2008 10:08 PM

Abdón Porte

Era un enorme INDIO, todo arrojo y corazón. Tenía los ojos de buen tipo, como debieron ser los de los últimos indios de esta tierra. Nacional era su ideal, lo amaba como el creyente a su fe. Sin Nacional y el fútbol, sus únicas guías, la vida para Porte no tenía sentido.
No hay fuerza más oscura e inescrutable que el honor. Por sentido del honor, especialmente en los pueblos latinos, las personas muchas veces dieron su vida. Por defender su honor cayó muerto el 2 de Abril de 1920, Washington Beltrán en el centro de la cancha del Parque Central, fulminado por una bala de José Batlle y Ordoñez.

No hay actividad, al menos en estos extremos del planeta, tan subyugante y pasional como el deporte, y en particular el fútbol. Por él en la madrugada del 5 de marzo de 1918, ABDÓN PORTE se pegó un tiro en el medio de la cancha del Parque Central, al saber que su ciclo en el Club Nacional de Football, llegaba a su fin.

En 1911 luego de una tumultuosa asamblea que terminó en ruptura, Nacional quedó en manos de ˜populistas˜. Así pasaron a formar parte del Club, gente como Antonio Benincasa (un zaguero que hizo historia), Angel Romano, Alfredo Foglino, Abdón Porte y Alfredo Zibechi, entre otros.
Porte debutó en la primera del C. N. de F. y el Club Libertad. Esa tarde jugó en la zaga junto a Alfredo Foglino, puesto que ocupó durante todo el año.

El 2 de julio de ese mismo año se inauguró el Parque Central, y allí estuvo el indio Abdón Porte, dominador del que se convertiría en escenario de notables acontecimientos deportivos. Esa tarde Nacional derrota al C.U.R.C.C. por 2 goles a 1.
En 1912 entró a copar la cancha. Se transformó en un centro medio gravitante. Apasionada a la hinchada y ante cada intervención suya surgía, un grito repetido en muchísimas tardes de porfías, UN SOLO GRITO… ARRIBA INDIO.

Hizo una carrera brillante, campeón Uruguayo con la tricolor en 1912, 1915, 1916, 1917. Titular en 207 partidos, número inusual para la época. Fue Campeón Sudamericano  con la celeste en 1917, tuvo todos los laureles. Pero su día más glorioso fue el 11 de noviembre de 1917, tuvo todos los laureles. Ese Día en la cancha del Parque de los Aliados (actual pista de atletismo) tras empate con el C.U.R.C.C., su Nacional conquistó la ˜Copa Uruguaya de Propiedad˜. La hazaña era singular, y como tal la celebró.
Abdón Porte no lo podía creer. Desde el mismo Parque de los Aliados, tres mil personas en aplauso constante, con voces fervorosas y elevando gritos de victoria, saludaban el paso de los campeones, que iban en una carroza descubierta. Y su nombre estaba en el aire de la tarde. Su corazón parecía estallar, y al final ya nada escuchaba – ni los sones de la banda que abría camino, porque su emoción podía más.

Los ojos mansos lloraron esa vez.

Su orgullo era no haber fracasado nunca contra el C.U.R.C.C. rival tradicional.

Pero el tiempo no perdona y el fútbol de Porte, basado fundamentalmente en su potencia física, comenzó a decaer en ese mismo año de 1917, que precisamente fue el más glorioso de su carrera. Tuvo algunos partidos malos, la hinchada lo silbó algunas veces, y comenzó a vislumbrar, con lúcida desolación que se aproximaba el final de su ciclo. ˜El día que no pueda jugar más al fútbol me pego un tiro˜ afirmaba a quien quisiera escucharlo.

En 1918 entrevió el ocaso, entonces si tuvo en sus ojos la terrible melancolía que debe haber dominado a los indios, al saber que se extinguían. Intuyó que lo suyo iba a tornarse pesado.

La directiva decidió correr a Alfredo Zibecchi al centro. Porte era reemplazado, sería un suplente, un hombre de reserva.
El 5 de marzo de 1918, como en los días de sus hazañas, se dirigió al centro de la cancha del Parque Central. En lugar del grito de la hinchada, vibró un estampido que puso fin a su vida.
A la mañana Severino Castillo, canchero del Parque encontró su cadáver. Dentro de un sombrero de paja iba dirigida una carta al presidente del club.

La carta decía: ˜Querido Doctor Don José Ma. Delgado, le pido a Ud. y demás compañeros de comisión que hagan por mi como yo hice por Uds. Hagan por mi familia y mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida˜.
Debajo de la firma de Porte, aparecían copiados unos versos: ˜Nacional aunque en polvo convertido, y en polvo siempre amante, no olvidaré un instante lo mucho que te he querido, hasta siempre.˜

A los versos añadía, que lo enterraran en el cementerio de La Teja junto a Carlitos y Bolívar Céspedes.

Si el suicidio es una actitud en el mejor de los casos absurda, el suicidarse por un motivo futbolístico parece una barbaridad incomprensible. Pero el ˜Indio˜ Abdón Porte, no podía razonar así. El fútbol y el Club Nacional de Football fueron los únicos guías que tuvo en su vida. Su sacrificio, en toda su delirante irracionalidad, fue el acto de amor más puro y espontáneo de toda su breve y luminosa existencia.

Datos proporcionados por el Sr. Julio Vieytes

 

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