Quizás este posteo no tenga que ver con el Talud. Aunque para mí, no tengo dudas, tiene muchísimo que ver. Falleció mi viejo.
La tristeza y el dolor son enormes. Mi viejo es la misma persona que me enseñó a querer a este club que es mucho más que un equipo que sale a la cancha. El que hizo que aquel Nacional de Artime sea el recuerdo más cercano a mi nacimiento. El Estadio lleno, yo quietito y chiquito al lado del viejo y Artime, allá abajo, que hacía el gol que hacía que me abrazara con él. Por eso siempre dije que el Artillero era como de mi familia: era el que hacía poner a mi padre contento y yo estar contento junto a él. Pero también juntos en la derrota, como debe ser. Yéndonos calladitos, cabizbajos, a tomarnos el 182.
Siempre laburando, todos los días y muy duramente, para que su familia pudiera vivir y pagarnos la entrada para ver al bolso que era su pasión. Aquel que me contó que su primer clásico en vivo fue el de la final de 1950, un 24 de diciembre. Viniendo con mis abuelos y mi tía del interior a vivir a Montevideo pocos días antes, sin un mango y juntando moneditas, lo fue a ver con 15 años al talud. “Ví el partido a cuadritos, a través de alambrado”. Y Nacional salió campeón ganándole a los manyas 2 a 0 con goles de Miseria García. Por eso me hierve la sangre cuando dicen esa mentira de que somos un cuadro “de platudos”.Vivimos juntos aquel gol de De la Peña del 80, el gol que más grité en vida. Toda la campaña del 80 y la del 88. Muchas victorias y muchas derrotas.
El partido de los 100 años de Nacional y el abrazo inmenso que le dí y que siento hasta hoy. Recuerdo que cuando íbamos perdiendo ese partido de fiesta (la gente solo festejaba) el viejo empezó a gritar por Nacional, porque había que ganarlo igual, y la gente cercana que se contagiaba de sus gritos, dándome una gran lección como hincha. Luego, ya más viejo, sin poder moverse mucho por su enfermedad que le impedía ir, igual fue a ver el nuevo Parque Central, en la butaca contigua a la mía y que me prestó un amigo con el que vamos siempre. Tuvo que caminar mucho más de lo aconsejable hasta llegar al auto, pero así y todo ese día lo vi feliz. Ni qué decir la alegría de ver a sus nietos con la camiseta de Nacional como si el asunto fuera “misión cumplida”.Nunca entraba en polémicas estúpidas: Abreu o Taborda o Recoba o Arismendi o Mamelli o tantos otros, eran jugadores de Nacional. Bastaba que se pusieran la camiseta. Ello los hacía mágicos a todos. Y si no eran muy técnicos, con que metieran alcanzaba. Ya habría oportunidad de sacarlos del equipo o del plantel. Pero con esa camiseta puesta y adentro de la cancha siempre les daba para adelante: “porque son de Nacional”. Por eso me río de los que se creen que el fútbol es sólo unos tipos pateando una pelota y los clubes una formalidad más. Es no entender que el club que uno quiere es una mezcla de sentimientos indestructible que uno ni siquiera sabe como la construyó. Aunque lo supone.
Mañana, día de clásico, no voy a recibir la llamada telefónica que invariablemente me hacía después de todos los partidos, al celular o a casa para preguntarme: “¿Fuiste? ¿Lo viste? ¿Qué te pareció Nacional? Ya no habrá más llamadas del viejo Walter. Tipo bueno y noble como pocos. Un ejemplo para todos los que lo conocimos. Cuya alegría central era su familia. Y Nacional. “Porque en casa todos somos de los trico”.
Carmano
Foto: Nacional 1950 del archivo de Juan José Melos
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