“¿Y esto por qué hoy Flores?”. “Porque los mitos no tienen fecha de nacimiento, ni desaparecen. Son atemporales, habitan en la memoria y el corazón y cualquier día es bueno para recordarlos”.
Permítaseme la licencia de imaginar este diálogo entre el jefe de redacción y el periodista, situación que nunca me ha tocado vivir, pero que se me antoja ideal para hacer la introducción a esta nota en recuerdo de quien tal vez -y sin tal vez- haya sido el futbolista más representativo del juego oriental, el “carro del Chaná” de los capitanes: José Nasazzi.
Es cierto que el paso del tiempo sobredimensiona las acciones, las anécdotas y a sus protagonistas, pero en el caso de Nasazzi, recibió los más grandes elogios de sus contemporáneos y prácticamente de manera inmediata a los acontecimientos.
Félix Daniel Frascara, “Frascarita”, fue uno de los padres del periodismo deportivo argentino. Con 20 años tuvo la oportunidad de ver jugar a José Nasazzi en la Copa Lipton de 1927, en la cancha de Boca Juniors. Otro grande del periodismo americano, el uruguayo Emilio Laferranderie, “El Veco”, en su libro “De vuelta al barrio”, cita las palabras de “Frascarita” luego de quedar impresionado con la actuación del “Mariscal”: “A la media hora tenía ganas de gritarle ándate, no juegues más. Parecía jugar él solo contra los argentinos. Saltaba a cabecear y antes de llegar al suelo, saltaba otra vez, fue un asedio total y solo Nasazzi explicó el triunfo celeste con gol de Héctor Scarone. Jamás he visto una actuación personal tan descollante y a partir de entonces tengo mi frase de orgullo: yo vi a Nasazzi en la Copa Lipton del 27, aquélla que casi ganó él por su cuenta”.
José Nasazzi defendió al mítico Lito, uno de los equipos con mayor presencia en el fútbol uruguayo de principios del siglo XX, de allí pasó al Roland Moore y con 21 años ficha para Bella Vista, club en el que desarrollaría gran parte de su carrera. En 1933 pasa a Nacional, camiseta que ya había defendido en la Gira de 1925 y con la que obtendría los campeonatos uruguayo de 1933 y 1934. Fue capitán de los tricolores hasta su retiro de la práctica activa del fútbol en 1937.
Es uno de los futbolistas uruguayos más laureados de la historia. A los dos Uruguayos obtenidos con Nacional se le suman 4 Copas América con Uruguay (1923, 1924, 1926 y 1935), dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos (1924 y 1928) y una Copa del Mundo -la primera-, en 1930. Entre sus distinciones se cuentan la de “Mejor jugador” en las copas América de 1923 y 1935. Integra “el once ideal de la Copa América” propuesto por la CONMEBOL en el 2011.
En el referido libro de “El Veco” se narra una anécdota que representa la indiscutida calidad de “el Terrible”, como también se lo conoció. El 10 de junio de 1928, en ocasión de disputarse la que sería la primera final por el oro olímpico entre argentinos y uruguayos, en las postrimerías del alargue -que habría de finalizar 1 a 1- el delantero argentino Enrique Gainzarain se pierde, mano a mano con Andrés Mazali, lo que podría haber significado el triunfo albiceleste. Solo frente al arquero se la entregó a las manos. El “Buzo” Mazali habría de relatarle al “Veco” lo que -según él- fue el motivo del por qué del yerro. “¿Sabe lo que pasó? Había gambeteado a Nasazzi y no lo podía creer. Se dio vuelta para ver si era cierto, y entonces salí del arco, lo atoré y me entregó la pelota en las manos. Nadie pasaba a José y el muchacho lo había hecho”.
Ernesto Flores
decano.com
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