A pocos días del estreno del año 1938, la actividad en el puerto en aquella mañana se desarrollaba con normalidad.

Mientras los changadores iban y venían cargando y descargando barcos, el vapor de la carrera que hacía la travesía del Río de la Plata transportando pasajeros entre nuestra capital y Buenos Aires atracaba en el muelle asignado a la empresa Dodero Hnos que era su propietaria.

Atracada la nave y descendidos los pasajeros, se dirigen a realizar los trámites de ingreso, y luego le es franqueado el paso al hall donde esperan familiares y amigos.

Entre la multitud un joven vestido con un traje gris perla, sombrero negro, zapatos de charol de igual color, camisa blanca y corbata, y que portaba en su diez diestra una gastada valija, busca con su mirada y nerviosamente a alguien que faltó al encuentro.

Ante el inconveniente se dirigió a un funcionario y le preguntó como llegar a una dirección que tenía anotada en un papel.

Recibida la indicación salió del recinto y cruzó la rambla y subió a un tranvía con destino céntrico. Mientras tanto en la sede de Nacional ubicada en 18 de Julio 1746, esquina Gaboto, ya se había armado la rueda diaria en la cantina, donde los habitué mientras tomaban algún “caliborato”mantenían una amen charla.

De estas tertulias participaba el cantinero Constante Iglesias. Gallego de origen y apodado Misterio.

La llegada del hombre del traje gris interrumpió la charla y motivó que todos dirigieran su atención hacia él.

Este luego de saludar preguntó si había algún directivo, y ante la respuesta negativa dijo que esperaría la llegada de alguno por que venía a probarse en Nacional.

Esperó un rato y al no haber novedad positiva preguntó si había alguna pensión cercana, y optó por una en la calle Eduardo Acevedo y se marchó hacia allí.

Retirado el desconocido, el gallego Iglesias comentó: “Si este es jugador de futbol yo soy Ana Barkin”(una actriz de la época).

Al día siguiente el desconocido demostró que la opinión de Misterio no era correcta pues aquel desconocido se llamaba Atilio García, al cual le estaba reservado un sitial de honor en la historia de Nacional.

Daniel Navascués Bonino

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