Parece que sacar un punto en Brasil no es gran cosa.
Si ayer antes del partido te decían que ibas a sacar un empate en Brasil, probablemente hubieras dicho “¿empate?” ¡Nooo! Hay que salir a ganar.
Pero resulta que a los 8 minutos, (recuerdo ese minuto porque fue cuando miré el reloj de la pantalla) ya estábamos con un pelota a favor que pegó en el palo y con un penal dudoso en contra. Pero penal y gol al fin y al cabo, abajo y con el tiempo ya acelerando de golpe sobre las piernas, mi cabeza y el televisor.
De repente siento una bocina como medio alegre en la calle. No me gusta. Y entonces la televisión que siempre está atrasada me abofetea segundos después con un nuevo gol de ellos. Pero con falta y anulado. Entonces mejor no repito lo que expresé al dueño de la bocina porque no quedaría muy elegante.
Lo que parecía un primer tiempo para el desasosiego se convierte en uno que va mejorando y ahí a los 40 minutos y ya desde la décima posición que encontré para ver el partido, otra bocina pero ahora… jugada y ¡gol! Y se lo gritamos al de la bocina anterior.
Se escucha a los hinchas del Bolso ahí en la tribuna y a la distancia, ahí como si estuvieran en la Abdón. El tiempo, ese amigo o enemigo relativo, hace pasar el intervalo en un santiamén y cuando quiero mirar ya estamos en cancha de nuevo.
El segundo tiempo nos trae poco juego de ambos lados, entonces resulta que los brasileños a los que mirabas con simpatía antes del partido por toda aquella tragedia que les tocó vivir a sus compañeros, ahora están siendo objeto de antipatía.
Una pelota nos hace paralizar el corazón mientras pasa por la línea, primero la saca el golero nuestro y entonces queda ahí boyando y sin saber que hacer. Después cruza cansinamente, derechita y sin meterse, juro que esa jugada duró la vida… entre el manotazo del Coco y la patada final para sacarla de la línea de fuego, pasaron como ciento cincuenta latidos. Me dije que si en ésta no perdimos, entonces no podemos perder. Tal vez no podamos ganar, pero no podemos perder.
Nos queda una última que se va a las manos del golero contrario. El partido se detiene porque los ánimos se caldean y cuando el juez habla con el asistente otra vez el tiempo se hace relativamente tirano.
Cuatro minutos y un corner en contra en la última. En la radio ya lo deben haber tirado, pero no hay bocinas buchonas y entonces se termina el partido en una noche de sentimientos encontrados. Dependerá de nosotros que el tiempo haya sido nuestro aliado porque sabemos que no fue un gran partido y no relativizamos saber que no jugamos muy bien. Lo sabemos y punto.
En los diarios y en las noticias locales parece que sacar un punto en Brasil no es gran cosa, claro, depende de que equipo se lo traiga, porque todo en esta vida es relativo.
Cecilia810
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