Por la presente me dirijo a usted para comentarle la conclusión a la que arribé en la noche posterior a que se decidiera su partida del club.
Montevideo, 27 de agosto de 2014.
Señor Alexander «Cacique» Medina:
Por la presente me dirijo a usted para comentarle la conclusión a la que arribé en la noche posterior a que se decidiera su partida del club. Antes de eso quiero, y sólo si usted me lo permite, reconocer su magnánima figura de ganador empedernido. De campeonatos y de clásicos. Porque es lo que quiero, claro. Pero más que nada porque es lo que corresponde.
Usted me enseñó que la alegría no sirve para nada. Sin desmerecer a Ruben Sosa, ciudadano de bien de este país, que con su manera de entender el deporte y la vida le ha dado grandes satisfacciones a otros ciudadanos de bien de este país, la alegría no sirve para nada. La alegría es propia de Ruben Sosa, de los brasileros y de los drogadictos. Vestir la camiseta de Nacional, y en los duelos contra el tradicional adversario en particular, no se puede vivir con alegría. Se tiene que sufrir, de principio a fin y aún hasta que venza el plazo para que el rival pueda presentarse en las oficinas de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) a solicitar la repetición del encuentro. Mario Benedetti no entiende absolutamente nada. Mucha alegría, mucha alegría pero nunca ganó un campeonato. Nunca jugó un clásico. Usted se cansó de ganar campeonatos y clásicos. Y yo jamás lo vi sonreír adentro de una cancha. Jamás. Su sempiterno gesto adusto, su inclaudicable rostro enojado, su heroica bronca contra todo lo que se le cruce, sea rival o compañero, árbitro o línea, espectador o funcionario de la Comisión Administradora del Field Oficial (CAFO), es la quintaesencia de lo que debe sentir un jugador de Nacional cuando defiende el manto sangrado. No sólo un jugador de Nacional: un oriental bien nacido. Que, en definitiva, salvando las diferencias de talentos y virtudes, es lo mismo. Perdón, me corrijo. No es la quintaesencia de nada. Es lo que tiene que ser. Ni más ni menos que eso. Se trata de lo que exige la historia.
Usted me enseñó que la alegría es una mierda. Y no quiero desmerecer a Ruben Sosa, pero él seguramente está contento porque conoce Italia. Yo no conozco Italia. Usted tampoco. Yo no estoy contento. Usted tampoco. El compatriota que se levanta todos los días a las cinco de la mañana a procurar el pan para su familia no quiere alegría, quiere ganar campeonatos y clásicos. Y los campeonatos y los clásicos no se ganan con alegría, los campeonatos y los clásicos se ganan como los jugaba usted. Y si quieren discutir que vean los números. Y si quieren alegría que se vayan a ver una película, a leer un libro, a pasear por la Rambla o a lo que carajo sea que tenga alegría hoy por hoy, que realmente no lo sé y tampoco me interesa, y usted realmente no lo sabe y tampoco le interesa, porque la alegría no lleva a ningún lado. Mire dónde están los países con alegría. Nómbreme un país con alegría al que le vaya bien. No hay. Ecuador es un país muy contento y su PIB (y no PBI, porque PBI dicen los contentos, nosotros decimos PIB) es una vergüenza. En Noruega no parecen muy alegres pero la verdad es que su PIB es maravilloso. Y en Uruguay el PIB sería mucho mejor si todos estos hijos de puta de la alegría hubieran emigrado a Brasil. ¿Quieren alegría? ¡Que se vayan a Brasil si quieren alegría! Ellos son los que frenan el crecimiento de nuestro PIB. Hoy, ante su partida, grito más fuerte que nunca: once Caciques Medinas. Para tener un PIB como el de Noruega, para cansarnos de ganar campeonatos y clásicos, en los Ministerios, en los Entes Autónomos, en los Servicios Descentralizados, en las Intendencias, en los Municipios, en todas y cada una de las oficinas estatales de todos y cada uno de los rincones de esta bendita tierra.
Y el día que logremos ese objetivo no estaremos contentos, porque los que se ponen contentos son blanditos, son esos que hablan de Índice de Desarrollo Humano y crecimiento sostenido, un insulto. En vez de preocuparse de esas pavadas, que a los niños en las escuelas les regalen videos de sus vueltas olímpicas y de sus actuaciones clásicas. No habrá sonrisas. Habrá resultados. Y bueno, sí, en el recreo capaz que si se portaron bien que vean un video de Ruben Sosa, hablando en italiano «bene bene» y haciéndose el gracioso, el alegre. Jajaja qué gracioso Ruben Sosa habla en italiano. Aboliremos la alegría. Porque con su prédica, con su vocación, con su obra y con su ejemplo, no será necesaria la alegría. La abolición de la alegría no será una política, será una consecuencia. Surgirá naturalmente del devenir histórico. Y seremos todos felices. De la pierna fuerte pero el espíritu leal, del ceño fruncido pero la mano extendida, del semblante firme pero los brazos abiertos, nacerá la felicidad. Y los poemas de Mario Benedetti. Y Ruben Sosa. Y Europa. Y el pan para la familia. Y el PIB. Y los recreos. Y los niños felices. Está demostrado. Usted ofrendó su vida por nosotros, por nuestra felicidad. Y yo se lo agradezco. No en vano su segundo nombre es Jesús.
Sin más, me despido atentamente.
Eber de Bola de Nieve.
Posdata: lo quiero y lo extraño mucho.
COMPARTÍ ESTE ARTÍCULO:
UNITE A NUESTRA COMUNIDAD
Seguinos en nuestras redes sociales y enterate de toda la actualidad del decano del fútbol uruguayo
REDES SOCIALES
SUSCRIBITE A NUESTRA NEWSLETTER
No te pierdas ninguna novedad del decano