Guillermo Escalada resumía en su personalidad sencilla todo lo que se le puede pedir a un defensor de la enseña tricolor: amor por Nacional, entrega total por la causa.

Debo reconocer que me cuesta escribir estas líneas cuando en ellas me voy a referir a alguien que tuve el placer de conocer, disfrutando de su don de gentes y de su sencillez.

Y me cuesta también resumir en unos pocos párrafos lo que significó este hombre para su querido Nacional, al cual le brindó sus mejores esfuerzos, obsequiándonos a los hinchas con un montón de goles y emociones.

De origen humilde, se fue a probar con los “tarros” envueltos en papel de diario a la vieja cancha de Propios y Marne, donde Ithurbide y el “cabezón” Romero le daban el “si” o le bajaban el pulgar a cada uno de los casi 300 aspirantes que se presentaban al llamado publicado en la prensa.

Y el hombre quedó. Su destaque en la 3ª. Especial lo llevó a ser elegido para integrar el plantel que obtuvo el título de campeón en el 1er. Campeonato Sudamericano Juvenil, jugado en Caracas en 1954.

Titular siempre, no se inmutó por dar ventaja al concurrir con solamente 17 años: estaba acostumbrado.

Debutó en Primera con 18 recién cumplidos y marcó dos goles desde la punta izquierda, que sería su lugar en la cancha.

Un resumen de su palmarés incluye 18 títulos oficiales con Nacional y un bicampeonato de América con la celeste mayor, con la cual convirtió 11 goles.

Con la tricolor en el pecho hizo 116 goles y ocupa el tercer lugar entre nuestros goleadores clásicos, detrás de Atilio y el “Mago” Scarone.

Poseedor de un remate fortísimo, no fue solamente un jugador pura potencia y temperamento, como el mismo se definía con mucha modestia.

De hecho, jugó de “10” en la Copa América de 1956 y lo volvió a hacer esporádicamente en Nacional.

En 1958 lo hizo en esa posición contra el Real de Madrid de las estrellas, provocando los encendidos elogios de su ocasional rival en la misma posición, nada menos que Ferenc Puskas.

En ese mismo año hizo el gol del triunfo contra Flamengo que nos trajo al Uruguay la primera Copa Teresa Herrera.

Podríamos continuar con detalles de su carrera que él mismo decidió cortar cuando apenas tenía 30 años.

Sin embargo, no queremos dejar de referirnos a su fuerte personalidad dentro de la cancha, que lo llevaba a jugarse por sus compañeros en épocas que había que hacerse respetar.

Todo ello adornado por un juego limpio, jamás volcado hacia la mala intención.

Eran tiempos en los cuales las famosas “pulsaciones” se podían llegar a canalizar por la vía de los hechos, y en ese terreno era famoso el poder de la zurda “de arriba”, tan demoledora como la “de abajo”.

Podemos decir que se fue el último de nuestros guerreros de una época romántica.

Escalada resumía en su personalidad sencilla todo lo que se le puede pedir a un defensor de la enseña tricolor : amor por Nacional, entrega total por la causa hasta jugar lesionado o enfermo, respeto por propios y extraños y un nivel de honestidad y compañerismo dignos de un gran deportista.

Quiso el destino que las dos últimas conquistas internacionales de clubes del fútbol uruguayo lo tuvieran como protagonista, ya que integró el cuerpo técnico de su viejo compañero Héctor “Pichón” Núñez en la obtención de la Copa Interamericana y la Recopa Sudamericana.

A fines de 2018, recibió el reconocimiento de la institución que designó con su nombre un espacio destinado a juveniles en Los Céspedes.

Nada más merecido para un hombre que a la hora de jugarse por Nacional, no se había guardado nada para después.

Juan José Melos

Foto: atilio.uy

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