El principal diario deportivo de Argentina, antes del partido frustrado del martes pasado, realizó una nota sobre Marcelo Gallardo y la huella que dejó en Nacional.
El orgullo Nacional
Esta historia hay que leerla consciente de que si cualquiera de los momentos cumbre se hubieran resuelto al revés, Marcelo Gallardo podría no haber estado donde va a estar esta noche: en el banco de River, ídolo de Nacional, contra de Peñarol, figura en Uruguay.
Fue en su debut, en septiembre del 2010. Nacional lo había ido a buscar para dar un golpe de efecto con la contratación de una gran figura y llegó el momento de la primera vez. Iban ocho minutos cuando hizo lo que todos estaban esperando, meter una pelota de gol, pero casi al mismo tiempo que lo consiguió, supo qué había pasado: rotura del tendón rotuliano de la rodilla. “No quiero fallarles, voy a replantearme si sigo o me retiro”, les dijo a los dirigentes en el mismo sanatorio donde lo operaron. “Imaginate volviendo y definiendo el torneo”, lo convencieron. El Muñeco regresó en marzo, en un partido que Nacional perdía 1-0 en el Parque Central ante Miramar Misiones. Entró a 20’ del final y enseguida la clavó de tiro libre. “Al final ganamos 3-1, fue algo medio divino, lo habíamos hablado unos meses antes. Y después salimos campeones”, cuenta Daniel Enriquez, gerente deportivo en ese momento. La imagen de los festejos es Gallardo volando por el aire, tirado por sus compañeros. “Vine a Nacional para sumar desde cualquier lugar”, es una frase suya que quedó.
En la cancha, Gallardo era feliz. Afuera, le costaba estar lejos de su familia y por eso, al final de la temporada, avisó que no iba a seguir. Al mismo tiempo, Nacional perdió a su figura y a su entrenador, Juan Ramón Carrasco. “¿Y Gallardo?”, tiró un dirigente en una de las reuniones para empezar la búsqueda. El propio Enriquez viajó a Buenos Aires y se apareció por su casa sin anticipar nada. “Quiero tomarme un año sabático”, fue el recibimiento del ex 10. “Pará un poco, tengo una propuesta”, lo sorprendió Enriquez, y le trastocó todos los planes de tomarse tiempo para estar en familia. Unos días después, aceptó. Con él como técnico, llegó Recoba para hacer de Gallardo. El Muñeco armó un 4-2-3-1 con un enganche y dos puntas, también supo parar 3-4-3 sin enganche. Se comprometió a fondo con el trabajo y hasta pasó algunas noches en el complejo Los Céspedes. “En la primera charla fue muy sincero: me dijo que no me iba a tener en cuenta, que podía irme o pelearla en Reserva. Tres meses después se me acercó, me dijo que estaba muy a gusto con mi esfuerzo y poco después me puso de titular en el debut en la Libertadores, ante Vasco en Brasil, donde ganamos tras mucho tiempo. Es muy directo: cuando tiene que decirte algo bueno o malo, te lo dice”, recuerda Santiago Romero, hoy titular en Nacional. “Nos decía todo el tiempo que nos tuviéramos confianza”, completa Maxi Calzada, otro que se afianzó con él.
A pesar del cariño de todos y de su buen trabajo, hubo momentos difíciles en el camino. En septiembre del 2011, el equipo no funcionaba, estaba a siete de Peñarol y había perdido ante el modesto Bella Vista, que no había sumado ni un punto hasta esa victoria. “Tambalea Gallardo”, titulaban los diarios. “Manejó bien momentos complicados con su calma particular y nunca perdió la línea”, destacan. Así, los triunfos volvieron, ganó un clásico que estaba 1-2 y llegó a la última fecha con un punto más que Danubio y dos encima de Peñarol. El 0-0 contra Liverpool lo dejaba sin nada. Hasta que a diez del final, Recoba -como Gallardo antes- dibujó una jugada en el área, gol y campeonato. El Muñeco levantó los brazos al cielo frente a la Torre de los Homenajes en la que se iba a izar la bandera tricolor. En un mismo año, había sido campeón como jugador y como DT.
Poco antes de ese festejo, Gallardo había anunciado su alejamiento. Nadie lo sabía, nadie se lo imaginaba. “Fue brillante su liderazgo, con jugadores pesados y la obligación de ganar todos los fines de semana. Tiene mucho boliche (calle) y muchos años en equipos grandes. Se hizo respetar. manejó bien el grupo y dejó un gran recuerdo. Se fue como Gardel. En Montevieo era un personaje con glamour especial, era como Riquelme en Buenos Aires o Messi en Barcelona”, cuenta Enriquez. Y completa: “Alguna vez va a volver, lo quieren todos y tiene las puertas abiertas”. Esta noche, en el mismo Centenario que lo vio campeón, para River y contra Peñarol, con los de Nacional a su favor, el Muñeco vuelve donde este presente empezó, ese día que eligió recuperarse y seguir en vez de retirarse, ese día que eligió ser DT en vez de tomarse un año sabático.
ole.com.ar
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