Mis respetos y admiración en tu centenario.
Injustamente, no figura en el podio más estrecho de los mejores futbolistas uruguayos de todas las épocas, siendo que -casi con certeza- fue el jugador más completo que generó esta tierra, rica en futbolistas habilidosos, aguerridos, oportunos y expertos en transmitir confianza. Schubert Gambetta tenía todo esto, y más.
A menudo nos llega la imagen del Gambetta temperamental, seguramente generada por la posición que más habitualmente ocupó en la cancha -en la zaga-, pero “el Mono” era un jugador completo, polifuncional en una época de posiciones estáticas.
Se desempeñó en tres de las cuatro posiciones del fondo, como zaguero izquierdo o por el lateral en cualquiera de los dos extremos. Su actuación como volante por la derecha en un partido internacional en el Estadio Nacional de Santiago, ante River Plate argentino –aquella “máquina”, con la recordada delantera integrada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustou- mereció el destaque de toda la prensa. Inmovilizó al “Charro” Moreno y proyectó el ataque tricolor para la victoria 3 a 0 con 2 goles de Atilio y el restante de Ramón Orlandi.
Con la camiseta de Nacional, la que vistió durante 18 temporadas -de 1938 a 1953 y luego entre 1955 y 1956- anotó 42 goles, lo que lo ubica en el puesto 76 del ranking de goleo en Nacional, el lugar más alto ocupado por un futbolista que no se desempeñaba habitualmente en las posiciones de ataque.
Podríamos seguir citando cifras y sumando datos, pero nada de esto nos acercaría a la enorme figura de Schubert Gambetta, el jugador símbolo del futbolista tricolor por excelencia. A decir de Roque Gastón Máspoli “Schubert Gambetta fue el héroe de Maracaná. Tenía todo: temperamento, clase, confianza. Contagiaba fe. Con gente así es imposible perder”.
Un manya recalcitrante, el ex presidente Julio María Sanguinetti, dijo en una ocasión que “a Nacional le envidio dos cosas; el cuadro de Iturria que tiene en la sede y al “Mono” Gambetta”. Seguramente le envidie muchas más, pero eso es harina de otro costal.
Gambetta es inabarcable. Es más que merecido el homenaje que se le ha hecho, al bautizar con su nombre una de las canchas del Complejo Deportivo Los Céspedes. Todo lo que hagamos los bolsilludos, a diario o en aniversarios, es poco para dimensionar a este Titán de Nacional y del fútbol uruguayo todo.
Tal vez, la mejor descripción de la grandeza de este “monstruo”, de quien se dice que durmió una siesta en el vestuario de Maracaná, previo a la final del Mundial, la haya hecho él mismo en este relato: “«Yo creo que les ganamos de mano. Resulta que antes del Mundial, jugamos los partidos por la Copa Río Branco. Era en la cancha de Vasco que no tenía nada alrededor, ni tejido, ni foso. Nada. En el primer tiempo Chico, el puntero izquierdo de ellos, le hacía de todo a Juan Carlos González. Para el segundo querían hacer cambios. Me acuerdo (y puedo dar nombres) que se agacharon varios cuando andaban buscando quien entrara.
A mí no me ponían porque iba de suplente. Hacía poco que estaba practicando. Pero yo agarré una camiseta y cuando quisieron acordar estaba poniéndomela dentro de la cancha. De allí no me sacaba ni con un guinche. Nadie me dijo nada. Ni entrá, ni salí. ¿Lo primero que hice? “Agarrar” a Chico. Después a Adhemir. Y se terminó todo… ¿Chico, Adhemir y los otros se iban a olvidar con quiénes les tocaba la final? Conocían a Obdulio, al Cato Tejera, a Ghiggia, a Míguez, me conocían a mí. Y con cuatro hombres en un cuadro llegás donde quieras, a campeón del mundo o del universo”.
Salve “Mono”. Mis respetos y admiración en tu centenario.
Ernesto Flores
Ilustración: Pablo Ciomei
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