Después de dos días durmiendo en ómnibus y desobedeciendo las buenas prácticas de higiene personal, mis planes para la noche de jueves eran ejercer mis derechos civiles de hombre de clase media.
Tomar una ducha, abrir una cerveza y ver fútbol por televisión hasta que el cuerpo se apagase por cuenta propia.
Pero he aquí que, por una de estas coincidencias de la vida, cuando llego a casa no encuentro a mi esposa, sino un sujeto de nacionalidad uruguaya, a quien nunca había visto en mi vida y que hasta entonces yo solamente conocía por su apodo, ávido por seguir su Nacional contra Grêmio por la Copa Libertadores en Porto Alegre. Coco el del Camión, mítico hincha bolso, famoso en las redes sociales allá por la banda oriental y colaborador de Impedimento, se encontraba tirado en mi sofá, tomando cerveza y viendo fútbol por la TV. Tuve ganas de aplastarle, pero la buena educación habló más alto: un buen anfitrión debería apenas aceptar aquello de buena gana como además llevar el visitante al estadio.
Vestí mi camiseta del Nacional Querido para celebrar la clasificación histórica del simpático equipo paraguayo a los octavos de final de la Copa Libertadores y, claro, para MEZCLARME entre la pequeña masa bolsilluda que circundaba la Arena do Grêmio celebrando la linda amistad entre las dos hinchadas tricolores. En la calle un sujeto me saludó y mostró el nombre de De León que traía en su camiseta de Grêmio. Yo sonreí medio sin querer hacerlo.
Los hinchas de Grêmio y Nacional no son apenas buenos amigos, todo el tiempo buscan afirmar la buena relación que hay entre las dos parcialidades. Los alrededores de la Arena antes del partido eran una gran feria de intercambio de camisetas – en la hinchada de Nacional aparecieron muchos uruguayos con la camisa del tricolor gaúcho. Al final del partido, la Geral do Grêmio y La Banda del Parque se aplaudieron mutuamente por largos minutos.
Con la camiseta de Nacional Querido, fui abordado por hinchas del Bolso que querían entender qué sucedía. “Paraguayo, paraguayo, te equivocaste de cancha”, me dijo un uruguayo, a las carcajadas con los amigos. Yo variaba las respuestas conforme el humor y el análisis de la situación: a veces decía que sí, era paraguayo, otras veces decía que no, que estaba apenas trayendo un amigo y me vestí con una camiseta amiga.
El equipo de Nacional llora de tan malo. Y, como es tradición entre las hinchadas platenses, esto poco importa. Con la peor campaña de su historia en la Libertadores, Nacional arrastró casi mil hinchas que vinieron de Montevideo en una media docena de ómnibus y microómnibus, además de los que vinieron en avión. Alentar es una obligación, tanto que un jefe de la barra circulaba a los gritos de vamo vamo cuando los decibeles disminuían. Fueron 90 minutos de exaltación al ser de Bolso, sin importar lo que sucedía allá en el césped.
Cuando Barcos anotó su gol de penal, casi no se pudo oír el festejo gremista. Fue uno de los momentos en los que la hinchada más cantó.
Del extenso repertorio bolso, la más bonita ciertamente es una versión de “Mi Enfermedad”, de Andrés Calamaro, que dice más o menos así:
Yo soy del bolso
Porque el mundo me hizo asi
No puedo cambiar
Quedamo afuera de la copa
Pero yo te quiero igual
Ya no me importa
Lo que digan las gallinas y los demás
Nacional cada vez te quiero más
Respeto mucho, admiro, pero no consigo concordar enteramente. El riesgo del aliento incondicional es que la hinchada caiga en una especie de autismo – pase lo que pase, estará en la tribuna entonando cánticos apasionados y agitando los brazos. Soy a favor del silbido, de la crítica y del insulto en el alambrado cuando es necesario. Hay siempre el riesgo de que los jugadores no se esfuercen, una vez que la hinchada siempre va a alentar, aun en caso de una vergonzosa derrota.
Coco el del camión, discrepa: en la derrota el jugador necesita entender que no está a la altura de la gente de Nacional. “Los jugadores pasan, la hinchada permanece”. Concordé, claro. En cambio, intenté explicarle en portuñol el concepto y la importancia de la corneta.
Daniel Cassol
Impedimento.org
Traducción: Manoel Castanho
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