El día que Daniel Enríquez se desvinculó del club al que ama.
28/ 2/13. ¡El 28 de febrero del 2013 fue un día totalmente extraño para mí! Ese día lo habíamos acordado para firmar mi desvinculación como funcionario del club, el mismo club que me había ido a probar hacía 40 años, ya en la noche anterior me había costado dormirme, en la mañana cuando me desperté se me vinieron muchos recuerdos, la cancha de la escuelita, el bolso prestado, el dinero del ómnibus, los vestuarios, los Céspedes, el Gran Parque Central, y las vueltas olímpicas.
Llegué al club y ya tenía los papeles prontos, era todo muy extraño, porque quería ya terminar con esos 2 meses que había estado trabajando, con una administración nueva que me hacían notar que yo no era de su confianza, como si fuese un extraño que no era del grupo de ellos, en esos meses me di cuenta que las cosas no iban a cambiar, al contrario todo indicaba que la cosa se pondría cada vez más fea para trabajar, al menos como a mí me gustaba, no quise saludar a la gente a modo de despedida, ya que sentía que yo iba a estar siempre en la vuelta, me encontraba con mis compañeros de trabajo en los pasillos u oficinas y me saludaban con mucho sentimiento, pero transmitiéndome y sabiendo que nos íbamos a reencontrar nuevamente trabajando juntos, pero sí nos invadía una tristeza rara, no había en el club ningún directivo, sólo los funcionarios y algunos hinchas en la vuelta.
Recuerdo que firmé los papeles y sentí una especie de tristeza y alivio a la vez, saludé a los últimos funcionarios que me crucé en el camino, hasta que llegué a la que hasta ese momento había sido mi oficina, quedaba al fondo en el club, nunca la había notado tan apartada del resto, esta vez sí, llegué, agarré mi bolso, le eché una última mirada para ver si no me olvidaba de nada, sentí un silencio y una soledad muy grande, una sensación en el pecho, como cuando alguien querido se te va, cerré la puerta y frente a mí el cartel de Gerencia Deportiva, un cargo que en el club había nacido conmigo, volví a caminar con el bolso en la mano ( pero esta vez no era indumentaria de fútbol, si no papeles y carpetas) iba por el medio de la sede caminando, mirando las copas, los trofeos, los cuadros, levanté la cabeza y arriba en el medio, en lo más alto, la foto del plantel del 80, aquel plantel que habíamos ganado todo, me vi en la foto y nuevamente esa sensación extraña, se me hizo largó el recorrido , escuchaba mis pasos, caminaba rápido, iba caminando sólo conmigo, en un mano a mano difícil de llevar.
Había dejado mi auto en la calle de atrás, no porque no quería irme por la puerta principal, por la puerta grande, si no porque no quería irme. Llegué a la salida de la sede y me encontré con el secretario general del club, como es mi costumbre le di la mano y le agradecí por todo, ya que los papeles estaban firmados en tiempo y forma, no me contestó mucha cosa, noté algo de hostilidad, le dije que cualquier cosa que necesitara de mi extraoficialmente yo estaría siempre a la orden y para colaborar con lo que el club necesite, me contestó que no necesitaban nada, que hasta aquí habíamos llegado, hasta hoy me lo recalcó, me dio la mano, como para que me diera cuenta que era una despedida y entró al club. Subí a mi auto confundido, arranqué, salí para mi casa haciendo el mismo recorrido que hacía todos los días, sabiendo que iba a pasar mucho tiempo en volver a hacer ese recorrido, iba con los ojos húmedos pero no de emoción como las veces anteriores, esta vez era por indignación, por bronca y con una tristeza enorme que me invadió el corazón.
Daniel Enríquez
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