“Nunca habrá nada ni nadie con lo que se pueda comparar el sentimiento de ser tricolor.”
Les cuento que ese 1980 ya me encontró en España, la verdad que pasando penurias, nos habíamos venido en julio de 1978 con promesa de trabajo para mi padre como socio en un restaurante pero nada de eso se produjo…a penar trabajando en lo que se podía, yo tenía 14 años hasta que encontramos en una playa cercana un Bar que se llamaba Montevideo y entramos mi viejo y yo por curiosidad, y le propusimos al dueño gallego que había estado en Uruguay, que nos dejase poner una parrillada en una esquina.
Y así fue, tres veranos estuvimos con esa parrillada en la que mi madre era la que hacia las ensaladas, mi viejo el asador y yo el mozo. En el 80 seguimos como pudimos la campaña de NACIONAL, eran otros tiempos, te enterabas dos días después por los diarios de los resultados, las llamadas eran carísimas, en fin, era todo difícil.
Nos mandaron una cinta cassette con los goles de NACIONAL contra The Strongest en la fase de grupos que mi padre y yo escuchamos a diario con lágrimas en los ojos. El día de la final en Montevideo estuvimos buscando alguien que informase de algo pero nada, no era posible. Llegó el viernes y el diario MARCA llegaba a Vigo de tarde, sobre las 5, y estaba en el kiosco el primero para recibirlo, mi viejo me había despedido con un «suerte», agarré el diario con ansiedad y busqué inmediatamente la página de fútbol internacional y ya leí «NACIONAL REY DE AMÉRICA», salí corriendo llorando a buscar a mi padre, eran 300 metros, fueron miles de kilómetros antes de abrazar a mi viejito que lloró, descorchó champagne, compramos unas masitas y festejamos la victoria de nuestro NACIONAL.
Qué tiempos, que añoranza, qué grande es NACIONAL, nunca habrá nada ni nadie con lo que se pueda comparar el sentimiento de ser tricolor, de abrazar esa bandera inmaculada, esa misma que cada vez que pasaba, y paso, por la sede de 8 de octubre me hace ponerme de pie y presentarle mis respetos porque así lo siento y porque así me enseñó mi padre, en esa época, en la que incluso hubo días en los que no tuve lo suficiente para comer, mi padre siempre me decía…»somos pobres, pero siempre un pesito pa’ NACIONAL tiene que haber mijo» y siguió siendo socio pagando la cuota cuando podía y si no se la pagaba un gallego amigo de él que era manya, emoción siento, porque mi padre ya no está y porque el sentimiento perdura. Abrazo a todos.
Gustavo Loureiro
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