En lo personal, más temprano que tarde desearía verlo ocupar un puesto en la institución.
Martín Lasarte nunca gozó del respaldo absoluto de la tribuna. Ni en sus épocas de jugador. Se decía que era tosco y lento, aunque se le reconocían sus dotes de cabeceador. Poco tiempo después de su llegada, se da el regreso de Hugo De León y ahí sí, era imposible competir con “el Hugo”. Luego de formar parte del plantel campeón de América y el Mundo, Lasarte emigra y se transforma en un símbolo, un referente de un Deportivo La Coruña que realiza una campaña histórica para el club gallego. Aún hoy, Lasarte es venerado por los hinchas del “Depor”. Pero en Nacional, ni en su etapa como jugador ni en las posteriores como entrenados logró establecer un feeling con la tribuna. Nunca esperes de Lasarte gestos ni actitudes generados para complacer a otros. Es demasiado honesto como para permitirse eso. Por eso es entendible que nunca haya generado con la hinchada un vínculo que otros sí. La gran mayoría por mérito, otros por capacidad para entablarlo. Dejando de lado el mérito, que corresponde a algunos elegidos, Martín no supo constituir -o no quiso forzar- un lazo de admiración, y eso trajo aparejado cierta resistencia por parte de un sector de hinchas.
Existe otra porción de la hinchada que sin duda apoya y alienta el trabajo del saliente entrenador, pero corresponden a lo que podemos llamar una “mayoría silenciosa”. Es fácil intuir que entre aquellos que participan activamente de la vida del club, preferentemente a través de las redes sociales, Lasarte no reúne el mayor respaldo. No les gusta su planteo táctico, olvidando que a menudo, un entrenador se ve forzado a desarrollar determinados esquemas por un sinfín de factores. Las variables que llevan a un técnico a preferir un planteo o un futbolista por sobre otro son muchas. Esas mayorías, que -a no dudarlo- ejercen presión a la hora de tomar decisiones por parte de los dirigentes -y está bien que sea así- pueden caer en el equívoco por un factor determinante: la falta de información. El fútbol se maneja, desde tiempos ancestrales, con una serie de códigos que para la mayoría de sus actores -Lasarte incluido- son inobjetables y no se deben transgredir.
Lasarte defendió a Nacional dentro y fuera de la cancha, enfrentando a la prensa y cuestionando repetidamente decisiones arbitrales, desde donde debe hacerlo un entrenador: en el área destinada para los directores técnicos en la cancha, y ante quien corresponde; el cuarto árbitro. Todos vimos eso, a nadie le puede caber la menor duda. También nos defendió a todos los hinchas ante alguna decisión desacertada de los encargados de dirigir al club -recordar el caso Amaral- y ha sabido respetar y defender el trabajo de los funcionarios.
Los números de Martín no son malos. Es de los pocos técnicos que han ganado el Campeonato Uruguayo en tres ocasiones, y estableciendo una comparación con otros colegas que han merecido también nuestro respeto, no queda para nada mal parado. En sus dos ciclos, dirigió 154 partidos, de los que ganó 93 -un 60%- empató 30 y perdió 31, anotando 217 goles, un promedio de 1.41 por partido. Marcleo Gallardo, en su temporada al frente del Decano se hizo del 59% de los partidos disputados – 23 de 39- mientras que empató 7 y perdió 9. El Nacional de Gallardo convirtió 74 goles, promediando 1,9 por partido. Gerardo Pelusso, otro entrenador con dos ciclos en Nacional, obtuvo 52 de los 102 partidos que disputó -un 51%- empatando 19 y perdiendo los 31 restantes. El promedio de goleo de Pelusso es inferior al de Gallardo pero superior al de Lasarte: 1,62. Hugo De León, un símbolo de Nacional como jugador y técnico tiene mejor promedio que estos tres: de 201 partidos dirigidos, ganó un 60,7 % -122- , empató 40 y perdió 45. También su promedio de goleo -1, 98, resultado de 399 tantos- lo ubica por encima del resto.
En fin, que Martín Lasarte no se va por la puerta chica. Es un señor, que merece todo nuestro reconocimiento y, en lo personal, más temprano que tarde desearía verlo ocupar un puesto en la institución. Creo que Martín sería un excelente director deportivo, a quien podríamos confiarle el desarrollo de un proyecto deportivo ambicioso, que siga colocando al club decano por encima de sus pares y de aquellos que pretenden serlo. Que así sea.
Ernesto Flores
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