Es el último gran caudillo del fútbol uruguayo. De él se dijo en cierta ocasión que era el único futbolista en actividad capaz de alternar con los grandes de la época de oro de la celeste.
La entrevista estaba coordinada para las 13 horas en Punta del Este, donde habíamos acordado reunirnos en el apartamento que ocupa Hugo De León en la península cuando está en Uruguay. La destreza al volante de nuestro conductor, “cocoeldelcamión”, hizo que nos adelantáramos treinta minutos a la hora estipulada e hiciéramos que el capitán tuviera que apurar su ducha.
Esperamos en el lobby hasta que se hizo presente el ídolo tricolor. Rumbeamos hacia Maldonado, a la parrillada La Balanza, lugar escogido por Hugo para realizar la entrevista. Durante el trayecto y ya instalados a la mesa, Hugo no para de recibir y contestar llamadas. Mantiene una conversación en portugués -¿una negociación por un futbolista?- y responde infinidad de mensajes.
Mientras Martín Madruga termina de acomodar las cámaras, Coco -nuestro vínculo directo con De León- revisa la carta y yo me dispongo a comenzar con la entrevista. Quienes crecimos casi a la par de Hugo, tenemos hacia él algo que roza la veneración. Al final, el deber llama y aparece el periodista.
Hubo mucha gente que se asombró cuando asumiste tu función como asesor de contrataciones. Sin embargo, el rol de negociador no es algo extraño para vos.
Yo negocié mis contratos toda la vida y no me fue mal, siempre me defendí. Como esta función se trata de defender a Nacional, es como hacer lo que ya había hecho durante mucho tiempo. Es una continuidad de las cosas que antes hacía en beneficio mío. Ahora lo tengo que hacer en beneficio del club.
¿Se te hace difícil negociar con algunos contratistas?
No, porque las relaciones que yo tenga con algunos -buenas o malas-, no las tengo que poner en tela de juicio cuando negocio para Nacional. Soy la voz de la Directiva en las negociaciones, por lo tanto me tengo que despojar de lo que son mis relacionamientos personales con los contratistas. Sean positivos o negativos.
¿Eso es fácil de hacer?
Sí, porque ya sabía que iba a funcionar así.
¿Te sentís a gusto en la función?
Bien a gusto. Estamos terminando la primera etapa. Ojalá podamos cerrar el plantel de (Gustavo) Munúa, para después dedicarnos a analizar el tema de los juveniles, junto a los abogados, el gerente deportivo y la Directiva. Lo que haremos es ver de qué manera vamos a encarar las entradas y salidas de los jugadores durante esta gestión.
¿Todavía no tenés una idea de cómo debería ser el manejo de los juveniles?
Tener, la tengo. Vamos a ver si la puedo llevar a la práctica. Una vez instrumentada veremos si se puede ejecutar o no. Los dirigentes ya están al tanto, ahora intentaremos ponerlo en papel, estando todas las partes involucradas; los abogados que deberán ocuparse del aspecto legal y el gerente que es quien conoce la situación de cada futbolista. Luego definiremos un manual de ingreso y uno de salida, en el que conste cómo deben entrar y salir los jugadores “a” y “de” Nacional. Cuando terminemos esta primera etapa nos vamos a abocar a esa segunda.
¿Vas a tener alguna incidencia sobre a qué jugadores sería conveniente hacerles un contrato?
No. De esa parte se van a encargar los profesionales que trabajan con juveniles. Ellos serán los que harán un informe que posteriormente le elevarán al gerente deportivo, Alejandro Lembo. Lo mío se circunscribe al aspecto contractual. Si me piden una opinión, siempre la voy a brindar, pero no es mi función.
A nivel de juego, hace años que venimos escuchando que en Uruguay jugamos a otra cosa. En lo que tiene que ver con lo dirigencial, ¿también estamos alejados de lo que se hace en el resto de América y el mundo?
Me sería muy difícil emitir un juicio, porque lo que puedo tener es una idea general de cómo trabajan otros, pero lo que me preocupa y me preocupó siempre es Nacional. Nosotros vamos a intentar hacer lo que creemos es lo mejor para el club. Lógicamente después va a salir a luz, y si otros clubes se quieren adherir al formato que le vamos a dar nosotros, lo veremos con mucho agrado. Pero primero vamos a intentar, dentro de Nacional, ponernos todos de acuerdo acerca de cómo debe ser el ingreso y la salida de los jugadores del club, el relacionamiento con los empresarios, las comisiones que se pagan y todo lo que involucre el mejor negocio para Nacional.
¿Es importante dejarle claro al jugador «qué es» Nacional?
Lógicamente. Hay que volver a hacerle saber que lo más importante de todo esto es la marca Nacional. Después que se ponen la camiseta de Nacional, lo más importante pasa a ser la gloria que pueden tener con esta camiseta. Lo otro viene después. Lamentablemente desde hace un tiempo se han invertido los valores. Nuestra pretensión es recomponerlo. Que el jugador sienta orgullo de estar vistiendo esta camiseta, que sepa que lo que se busca con ella es la gloria y que si la consigue, el dinero es una consecuencia natural, y no al revés.
¿Es un plus que el jugador sea hincha?
Siempre lo va a ser, pero esto no quiere decir que no puedan llegar jugadores que son afines a otras instituciones, que terminen siendo hinchas de Nacional. Históricamente ha sucedido. Lo ideal sería que fuera hincha desde un comienzo pero como vamos a tratar con muchos, a veces se puede dar la circunstancia de que en sus inicios sean hinchas de otra institución y con el tiempo aprendan a amar a Nacional.
De León por De León
El lugar está atestado de fotos, banderas, camisetas y un largo etcétera de artículos deportivos de varios clubes. Detrás y a la izquierda de De León, se pueden ver un banderín y una foto de un viejo equipo aurinegro. Le pregunto a Hugo si siempre sintió animosidad hacia el club del año 13: “A mí me enseñaron que Nacional debe realizar esfuerzos para figurar internacionalmente. Los rivales por lo que hay que preocuparse estaban en el exterior. A Peñarol había que ganarle siempre, no había un mérito en eso”.
Frecuentemente se afirma que cuando llegaste a dirigir a Nacional «limpiaste» al plantel de hinchas de Peñarol. ¿Eso es cierto o es un mito?
Es un mito. Lo que hice fue buscar lo mejor para el club y para ese momento de Nacional. Se dio la situación de que algunos de los que descartamos habían jugado anteriormente en Peñarol o fueron hinchas de ese equipo, pero nunca fue mi intención excluir a nadie por su afinidad con otra camiseta. Para mí lo primordial es que cualquier jugador, a partir del momento que se pone la camiseta de Nacional, sienta la gloria que significa vestir esos colores. Lógicamente que si de antemano puedo tener la confirmación de que ya era hincha, mejor, pero nada lo descarta. La historia ha demostrado que muchos que no tenían sentimientos por esta camiseta en un principio, terminaron ocupando un lugar destacado y siendo hinchas de Nacional.
¿Hay alguna de tus etapas en Nacional que puedas destacar como la mejor?
Yo estuve en dos momentos en los que ganamos cosas importantes. Dos Libertadores que nos llevaron a la Intercontinental, en una de las cuales no pude participar porque había sido transferido a Brasil. Fueron los dos últimos grandes logros del club, con dos grupos espectaculares. Después de eso tuve la enorme felicidad de trabajar como entrenador, en un momento difícil del club, en el que sacamos adelante el proyecto, colocamos nuevamente a Nacional en el sitio que debe estar y los hinchas volvieron a sentirse respaldados e identificados. Esa etapa fue importante también.
Más allá de que los logros fueron grupales, ¿sos consciente de la importancia y la incidencia que tuvo Hugo De León en esas conquistas? Recuerdo una frase del El Gráfico, luego de la Intercontinental del ´88, que decía «De León es el tipo de jugadores que agranda compañeros y achica rivales«.
Siempre fui de empujar y motivar al grupo. En el entrenamiento, durante el partido, en las buenas o en las malas. Porque esto tiene de todo, y si vos sos el jugador más representativo, como me tocó serlo en la última etapa -porque al principio yo era de los más jóvenes- debo aplicar la filosofía de absoluto respaldo que aprendí de mis mayores. Cuanto más apoyo tengas, por lógica los momentos malos van a ser menores, y cuánto más duras sean la críticas, el bajón va a ser más pronunciado. El haber aprendido con las figuras con las que lo hice, me hizo volcar posteriormente esa enseñanza, acerca de cuál debe ser el comportamiento de los grandes en los grupos. Cuando digo grandes me refiero a la edad y la experiencia.
No te pido nombres, pero, ¿hay algún jugador del actual plantel que puedas signar como un referente así como lo fue De León?
Creo que si (Diego) Polenta se queda un par de años en Nacional, por su estilo de liderazgo dentro del campo, su capacidad de contagiar desde atrás, puede ser un líder muy positivo que marque una muy buena época de Nacional.
¿Es más difícil ser zaguero en Uruguay o en Brasil?
No es fácil en ningún lado. El fútbol ha cambiado. Si triunfás en un lugar tenés muchas posibilidades de hacerlo en el otro.
El uruguayo es un fútbol más de choque, mientras que en Brasil te podés encontrar con delantero más habilidosos ¿no?
Si, el brasilero es un fútbol un poco más abierto, de mucho más dinámica, pero igualmente, creo que el buen jugador se adapta. Más cuando es joven.
Ahora que estás desempeñando esta función en la que te toca negociar por jugadores y que más o menos deberás estar al tanto de las remuneraciones que se manejan en otros lados -que no son tan diferentes, en algunos casos, a las que se manejan acá-, en tu consideración, ¿no se pueden captar figuras de mayor nivel internacional porque el fútbol uruguayo paga poco o porque es poco atractivo?
Primero que nada, un buen jugador siempre va a recibir ofertas mejores de otros mercados fuera de Uruguay. Al tener mejores ofertas, va a preferir insertarse en un fútbol de mayor repercusión. A no ser que apuesten a jugar un semestre para disputar Copa Libertadores. De lo contrario, un futbolista que está en el exterior, si puede optar lo va a hacer por otro mercado mucho más atractivo que el nuestro. No solo por lo económico, sino por el estilo de juego. De todos modos, esporádicamente podremos contar con algunos jugadores durante un período de seis o doce meses, que podrán mejorar nuestro fútbol de entrecasa.
Uno de los mayores reclamos que el hincha le está haciendo al cuerpo técnico desde hace un buen tiempo, es un «10». ¿Gustavo Munúa te ha pedido un 10?
No. Dentro de las solicitudes de Munúa no existió alguien para cubrir esa posición. Munúa se daba por satisfecho con los que ya tenía en el plantel. Aparte el famoso 10 ya no existe. El 10 tradicional está en extinción. Se sigue buscando un creador pero tiene que tener otro despliegue físico que no se les exigía a los 10 antiguos.
¿Considerás que la figura del 10 está desapareciendo porque no surgen futbolistas con esas condiciones o porque tácticamente se despliega otro fútbol?
Un poco de las dos cosas. La figura táctica centrada en un 10 te obliga a tener otro despliegue y no aparecen jugadores que tengan esa incidencia. Es más fácil que alguno que no tenga ese potencial se adapte al esquema, a que vos tengas que hacer que el 10 se acomode a la situación. Es por eso que no encontrás. Hay muchos que lucen la 10 en la espalda pero no cumplen esa función.
Una de las cosas que siempre ha destacado a Hugo De León es su manera de resolver situaciones. Tanto en la cancha como en la vida, como evidencian las veces que te hemos visto actuar. Por ese motivo es fácil pensar que De León la tiene clara. ¿Es así, la tenés clara?
Yo soy muy práctico. Creo que dónde hay un problema hay que encontrar la solución. He sido así durante toda mi vida. Entiendo que no hay que perder tiempo, hay que ser objetivo y claro, no apartarse del camino, del rumbo marcado. Eso es lo que he hecho a lo largo de mi vida y lo seguiré haciendo. Capaz que causa sorpresa porque lo hago con mucha naturalidad. Desde joven el camino más corto me ha resultado el más fácil. A algunos les gustará y a otros no, pero yo no me aparto del camino.
¿Nunca te intimidó algún rival en la cancha?
¿En qué sentido?
Que por presencia…
(Interrumpe) No, enfrenté a grandes jugadores, que eran ídolos en su país y admirados por uno mismo incluso, pero a la hora de enfrentarnos creía mucho más en lo que hacía yo. Entraba convencido que por más que fuera quien fuera, lo iba a vencer. A veces me fue bien y en otras no, porque así es el fútbol, pero yo tenía el convencimiento de que independientemente del nombre que tuviera frente a mí, iba a lograr el éxito en la función que me encomendaban.
¿Te decepcionó el Mundial Italia 90?
No es que me decepcionara. No tuvimos la felicidad de crecer dentro de la competición, que es lo que esperábamos y lo que le sucede a los equipos que ruedan bien. El nuestro, en lugar de crecer decreció, y en períodos cortos, si no lográs un rápido ascenso en el desempeño, no tenés chance. Fue lo que nos pasó.
¿No hubo influencia de otros factores, como ser dirigenciales?
No, nada de eso. Todo lo que se dijo es falso. Fue un tema nuestro, como equipo. Veníamos de una gira espectacular, jugamos bien el primer partido del Mundial, el segundo perdimos a pesar de una buena performance, el tercero jugamos mal y conseguimos una victoria y en el cuarto hicimos un mal partido y perdimos. Esa es la historia del Mundial.
¿Sería conveniente contar con mayor presencia de ex futbolistas en los estamentos del fútbol?
No por ser futbolista tendrías que estar. Si tenés capacidad no importa la profesión. El futbolista tiene que estar capacitado para poder ocupar cargos fuera de lo que es habitual, jugador o entrenador. Lo que cuenta es con la ventaja del conocimiento del movimiento interno del fútbol. Para ocupar cualquier lugar, lo que tenés que tener es capacidad.
¿No sería más normal que los dirigentes fueran a buscar a ex futbolistas para desempeñarse en cargos dentro de los clubes?
Ahí hay un tema de vanidades. Si vos sos un desconocido, y justamente tu pretensión es que te conozcan, no vas a traer a alguien conocido que te va a eclipsar. Eso es porque no se tienen fe de que van a ser buenos dirigentes. Si la tuvieran no se detendrían a pensar que alguien, por el hecho de haber sido jugador, los va a relegar a un segundo plano. Lamentablemente nuestra raza ha tenido pocas oportunidades fuera de lo que es jugar y ser entrenador.
A juzgar por tus acciones, no sos una persona que se arrepienta de sus decisiones, pero, ¿volverías a intentar una carrera política, tanto a nivel institucional como en la política nacional?
Por el Partido Colorado sí lo haría. En la política clubista, no.
¿Considerás que a raíz de tu candidatura, el Partido Colorado pudo haber perdido algún voto como reacción del hincha de Peñarol recalcitrante?
Todo aquel que es fanático al extremo de no razonar -que son muchos-, puede haberlo hecho. Yo apuesto a una sociedad en la que uno pueda tener sus inclinaciones políticas y futbolísticas, pero que razone. Algo que en este país se está perdiendo.
En el fútbol se está dando con mayor presencia la participación de hinchas violentos, vandálicos, que le hacen daño al fútbol.
Los vándalos hacen daño en cualquier actividad que participen. El fútbol es un juego en el que se gana y se pierde. Muchas veces no jugás bien y ganás o por el contrario, tenés un mal partido y te quedás con el triunfo, y no por esto vas a pelearte con nadie. Lamentablemente el fanático no lo entiende así, por eso soy contrario a cualquier fanatismo. Todo en la vida tiene una relación de costo-beneficio, y es necesario razonar para equivocarse lo menos posible. Si te dejás guiar por la pasión, que te nubla, tenés más probabilidades de romperte la cabeza.
¿Sos lector?
Leo poco.
¿Cómo te cultivás, de dónde obtenés tus conocimientos?
De los estudios de mi infancia, lo que me inculcaron los mayores y en Nacional cuando llegué a través de los dirigentes, jugadores y técnicos que me aconsejaron. Tengo muy buen oído y fui aprendiendo de la gente que tenía una mayor cultura. Escucho, analizo y pongo en práctica. Fui aprendiendo -y lo sigo haciendo- a lo largo del camino, de gente que tiene visiones diferentes a la mía. El analizar y dialogar me han resultado de mucha ayuda. Lo más importante es saber escuchar.
¿Escuchás radio?
Mucha fm, que básicamente me ayuda a descansar la cabeza y proyectarme.
A lo largo de tu carrera has tenido diferendos con varios periodistas. Supongo que no tenés una aversión hacia la prensa sino rechazo hacia algunas personas que trabajan como periodistas.
A mí me enseñaron que en la vida hay que ser justos, por lo tanto, si yo soy profesional, tienen que actuar como profesionales conmigo. Tené por seguro que aquellos con los que me peleé, no lo eran. Viven de la profesión, pero a la hora de hablar y escribir, no se manejan como profesionales. Con los que actúan competentemente, nunca tuve ni tendré inconvenientes, digan lo que digan sobre mí, porque lo hacen objetivamente. A los que no, les marco la cancha y les digo que los medios no deben ser utilizados así, porque son pagados para ser imparciales y dar opiniones justas. Ese es el motivo que me ha llevado a tener problemas con algunos, que por suerte son los menos.
Aquellos fueron los días
Hugo Eduardo De León debutó en primera división con la camiseta de Nacional ante Bella Vista, por un Torneo Cuadrangular, de carácter oficial, el 30 de julio de 1977, cubriendo el lateral derecho. Ese día completaron el fondo tricolor Martín Artigas Taborda, Ruben “Toto” Giménez y Miguel Ángel Piazza. Se retiró defendiendo la misma camiseta que honró infinidad de veces, un 7 de noviembre de 1993 ante Danubio, en Jardines del Hipódromo, en partido por el Campeonato Uruguayo. Su compañero de zaga en aquella ocasión fue Gonzalo Madrid. En el medio, fue campeón uruguayo en 1980 y 1992 con Nacional, brasileño con Gremio en 1981, argentino defendiendo a River en 1989-90, de la Copa Libertadores en 1980 (Nacional), 1983 (Gremio) y Nacional (1988), ganó la Intercontinental con Gremio en 1983 y Nacional en 1988, la Copa Interamericana y la Recopa Sudamericana defendiendo a Nacional en 1989, además de obtener la Copa de Oro con la selección uruguaya en 1980. Como entrenador, ganó el Campeonato Uruguayo en tres ocasiones: 1998, 2000 y 2001. Sus logros con Nacional lo ubican como uno de los futbolistas tricolores más exitosos de la segunda mitad del Siglo XX
La final Intercontinental del 80, que no pudiste disputar, supongo que la viste…
No, estaba jugando en Brasil. No recuerdo si había una coincidencia horaria, pero sé que no la pasaron en vivo. No existía la difusión que hay hoy. Fue una fecha que cayó en el medio del campeonato brasilero y para enterarme del resultado tuve que llamar por teléfono.
¿Lo sufriste, te costó sobrellevar ese día?
Seguramente estaba jugando con Gremio. Sabía cuál era la fecha pero mi vínculo había cambiado. Para ese partido era parte de la hinchada, desde lejos, como la gran mayoría.
¿Cuál fue la primera impresión que te llevaste del plantel, cuando te incorporaste al equipo del 88?
Yo recién había llegado de España, de jugar en el Logroñés, y había solicitado autorización para entrenar en el Parque con las formativas. Un dirigente me vio, confirmó que estaba en buena forma, le habló a (Roberto) Fleitas y me hicieron ir a entrenar a Los Céspedes. Cuando Fleitas vio mi rendimiento pidió que me contrataran. Mi intención era no molestar, ponerme en forma para salir al exterior. Para cuando arreglo la incorporación, ya hacía dos meses que estaba yendo a la cancha y viendo al equipo jugar. Después los conocí internamente, pero al grupo ya lo tenía bien visto de varios partidos.
¿Tenías ofertas de otros lados?
Me habían ofrecido volver a España, a equipos chicos como el que había estado, y no había querido.
¿Tenías la esperanza de volver a jugar en Nacional?
Yo sé que los ambientes de los grupos son cerrados, por eso, como no me gusta molestar, me había quedado a un lado entrenando aislado. Creo que fue Tajes el que me vio que estaba bien y me indicó que me uniera al grupo. Fleitas vio que estaba en buena forma y me pidió.
¿Qué pensaste cuando ibas a patear ese penal en la final contra Newell’s?
Quería que la pelota llegara a la red. ¿Qué piensa uno cuándo va a patear? Antes que nada, yo no era el pateador -yo era el tercero en la lista de ejecutantes- y cuando me acerqué a felicitar al «Pato» Castro, que era a quien le habían cometido la falta, Yubert Lemos me dice que lo pateé yo. Lo miré a Castro -que era el segundo de la lista-, y me dijo lo mismo. Tuve que pasar del festejo preparando la culminación, a la concentración en mi responsabilidad. Cuando me paré delante de la pelota pensaba: «acá lo más importante es que se mueva la red«. Si hacés el gol, mientras todos festejan, el ejecutante siente alivio. Le pasa lo mismo que al entrenador cuando gana un campeonato. No festeja, está aliviado. Ese grito que te sale cuando sos el encargado de patear algo que puede definir un campeonato, es más un «¡no la embarré!» que una celebración. Ese partido del 88 ya estaba definido, con 2 a 0 a favor. Pero cuando la historia es un mano a mano en el que errar significa perder, lo que pasa por la mente del jugador en ese lapso entre que agarra la pelota, se para y mira al arquero da para hacer varias películas.
En la definición de la Intercontinental, cada uno le pasaba la pelota al que venía atrás.
Una definición por penales es una tortura sicológica. En el camino desde el medio de la cancha hasta el área vas pensando «qué lindo si lo hago, pero qué feo si lo erro«. Tenés que tratar que el primer pensamiento sea el que te lleve hasta allá, porque si te ponés muy negativo es seguro que llega la hora y lo errás.
En realidad, los que pateábamos el cuarto y el quinto no podíamos fallar, porque si no ganaban ellos. En el mano a mano, si la embarrás, la película es complicada. Porque mientras estás en la tanda, si errás todavía queda la chance que alguno te salve. Cuando sos solo vos y la red, y esta no se mueve, preferís no haber nacido. Esa es la verdad.
¿Te dio pena cuando erró su penal el «Chango» Pintos Saldanha?
Sí, nos dio pena a todos. No es que no nos alegráramos por el «Tony» Gómez -que en el momento compartió el mismo sentimiento de tristeza que teníamos todos-, es que le pusimos tanta fuerza al penal del «Chango» que reventó el travesaño y casi llegó a la mitad de la cancha. El «Chango» era Nacional, era el verdadero nacionalófilo -no es que el «Tony» no lo fuera-, pero el «Chango» tenía esa identificación tal, que cuando le tocó la posibilidad de definir a él, nosotros queríamos que partiera aquel arco. No se dio y lo terminó definiendo el «Tony», que tenía el mismo sentimiento, pero por el estilo del Chango…
Pintos Saldanha tuvo su revancha después, en el partido de los 100 años.
(Se ríe)
¿Sabés qué le decía a los jugadores del PSV en la cancha, cuando les mostraba el arco y el punto penal? Desde la tribuna se veía que les hablaba.
En un inglés fluído (risas). El «Chango» fue de los bolsos más hinchas que tuvimos dentro de la cancha. Podía haber uno igual a él, pero más que él no. La verdad que defendía los colores con uñas y dientes. Era un ejemplo vivo de un tricolor adentro de la cancha.
¿Te costó entender que William Castro y Carlos Soca jugaran en Peñarol, o lo aceptaste con total naturalidad?
La vida son momentos, y a cada persona le toca vivir los suyos. Uno no puede pensar que es capaz de dirigirle la vida a otro e inculcarle lo que es bueno y lo que es malo. Porque no es así. La vida nos enfrenta a cada uno con nuestros problemas, y nos toca decidir si vamos por derecha o por izquierda. El camino -correcto o incorrecto-, lo elegimos nosotros. ¿Quién está capacitado para juzgar la actitud que toma otro? No sabés qué pasó durante todo su ciclo para llegar a lo que llegó.
¿Hablaste con ellos? ¿Eran de llamarse?
Tengo muy buena relación con los dos, pero nunca les pregunté, porque es un tema personal. Las cosas personales, las decisiones que toma cada uno, hay que respetarlas. Hagas lo que hagas, sea con la camiseta que sea, siempre va a haber gente la que no le gusten tus acciones. Lamentablemente nosotros clasificamos a las personas sin conocerlas. Todos hacemos lo mismo, es mentira que alguno no lo haga. Decidimos que alguien no es de nuestro agrado, sin haberlo tratado antes. Le ponemos un mote a uno, y sigue. Pero bueno, es así.
Hay quienes te adjudican directa responsabilidad en frenar el posible título de Nacional en la Supercopa, debido a la huelga del 92.
Porque no entendieron que votaron más de 600, y el mío fue un voto entre todos esos. Hay quienes piensan que mi voto valió por 500. Mi sufragio valía por Hugo De León, después hubo una inmensa mayoría que votó a favor, y algunos -no recuerdo cuántos- que lo hicieron en contra. Todo eso fue manejado para desvirtuar la realidad, y una mentira repetida varias veces, se transforma en verdad. Te imaginás que no puedo salir a aclarar cada cosa que se diga de mí. Que cada uno piense lo que quiera, yo sé que mi voto fue uno solo.
Cuando llegás a dirigir en el 98, ¿te plantean cortar el sexenio de Peñarol?
No me lo plantean. Estaba planteado en todo Nacional, no era necesario ni decirlo, era un tema sabido por todos. Fue un campeonato diferente, tenía ese ingrediente que lo vivimos todos los tricolores.
Era un campeonato extraño, porque si bien había que planificar partido a partido, en algún lado sabías que era necesario ganar el campeonato, no solo el próximo encuentro.
Dirigiendo a un equipo grande, siempre tenés que ganar. Pero hay campeonatos que son diferentes p
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