El Manija y una historia que me conmovió hasta las lágrimas.
Durante muchos años de mi vida, probablemente casi todos, pensé la relación del hincha con el club como un camino de ida. Esa es, en esencia, la definición del hincha: el tipo que da todo al club, sin esperar nada a cambio. El consecuente, el fiel. El que acompaña en las buenas y en las malas. Sobre todo en las malas.
No tengo ninguna duda de que es así, pero hace ya un tiempo que arranqué a sentir el vínculo de otra manera. Lo empecé a ver al revés: del club al hincha. Y alcanzó con pasar brevemente revista a mi vida de hincha para comprobar que el camino también es de vuelta, fundamentalmente de vuelta. Como dijo Pablo R. Sandoval, el brillante personaje de Francella en El secreto de sus ojos: “podés cambiar de barrio, de amigos, de novia, de lugar de estudio, de lugar de trabajo… nunca de club.”Soy un convencido de que el club siempre te va a dar mucho más de lo que vos le das. Siempre te va a acompañar. Siempre va a estar contigo.
El otro día, en un asado, me contaron una historia que me conmovió hasta las lágrimas y que ilustra como pocas la veracidad de esta certeza que estoy tratando de defender.
Es la historia del Manija, un hincha de Nacional. Un guacho que en la época más difícil que este país recuerde se la jugó por lo que creía y terminó preso. Preso político.
En la cárcel, como tantos y tantos de sus compañeros, el Manija cobró. Cobró lindo. En forma de plantón o colgada, sus captores no dejaban pasar oportunidad alguna de recordarle lo mucho que lo querían. Con la tortura, buscaban reducirlo a la mínima expresión. Querían quitarle todo.
Pero no pudieron: en una sesión interminable de submarino, y en el intento de “tapar” sus eventuales quejidos, los milicos prendieron la radio a todo lo que da. Entre sumergida y sumergida, al borde del ahogo y luchando para agarrar un poquito de aire y seguir aguantando, el Manija les garganteó: “por favor, díganme cómo va”. En la radio estaba Carlos Solé relatando a Nacional.
Nacional. Siempre Nacional. Ahí, con el Manija. En las malas mucho más.
Coco el del camión
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