Cantamos porque sos nuestro, cantamos por tu decencia, cantamos por tus palabras y tu lucha. No te abandonamos; siempre “venceremos la derrota”.

Cantamos porque el grito no es bastante

Y no es bastante el llanto ni la bronca

Cantamos porque creemos en la gente

Y porque venceremos la derrota

Mario querido, cuánto nos dejaste, cuánto nos impulsaste en horas aciagas cada vez que escuchábamos esta letra.

Que soy un atrevido. Si, lo acepto. Pero estoy seguro que vos no pensás eso, capaz que otros sí. Y bueno, allá ellos.

¿Sabés que pasa? Si, lo sabés. Somos de Nacional y “somos” quiere decir “pertenecemos”, como una familia, como hermanos. Nos vestimos con maravillosos tres colores, que nos arriman a la pureza de tus ideales, a la sangre que aún no recuperamos, a un profundo y ancho mar del que te hicieron alejar.

¿Me dejás? Solo es por un rato. Para Don Narancio, Don Miguel, y también para Don Dante que, a su modo, nos regalaron las sonrisas que otros nos negaban.

Cantamos porque nacimos rebeldes, y crecimos recitándole al poder que éramos del sur, que no necesitábamos británicos que nos flecharan la calle.

Cantamos porque cuando el siglo pasado vio la luz, estuvimos para decir presente y representar al viejo Artigas, cuando los otros, aquellos otros, lo dejaban olvidado en el exilio.

Cantamos porque se nos vinieron encima las Olimpíadas; fuimos, ganamos y se nos dio por caminar la cancha para que nuestro saludo le diera vuelta a la tierra.

Cantamos porque un muchacho nos ofrendó su eternidad en el medio de nuestro césped, y al igual que Aquiles eligió el imperecedero recuerdo.

Cantamos por Perucho y por el Mago Scarone, que sigue siendo el mejor, aunque en nuestro suelo, ya casi no lo nombren.

Cantamos por Atilio, que rompió todas las redes que teje lo imposible, que nos otorgó el lujo de tenerlo, que sigue vivo, alimentado por nuestras inacabables reverencias.

Y seguimos cantando, Mario. Cuando nos atribuló la derrota; cantamos, cuando nos arrinconó la injusticia vestida de negro; cantamos.

Cantamos porque estuvo con nosotros Luis, el caballero de los goles, el que no necesitaba penales para ser el goleador y con su hombría de bien a cuestas, seguir visitándonos.

Cantamos porque acogimos dos vascos, el olímpico y el otro, el humilde, que en Tokio nos dijo que había que pelear aunque el segundero se había ido.

Cantamos “de volea, de volea…” con el frío adentro de cada hueso, con el calor de ese empeine que esa noche fue tuyo, fue mío, de todos.

Y cantamos, hermano, seguimos y seguiremos cantando cuando una zurda maravillosa la enroscó en el ángulo de nuestros corazones, para inundar de lágrimas el cielo.

Cantamos porque sos nuestro, cantamos por tu decencia, cantamos por tus palabras y tu lucha. No te abandonamos; siempre “venceremos la derrota”.

Atilio Parrillo

Foto: leedor.com

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