A tan solo cuatro años de su arribo al país Ceferino Rodríguez se hizo socio y poco a poco comenzó a formar parte de la vida de la institución

Ceferino Rodríguez Argul llegó a Uruguay en 1949 desde su España natal. En esos tiempos Atilio García ya no jugaba en Nacional pero llegó a atenderlo siendo “bolichero” en el bar El Triunfo en la intersección de las calles Colón y Cerrito en Ciudad Vieja.

Según Ceferino en ese edificio donde “vivía” el bar El Triunfo nació José Gervasio Artigas. Un buen día, siendo propietario del mismo, se lo ofreció a Mariano Arana, por entonces Intendente de Montevideo.   Según su narración el gobernante le manifestó  “pero allí no hay nada de Artigas” a lo que Ceferino respondió: “en Sauce tampoco había, lo pusieron ustedes. Pongan algo y festejen los natalicios donde realmente nació”.

En nuestro país, Ceferino Rodríguez comenzó a trabajar en La Gran Dalesa, una panadería propiedad de inmigrantes españoles como él. Manuel, uno de los dueños, lo llevaba siempre al fútbol, pero era hincha de Penarol y asoció a Ceferino a ese club pese a su contraria voluntad. Era Manuel quien pagaba la cuota, a lo que Ceferino le decía una y otra vez  “no me pague, yo soy de Nacional”. Una tarde de clásico Ceferino Y Manuel asistieron al Centenario.  El empleado gritó los tres goles de Nacional de aquella tarde. Manuel, enojado, le dijo “mirá que los goles son de Nacional”.  “¿Sabe lo qué pasa?”  le retrucó Ceferino.  “Usted es un atrevido, usted me hizo socio de este cuadro de mierda y yo soy de Nacional”. Manuel dejó a su empleado sin el transporte de regreso y, antes de partir, cerró la jornada diciéndole que a partir de mañana  “no vaya más a trabajar.”

Al día siguiente, Ceferino se presentó al trabajo como cualquier otro día. Después del mediodía los socios del negocio lo llamaron a conversar: “Ayer les faltaste el respeto a Manuel” comenzaron diciéndole. “Sí, es verdad,  pero él me faltó el respeto a mi porque tiene plata. Yo no me vendo, yo soy de Nacional. No se preocupe, ya me voy. No le pido el despido y ya me voy” respondió Ceferino.  Los socios sorprendieron a Ceferino cuando le dijeron “tú no te vas, tu eres mejor bolichero que él. Si se tiene que ir uno, se va Manuel. Si él no quiere venir más que no venga.”  Hasta el día de hoy Manuel y Ceferino continúan siendo amigos. Eran otros tiempos aquellos.

Una mañana Ceferino se presentó en un Bar de 8 de Octubre y Comercio buscando trabajo. Eran varios en la fila y allí se encontró con un amigo de su padre. Tras los saludos el amigo ingresó al local y conversó con el propietario. A los pocos minutos este último dirige unas palabras a los postulantes: “váyanse todos, queda este” señalando a quien no imaginaría en ese momento que algún día llegaría a presidir el club que conquistó su corazón. Cuando Ceferino Rodríguez preguntó por qué lo había elegido, la respuesta lo dejó feliz: “porque eres hijo de un gran padre.”

Luego de varios trabajos, de idas y venidas entre boliches y panaderías donde trabajaba 16 horas por día, llegó el momento de comprar su primer boliche. Ceferino lo recuerda de esta forma: “Dos hermanos eran socios donde yo trabajaba como encargado.  Uno de ellos se sintió ofendido porque decía que yo mandaba más que él.  Entonces el otro socio me dijo que ‘el que se va es mi hermano, porque él no sabe nada de este negocio y vos si.’” Un buen día tuvo la oportunidad de comprar la mitad de aquél negocio: “lo que normalmente se demoraba tres o cuatro años en pagar, nosotros lo hicimos en 11 meses. Se trabaja muy bien. Fue en el año 54”. Entonces Ceferino fue por más: “ahora le queremos comprar la otra parte. O si no le vendemos la nuestra. Puso un precio a pagar como pudiéramos, y en un año saldamos la deuda. Teníamos nuestro primer boliche con mi hermano.”

El acercamiento a Nacional

A tan solo cuatro años de su arribo al país Ceferino Rodríguez se hizo socio y poco a poco comenzó a formar parte de la vida de la institución: “En el año 1953 me hice socio y en 1955 me hice vitalicio. Luego, al ser bolichero, siempre estaba cerca de los eventos del club.  A mediados de los 1980 con Rodolfo Sienra como presidente  y Luis Garisto como entrenador. “Luis se me acerca y me comenta que Nacional no puede concentrar porque no había dinero. Entonces con otras siete personas más nos hicimos cargo de los gastos y solucionamos ese problema. Mucha gente colaboró, García de la heladería me dijo ‘lleven lo que precisen; los Hermanos Cristiani por ejemplo  nos dieron todo el jamón y fiambres necesarios y así con el apoyo de mucha gente lo logramos.’”

Después de aquella gestión  ya era como de la casa en Nacional. Al llegar las nuevas elecciones, aquel grupo de colaboradores le dijo a Ceferino que tenía que ser dirigente. Así recuerda el expresidente aquellos momentos: “La fórmula fue Garbaribo – Scavino y este último me dijo que eligiera en qué posición quería ir. Tomé el puesto de capitán, me hice cargo del trato con los técnicos, con los jugadores, de conseguir una cancha para entrenar, etc. Viajé como capitán a una gira por España junto a Lavalleja Sarries.”

En esas tareas propias del cargo de capitán estaba —por ejemplo— cuando Nacional disputó por semifinales de la Copa Libertadores de 1988, aquel recordado partido en Cali frente al América. La ciudad colombiana era dominada en esos tiempos por el famoso cartel de Cali de los hermanos Rodríguez Orejuela. A Ceferino le tocó hacer frente a aquella situación con final feliz tras el inolvidable gol de Carlos de  Lima tras pase de Yubert Lemos. La previa fue muy difícil: “a las inmediaciones del hotel llegaban camiones con hinchas del América, bombas, ruido, chicas en el hotel, de todo. Llamé a Montevideo, Iocco había hablado con Havelange y logramos una custodia de 20 motos que nos acompañaron hasta que nos subimos al avión de regreso. Estuvo muy difícil por eso se disfrutó tanto el triunfo.”

Con Ceferino Rodríguez como dirigente Nacional fue Campeón de América, del Mundo, de la Interamericana y la Recopa Sudamericana entre 1988 y 1989. Siendo Capitán, el viaje a Japón para la disputa de la Copa Intercontinental lo pagó de su bolsillo: “la lista de anotados era grande. Pintos Saldanha había estado pidiendo dinero para comprar una casita y nosotros pensando en gastar todo esto. Terminaron yendo tres dirigentes no los veinticinco que se habían anotado.”

En diciembre de 1991, Ceferino Rodríguez asumió como presidente del Club Nacional de Football, cargo en el que se mantuvo hasta diciembre de 1997. Entre 1991 y 1994 su vicepresidente fue Víctor Della Valle, entre 1994 y 1997 Rogelio Ramírez. Su presidencia comenzó con un recordado Campeonato Uruguayo, el de 1992, que se definió con aquel gol inolvidable de Julio César Dely Valdez en el último clásico de la temporada.

“Me siento muy orgulloso de haber sido Presidente, más allá de que no todo fue bien. Porque hasta hoy en día me tratan maravillosamente, los empleados, los hinchas, todos. Competí con Rogelio Ramírez un hombre que lloró cuando perdió aquellas elecciones 10 a 2. Luego fuimos compañeros de fórmula en las siguientes elecciones. Con Della Valle -mi primer vicepresidente- fuimos campeones en 1992.”

En 1993 debió intervenirse por primera vez por problemas cardíacos. Los médicos, la familia y el sentido común indicaban que Ceferino Rodríguez no podía volver a presentarse a las nuevas elecciones. Pero en aquellos momentos nadie dijo “voy yo”. Cuando le preguntamos si los hechos fueron así, responde, por primera vez, con pocas palabras: “es verdad, es verdad.” Ceferino Rodríguez asumió la responsabilidad aún a riesgo de su propia salud.

Los tiempos difíciles

Se ingresó de esta forma en el periodo más difícil de los últimos tiempos del Club.  En su segundo período como Presidente (1994-1997) su vice fue Rogelio Ramírez. En la cancha nos tocaron las más difíciles, pero aquellos años —en especial el último— tuvo trasfondos muy turbios. Ceferino no se guardó nada en nuestra charla, habló del juicio que le realizó un ex-entrenador tricolor, de la información que le dieron dirigentes de otro club y hasta nos dijo que un juez penal manifestó en aquella ocasión que Ceferino de denunciado pudo pasar a ser denunciante. También recordó detalles cuando el ex-árbitro de fútbol Saúl Feldman le hiciera juicio penal.  Entre sus recuerdos surge, se cuela un comentario como al pasar: “Nacional me costó algunos pesitos, pero no importa.”

 Los autores de esta nota hemos decidido no hacer públicas sus palabras sobre los asuntos más polémicos. Seguramente nos hayamos guardado las palabras más jugosas y las que convertirían a esta entrevista en un éxito viral. Pero nuestro objetivo es otro. Lo que debemos resaltar es la entereza de este hombre que no nació Bolso pero que escogió amar y defender la camiseta de Abdón. Este asturiano que un día pudo quedarse sin trabajo por defender sus colores, pero que no le importó y que años después —contrariando a su familia y médicos— arriesgó su vida para trabajar por Nacional. Ceferino es un inmigrante que como dirigente tocó el cielo y se quemó con alguna llama del infierno. Es un hombre que se fue del fútbol sin más dinero que con el que entró y que siempre estuvo  presente cuando Nacional lo necesitó. Por todo esto muchas gracias Sr. Ceferino Rodríguez Argul.

decano.com

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