Los fuegos artificiales rompen la oscuridad del cielo y los miro brillar frente a mí.
Qué lindo es estar en una noche fría, a pesar del cansancio de la jornada laboral, en el Parque para un partido, sea copero o cualquiera.
Mi Parque, esa casa añeja pero renaciente y este Nacional nuevo, con nombres no tan ajenos, con indumentaria renovada y con la expectativa vigente.
Mientras el juego transcurría cansinamente y con los goles en huelga, mientras el frío empezaba a instalarse y la gente discutía sobre la viabilidad de algunos jugadores que estaban en la cancha y otros que deberían estar, yo me acordé, de repente, de una conversación que había escuchado en un ómnibus capitalino unos días antes.
Dos niños de unos diez años sentados detrás de mí hablaban de las copas de cada club y de la validez o no de ellas.
De repente se hace un silencio y uno dice: “igual si mañana dicen que esas Copas no sirven yo no dejaría de ser de Nacional, al contrario…sería más de Nacional…”
Silencio en su acompañante. Sonrisa en mi cara. Me levanto para bajarme y lo miro. El tricolor futuro, en estado puro en ese niño de anteojos y de no más de diez años.
Entonces hoy (jueves) observo la casa, la gente, la ropa nueva, la noche, la lluvia que no vino, las banderas, y mientras sigo escuchando a los veteranos discutir sobre la jugada fallida me digo para mí misma: “que razón tuvo ese niño en decir que a pesar de lo que pase nunca iba a dejar de ser de Naciona”l.
El partido termina sin goles. Nos vamos en la noche sabiendo que vendrán nuevos y bravos desafíos, pero ahora Bolso, espero verte ya el domingo para seguir hablando de cómo no dejar de ser.
Cecilia810
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