¿Qué ley divina dicta que los árbitros son seres humanos más humanos que los demás y por lo tanto están excluidos de ser evaluados, juzgados y sancionados como el resto de los actores?

Definición de “negocio”:

1. Ocupación, actividad o trabajo que se realiza para obtener un beneficio, especialmente el que consiste en realizar operaciones comerciales, comprando y vendiendo mercancías o servicios.

2. Ganancia o beneficio conseguido en una actividad comercial o de otro tipo.

Nadie puede negar que el fútbol es un negocio, todos pagan o cobran; hinchas, árbitros, jugadores, todos.

Pero “negocio” no es una mala palabra, si el futbol no lo fuera, ese pensamiento mágico de tener hoy día un futbol como el de antaño es inviable, porque no podríamos verlo más que en vivo, ya que no habría televisación o no tendríamos infraestructuras apropiadas porque se necesita dinero para construir estadios, por ejemplo.

Para que este negocio funcione debe tener reglas como las tienen todos los negocios; como un almacén de barrio o un banco, y menciono estos dos casos porque a pesar de que ambos tienen reglas de funcionamiento, son diferentes, así como son diferentes las sanciones en cada caso cuando una regla se incumple. Si el que cobra en el almacén se equivoca, quizá el dueño se conforme con una disculpa; si el cajero de un banco se equivoca, quizá lo despidan.

¿Y por qué esto es así? entre otras cosas, porque el riesgo potencial de un error (económico en este caso) no es el mismo en un almacén que en un banco.

Esas reglas que rigen los negocios deben ser claras, esos acuerdos, esos compromisos que sus actores asumen generalmente deben respaldarse con la firma de un documento cuando entran al circuito de ese negocio (contrato de trabajo, acuerdo de nivel de servicio, contrato de mantenimiento, etc.).

Estas reglas le dan garantías a ese negocio, dejan claros los derechos y responsabilidades de cada actor, y por supuesto las penas de las que son pasibles en caso de incurrir en faltas, en caso de cometer errores incluso sin mala intención.

Y como el fútbol es un negocio, esto se aplica a todos sus actores, o casi todos, la gran mayoría, y cito algunos ejemplos, pero en todos ellos partiendo de la premisa que en ninguno existe mala intención, sino errores cometidos por seres humanos imperfectos como lo son y lo somos todos:

· Si un jugador golpea a un rival aun sin la intención de lesionarlo y esto le vale la expulsión, si comete un error sin mala intención y aunque a posteriori se arrepienta de sus actos y pida disculpas incluso públicamente, un tribunal ajeno a su entorno (llámese gremio, agrupación o cualquier otro al que pertenezca, por razones obvias de oposición de intereses), lo juzga en función de un código existente, claro, escrito y público; le aplica una sanción si así lo determina ese código, comunica públicamente el resultado y éste debe cumplirla. Esto da garantías y transparencia.

· Si un dirigente sobrepasa lo que se consideran los límites de la ética, si comete un error sin mala intención y aunque a posteriori se arrepienta de sus actos y pida disculpas incluso públicamente, un tribunal ajeno a su entorno (llámese gremio, agrupación o cualquier otro al que pertenezca, por razones obvias de oposición de intereses), lo juzga en función de un código existente, le aplica una sanción, si así lo determina ese código, comunica públicamente el resultado y éste debe cumplirla. Esto da garantías y transparencia.

· Si alguien del cuerpo técnico es expulsado durante un partido, si falta el respeto a otro actor con insultos, por ejemplo, si comete un error sin mala intención y aunque a posteriori se arrepienta de sus actos y pida disculpas incluso públicamente, un tribunal ajeno a su entorno (llámese gremio, agrupación o cualquier otro al que pertenezca, por razones obvias de oposición de intereses), lo juzga en función de un código existente, comunica públicamente el resultado y le aplica una sanción que éste debe cumplir. Esto da garantías y transparencia.

· Si un espectador durante un partido, falta el respeto a otro actor con insultos, por ejemplo, si comete un error sin mala intención y aunque a posteriori se arrepienta de sus actos y pida disculpas incluso públicamente, un tribunal ajeno a su entorno (llámese gremio, agrupación o cualquier otro al que pertenezca, por razones obvias de oposición de intereses), lo juzga en función de un código existente, comunica públicamente el resultado y le aplica una sanción que éste debe cumplir. Esto da garantías y transparencia.

Este mecanismo, aunque imperfecto y perfectible, nos da ciertas garantías, para que a la hora de participar de un espectáculo como el futbol, que por suerte y a pesar de ser un negocio sigue siendo un espectáculo, todos quienes participan tienen ciertas garantías mínimas de cómo se deberá desarrollar el mismo. Los jugadores deben ser cuidadosos con sus rivales, los dirigentes deben mantener la compostura y ser cuidadosos con lo que dicen, los miembros del cuerpo técnico deben controlar sus actitudes, y los espectadores deben hacer lo mismo. Y esto es fundamental y absolutamente necesario y no negociable, ya que puede haber consecuencias económicas (un club pierde dinero con malos resultados), laborales (un jugador puede perder su renovación de contrato con malos resultados de su equipo) y emocionales (la afición pierde interés en el espectáculo, se frustra, se enoja, deja de creer).

Por eso uno va al fútbol y sabe, gracias a esas normas, cómo se desarrollará, y sabe que si alguien se sale de libreto, si alguien hace algo que no corresponde, será pasible de sanciones, aun cuando lo que haga sea sin ninguna mala intención, porque, como dije anteriormente, somos seres humanos y nos equivocamos, pero la equivocación no exime ni en el futbol, ni en la casa, ni en el trabajo, ni en la vida, nadie deja de ser responsable de sus actos por el solo hecho de ser humano, nadie.

A pesar de que los actores que dan vida al futbol son muchos, porque además de los mencionados están los contratistas, las cadenas de televisión, las empresas que brindan seguridad, la policía, los boleteros, etc., sería oportuno enfocarse en particular en los que tienen mayor protagonismo a la hora del juego, del espectáculo, del negocio; que son jugadores, dirigentes, cuerpo técnico, espectadores y árbitros.

Pues bien, queriendo ejemplarizar el caso de los árbitros al igual que los casos de los restantes actores principales:

· Si un árbitro comete un error sin mala intención, prácticamente nunca a posteriori se arrepiente de sus actos ni pide disculpas, un tribunal de su entorno lo evalúa, no lo juzga, y en función de un criterio que no está claro, que no está escrito y no es público, si decide que se equivocó, le aplica una sanción que consiste en no nominarlo para la próxima fecha, pero no comunica públicamente el resultado y niega esto si públicamente, que quien es juzgado haya sido evaluado y la conclusión haya sido que cometió un error. Y coincidiremos que esto no da ni garantías ni transparencia.

Lamentablemente, todo esto hace que los árbitros tengan un halo de todopoderosos, intocables, incuestionables, impolutos (eso es un juez no un árbitro, los árbitros son buenas personas que ejercen su profesión), y en base al concepto de que siempre son atacados sin razón porque su función se basa en el hecho de ser humanos y, por lo tanto, pueden equivocarse.

Qué pasaría si estas reglas se aplicaran a cualquier otro actor principal, por ejemplo, el jugador. Imaginemos el caso:

· Si el jugador supiera que puede arriesgar más en una jugada, sin mala intención, pero con el riesgo potencial de lesionar a un rival, pero de hacerlo, será juzgado en la sala de estar de la concentración de su club, o más que juzgado, su actitud analizada por sus compañeros de equipo, quienes seguramente decidan que no debe ser sancionado y sepamos del resultado de esa evaluación al fin de semana siguiente cuando veamos que el jugador está en cancha para jugar un nuevo encuentro?

¿Alguien tiene el coraje de levantar la mano para decir que el futbol sería viable en estas condiciones? ¿Quizá nos conformaría si dijéramos que sus compañeros son personas de bien que lo evaluarán objetivamente y darán un resultado objetivo?

¿Sería suficiente con la palabra de cada integrante de ese comité evaluador?

Es claro que no, que no sería suficiente, ¿y por qué? porque sentimos que este tipo de procesos no daría garantías a ninguno de los actores, aunque debería serlo porque hoy todos aquellos que amamos el futbol debemos conformarnos con la palabra del comité que evalúa a los árbitros y confiar en su imparcialidad, objetividad y ecuanimidad, hasta que el ser humano evolucione como raza, y se transforme en un ser superior, libre de sospechas, desconfianza y miedo, la única herramienta que tendremos para estar medianamente tranquilos serán las reglas, normas, leyes, y la transparencia.

Entonces, yo me pregunto: ¿por qué aplicamos criterios tan dispares para los cuatro primeros grupos y los árbitros?

¿Qué ley divina dicta que los árbitros son seres humanos más humanos que los demás y por lo tanto están excluidos de ser evaluados, juzgados y sancionados como el resto de los actores?

Si reciben una paga por su trabajo igual que los demás. Si sus errores tienen consecuencias igual que los de los demás, aunque me atrevo a decir que incluso más, porque si un dirigente, jugador, técnico o espectador se equivoca y transgrede las reglas, seguramente no influya en el resultado del encuentro; pero si un árbitro lo hace, tendrá incidencia directa en el resultado (un penal, gol anulado, expulsión, etc.).

Se suele escuchar que los árbitros son cuestionados por intereses deportivos, porque los clubes presionan para que esto los ayude a lograr sus triunfos deportivos como, por ejemplo, ganar un campeonato. Pues sí, es cierto, pero esa es la visión limitada de la realidad, es solo una parte, es solo pensar en la copa que podrán en sus vitrinas, pero guste o no, lo peor de un error arbitral no es el daño deportivo; es simplista quedarse solo con eso, un error arbitral tiene consecuencias enormes, como que un club deje de percibir un ingreso económico importante por participar en una copa internacional, o que un jugador sufra la recisión de su contrato, es decir perder su fuente laboral, por no alcanzar los objetivos planteados. Estamos hablando de cosas mucho más importantes que una copa en la vitrina, y en el futbol el que tiene en sus manos el poder, con intención o no de provocar esto, es el árbitro, guste o no.

Y de la mano quizá sea momento de preguntarse por qué los árbitros se eligen y no se sortean como indicaría el sentido común, otra práctica más que de modificarse daría más transparencia al proceso

Y noten que hablo de árbitros, no jueces, pues esa es otra deformación social del rol, pues un juez es responsable de impartir justicia, un árbitro debe encargarse de hacer cumplir los reglamentos que rigen el deporte, no tiene ni la formación ni la trayectoria ni la experiencia de vida para ser juez, y esto no va en desmedro del árbitro, esto es así con la gran mayoría de los seres comunes entre los que me incluyo, si no todos podríamos hacer un curso de juez, y postular para un juzgado.

Y todo esto no es culpa de ellos, pero sí es su responsabilidad hacerse cargo y está a su alcance modificar esta situación, porque mientras sigan siendo cuestionados y hagan silencio estarán diciendo que prefieren seguir en esta situación de confort, y automáticamente dejan de ser tan inocentes como pretender ser vistos, porque la inacción es también una forma de acción.

La única forma de resolver esto es que pasen a ser tratados como el resto de los actores del futbol, mostrar que son iguales a los demás, y declarar con esto que no están tan cómodos en esta situación como muchos piensan, como muchos pensamos, saliendo a cambiar lo que está mal, con el beneficio de ser mejor vistos y respetados, como todos los seres humanos nos merecemos, todos, porque no hay humanos más humanos que otros.

Cuando los árbitros sean juzgados con transparencia, imparcialidad y objetividad como lo son el resto de los actores del futbol, ya nadie podrá siquiera insinuar que hay intencionalidad en sus actos, ni que actúan impunemente haciendo primar sus intereses personales sin preocuparse porque no habrá consecuencias, pues en ninguna cabeza cabe que alguien pueda intencionalmente perjudicar a un equipo con el riesgo de perder su trabajo. En cambio, ante la garantía de que seguramente sus actos no tendrán consecuencias, la duda siempre va a estar.

El Sr. Giménez no arbitrará en la próxima fecha, eso lo sabemos todos, lo que nunca sabremos es por qué el tribunal que lo evalúa llego a esa conclusión, ni por cuántos partidos será sancionado, pues eso no se hará público, ni tampoco escucharemos a un vocero de los árbitros reconocer públicamente que cometió un error grave en su trabajo como los que cometen los jugadores permanentemente, y que por esto ha sido sancionado. Es una lástima porque hacerlo saber no lo haría peor persona a Giménez, al contrario, mostraría que quienes lo evalúan son conscientes de que él puede equivocarse como todos nosotros, y automáticamente dejar de ser, como ya dijimos, un ser superior y perfecto que por su profesión está por encima del resto, y nos darán a los que amamos este deporte y que queremos volver a disfrutarlo argumentos sólidos para hacer frente a aquellos que defienden la bandera de la mala intención e impunidad.

La autocritica, humildad y transparencia son innegociables para construir relaciones sanas, por eso el fútbol seguirá siendo un negocio enfermo, un espectáculo enfermo, mientras una parte de sus actores, una parte principal y determinante, siga siendo considerada más humana que el resto de sus integrantes

Darwin
#14.135

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