Ocho goles. Cinco nuestros. Todos en un tiempo. Un cuatro a uno que fue de repente cuatro a tres y la incertidumbre hasta que llegó el final con ese otro gol.
Demasiada emoción cambiante para cuarenta y cinco minutos. Che que estoy grande…
Cuarenta y cinco minutos antes el murmullo de la gente y la pregunta… ¿Qué pasa que no entra la pelotita?
Confieso que en el entretiempo yo también tuve sentada a mi lado a la señora duda. Me miraba fija e impertinentemente mientras me susurraba al oído: ¿Otra vez un tiempo sin goles…qué pasa???... y yo hacía como que no las escuchaba y nunca la miré a los ojos. Pero estaba ahí y sentía su presencia molesta.
Se tuvo que callar y hacerse un nudo durante un buen rato. Después ayudada por las desatenciones y hasta por el juez apareció sobre el final para molestarme de nuevo.
Quinto gol nuestro. Suelto el aire contenido. Ella me mira, yo no la miro y hoy se va. Por suerte hoy se va.
No critico que se haya festejado este triunfo como si fuera una final porque sé que fue una explosión de rabia contenida, de bronca contra lo que no venía saliendo, pero me digo a mi misma que deberé mantener la calma porque el camino sigue y pareciera que después de dar vueltas sin ton ni son pudimos ubicarnos un poco pero las piedras seguirán estando y habrá que esquivarlas a medida que vayamos caminando.
A veces las piedras son las cosas innecesarias que se nos caen de nuestro propio equipaje.
Cargar la camiseta y la bandera, la alegría y la mesura, el trabajo y la paciencia. No guardar lo que no sirve. Especialmente los discursos hechos. Lo que estuvo mal, estuvo mal y hay que sacarlo y dejarlo atrás. Cerrar la mochila bien cerrada, respirar y seguir caminando.
Cecilia810
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