Para 1971, la Copa Libertadores se había transformado en una prioridad para Nacional. Varios factores se unieron para llegar a la conquista.
La primera Libertadores adquiere cada vez mayor relevancia y nos deja varias enseñanzas si estamos dispuestos a prestar atención a todos y cada uno de los jalones que llevaron a la consagración.
El primer paso hacia la meta, fue anhelarla, y aquí adquiere enorme trascendencia la figura de Don Miguel Restuccia y su determinación de hacer figurar el nombre del club con más lauros internacionales, al pie del trofeo continental.
Restuccia se paró firme ante un sistema -él lo denominaba «las cosas organizadas en nuestro deporte«- que, en principio era perjudicial hacia Nacional desde la AUF y que se conducía de manera similar en la Confederación Sudamericana de Fútbol. «Es evidente que, desde años atrás, fue aceptándose en la Junta, un criterio de subestimación de Nacional, que llevó a muchos a la creencia de que Nacional podía ser maltratado y dirigido, según conviniera a intereses ajenos, convencidos erróneamente, que el principista respeto de Nacional por las reglamentaciones, le haría tener que aceptar las soluciones formalistas (…). Fue para muchos una sorpresa que recibieron con estupor y les costaba admitir el ver a Nacional erguido y apoyado unánimemente por su masa social, enfrentarse a los mecanismos dirigidos y plantear con valentía y decisión la reforma de procedimientos arcaicos y negativos, en la designación de jueces». (fragmento de la Memoria Anual de 1968 publicada en el libro «Mi vida y algunas de sus historias”, de Miguel A. Restuccia)
En la final disputada en Lima se sucedieron algunos hechos que despertaron la suspicacia de Restuccia -quien ya venía «quemado con leche» a raíz de las dos finales de América perdidas con anterioridad en las que «intervienen factores extraños que le impiden culminar, perjudicando su consagración. Recuerdo lo de Leo Horn, o lo del juez paraguayo, en el match contra Independiente, en Buenos Aires. Y más cerca cuando el juez peruano no dio el claro penal contra Celio, en el Centenario». (Mi vida y algunas de sus historias, Miguel A. Restuccia).
En este mismo libro, el ex presidente relata que «estábamos en el comienzo del partido final contra Estudiantes de La Plata y yo ya había vuelto de los vestuarios con mi hijo Luis. En eso alguien me avisa que Salinas* había llevado al vestuario de los jueces al recientemente nombrado interventor de la A.F.A. en Buenos Aires. Nuevamente vi en eso una actitud desequilibrante, que no era justa y Nacional no merecía. Inmediatamente me levanté y fui en busca de Codesal que integraba la Comisión de Arbitrajes de la Confederación Sudamericana de Fútbol y le conté el episodio y el gesto anti deportivo que ello representaba contra Nacional y el disgusto que ello nos causaba. Me contestó: «Quédese tranquilo Dn. Miguel, de inmediato bajo y voy al vestuario de los jueces». Al rato Volvió y me dijo:»Hablé con los tres árbitros y les dije que ellos debían arbitrar con absoluta tranquilidad y solvencia. Quién los va a juzgar soy yo, no Salinas«.
La honestidad, otro factor importante
A menudo nos cuestionamos sobre el rendimiento que puedan tener, defendiendo nuestra gloriosa camiseta, futbolistas claramente identificados con los colores del tradicional rival. A veces vamos más allá y proclamamos nuestra preferencia por un jugador «promedio» si éste es hincha del club, que por uno destacado que no lo sea. Luis Alberto Cubilla brilló en aquel Nacional de ´71. En ocasión de llegar al club, el Presidente le manifestó: «se que no sos de los nuestros, pero vas a jugar como si lo fueras», a lo que el delantero respondió: «Presidente, ya he recorrido mucho mundo deportivo. Ahora me debo a Nacional y le sabré responder» ¡Y vaya si lo hizo!
Pensar en grande
La situación financiera del club a fines de 1960 y principios de 1970 era -como lo es hoy- ciertamente difícil. Tampoco el panorama deportivo era el mejor, según relata Miguel Restuccia en su libro: «Cuando llegamos a Nacional, había algunos grandes jugadores que aún no habían rendido de acuerdo a las condiciones por las que habían sido contratados. Otros, aún no habían sido ascendidos a primera y no se sabía su real rendimiento». Cualquier semejanza con la actualidad…
El entrenador en funciones cuando Restuccia asume como presidente en 1968 era Julio Maceiras. A fines de ese año se contrató a Zezé Moreira quien sería reemplazado por Enrique Fernández a quien sucedería Washington Etchamendi. Nuevamente, cualquier semejanza con la actualidad…
La falta de dinero para contratar a los jugadores desequilibrantes necesarios para el logro internacional, se suplió con imaginación. Artigas Almandoz le hizo llegar a Restuccia una propuesta que luego de estudiada y aprobada, daría excelentes resultados económicos, que se transformarían en contrataciones que posteriormente devendrían en campeonatos. «La Gran Jugada» fue una rifa con cuantiosos premios que permitió recaudar dinero para contratar «poco pero bueno». A partir de esta iniciativa llegarían al club Juan Carlos Mamelli, Manga y Luis Artime.
El grupo y la armonía
Otro de los grandes aciertos que tuvo aquel Nacional inolvidable, fue la contratación -mientras se encontraba asistiendo al Mundial de México 70- de Washington «Pulpa» Etchamendi como DT. El «Pulpa» era un incuestionable manejador de grupos, conocedor del fútbol y un experto manejando la psique de los jugadores, porque, seamos justos, no existe siempre una total armonía en un grupo humano tan extenso y variado como un plantel de fútbol.
En cierta ocasión existió un incidente en Los Céspedes que involucró a Luis Artime y a Manga, por el cual quedaron distanciados. En esta oportunidad no fue Etchamendi, sino el presidente Restuccia quien intervino para recuperar la armonía. Él lo relata de esta manera: «Cuando me enteré llamé a ese gran colaborador que era Pereyra Machado, y le pedí que me llamara a Ubiñas. Este gran y leal jugador, como así gran colaborador de nuestra gestión, concurrió de inmediato. Le dije:
«Ubiñas, ¿crees que Nacional puede obtener la Libertadores sin Artime?».
Me respondió con rapidez, «no lo creo, Sr. Presidente».
Le volví a preguntar: «¿Crees que Nacional puede conquistar la Copa Libertadores sin Manga?…
Rápido contestó: «Imposible Sr. Presidente».
«Bueno mi querido Capitán, vamos a arreglar rápido este problema».
Y así de rápido hablamos con los actores involucrados, los hicimos comprender la situación en que podían poner a Nacional y a su parcialidad. No lo hicimos juntos entre ellos, sino a cada uno por separado, pero como ya se había logrado poner en cada uno la mística de la gran conquista, el asunto se arregló y no dejó huellas«.
El camino está trazado
Quisimos brindar un reconocimiento a los jugadores y dirigentes involucrados en la conquista de nuestra primera Copa Libertadores de América, de una forma diferente. No deteniéndonos a destacar los brillantes partidos, las actuaciones descollantes ni la épica final, sino recordar que en lo previo de aquella gesta -como en las anteriores y las sucesivas- también existieron piedras a correr en el camino. Que no todo es paz, pero tampoco discordia, que la forma de alcanzar objetivos trascendentes es a través de un pleno convencimiento desde la cabeza hasta el último de los involucrados y haciendo prevalecer la honestidad y la inteligencia por sobre las diferencias.
* Teófilo Salinas Fuller fue un dirigente peruano que presidió la Confederación Sudamericana de Fútbol entre 1966 y 1986.
Ernesto Flores
decano.com
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