Lo que no nos debe extrañar es esa necesidad implícita en el ser aurinegro de estar, a como dé lugar, hablando del club más laureado de América.

“Si quiere le digo alguna cosita, cómo algunos jugadores después de la crisis de la viruela – que los Céspedes murieron por la vacuna de la viruela-, hubo que contratar jugadores del pueblo, gente pobre. Fueron a buscar ahí gente del pichaje, y se armó un lío adentro de la dirigencia de Nacional, porque claro, qué hacemos con estos pobres acá adentro y no sé qué. Abdón Porte fue porque era pobre, y lo metieron pa´dentro y después fue una figura bárbara, pero los universitarios de aquel momento… fue tremendo, pero tá”.

Así como lo lee –si la llega a escuchar, el tono impuesto es peor que el transcripto- se refirió una vez más a un hecho que atañe al Club Nacional de Football, un periodista del informativo matinal de Radio Sarandí. Lo primero que no nos debe extrañar es esa necesidad implícita en el ser aurinegro de estar, a como dé lugar, hablando del club más laureado de América.

Pasando de esta primera y esperada impresión, nos golpea el desprecio manifiesto de este señor hacia los universitarios (donde habrá ido a parar la consigna “obreros y estudiantes, unidos y adelante”). Aquí me quiero detener en primera instancia, porque si bien no puedo hacer nada para cambiar el tono despectivo y socarrón del periodista para referirse a los que, en el imaginario popular manya son los “ricachones universitarios que fundaron a Nacional”, sí puedo hacer algo para echar luz sobre esto.

Recordemos que las edades de los fundadores del primer club criollo de América, oscilaban entre los 16 y los 21 años. Ahora bien, ¿cómo se corresponden estas edades con estudiantes avanzados, “universitarios”? La respuesta es fácil de encontrar si uno, antes de opinar abiertamente de algo en un medio de alcance masivo, dedica unos minutos a la investigación.

El sistema educativo tras la reforma vareliana, promovida y aprobada en el gobierno de Latorre en el año 1877, establecía la conformación del Sistema Educativo Público sobre tres pilares: Primaria, Enseñanza Técnica y Enseñanza Secundaria y Superior, éstas dos últimas centradas en la Universidad.

El Club Nacional de Football nace merced al empuje del Rector de la Universidad, Alfredo Vásquez Acevedo. Según se puede leer en el libro Historia de la Educación Secundaria 1935 – 2008, cuyo plan general de la obra y dirección académica corresponde al Prof. Benjamín Nahum, «durante el rectorado de Alfredo Vásquez Acevedo, Secundaria funcionó en el mismo edificio que la Universidad, compartiendo las dependencias. La separación física de la Universidad y Secundaria recién se produjo a comienzos de 1911, cuando se inauguró con la mayor pompa el edificio que ocuparía hasta nuestros días, con algunos intervalos, bajo el nombre de su impulsor (Instituto Alfredo Vásquez Acevedo o “IAVA”).

Ergo, los “despreciables universitarios” que fundaron Nacional, eran en su inmensa mayoría, lo que hoy podemos llamar liceales.

Ahora bien, no todos los fundadores eran estudiantes, y tampoco lo eran todos los que se sumaron después, provenientes del Universitario y Defensa. La llegada de jugadores del Defensa, entre ellos el primer “Mariscal” del fútbol uruguayo, Miguel Nébel a Nacional, fue decisiva para que los hermanos Céspedes optaran por unirse al club de “los nacionales”. Hago referencia a los Céspedes porque, en su confusión el periodista de Radio Sarandí los cita, hablando de su muerte casi como preámbulo del Cisma de 1911, siendo que Carlos y Bolívar –que no eran de familia acomodada- mueren en 1905, habiendo llegado al club en 1900. En los primeros años de 1900, también hacían sus primeras armas en el club otros jugadores de origen humilde (del “pueblo” o “pichis” para el periodista), como Ángel Romano o Antonio Brienza.

No me quiero extender demasiado hablando sobre los primeros jugadores de raza negra en Primera División–seguramente incluidos dentro de la descripción de “pueblo” del periodista de Sarandí- que debutaron en Nacional en 1911, ni de los botijas vecinos del barrio La Mondiola (cuando era un rancherío) o de los descampados linderos a Camino Cibils, que iniciaban su aventura futbolística en Nacional a fines de la década del 10, ni detenerme recordando el concepto inclusivo del Dr. José María Delgado al referirse a los hinchas de Nacional “este tipo admirable de devoto partidario, que (no) solo se recluta entre los obreros, empleados o los adolescentes fáciles de encenderse por cualquier causa; no, más o menos disimulados, pero apareciendo a la menor erosión de la corteza, forman en la simpática congregación famosos profesionales, diputados, ministros, consejeros de Estado y hasta presidentes de la República…”, porque donde realmente me interesa detenerme es en la preocupación que le genera al periodista “el lío que se armó” adentro de la dirigencia de Nacional, esos universitarios que tanta tirria le generan.

Este “lío” no es otra cosa que el conocido como “el cisma del 11”, algo que no nos causa ninguna vergüenza a los nacionalófilos. Este cisma inspiró de alguna manera a otro acaecido dos años después en otro club del fútbol uruguayo, con la diferencia que, mientras el nuestro fue para “tirar pa´dentro” al decir del periodista, el otro fue para “tirar pa´afuera” a los que no asumían que en su club había socios de categoría “A” y otros de categoría “B”. Estos últimos, aceptando el rechazo, decidieron irse y fundar otro club que, con el paso de los años, al igual que Nacional, aunque en menor medida, se cubriría de gloria.

Ernesto Flores

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