El 13 de setiembre de 1903, Uruguay consiguió la primera victoria internacional, integrado solo por Bolsos.

«Aún guardan mis sentidos de la emoción pasada fecundas irradiaciones y cada año, el 13 de setiembre, mi árbol de triunfo se cubre de nuevas hojas y de flores brillantes».  Miguel Nebel

El 1º de marzo de 1903, Batlle y Ordóñez resultó electo Presidente de la República y el 28 se pactó una paz inestable en Nico Pérez. Mientras tanto, cada fin de semana una multitud de uruguayos «cruzaban las fronteras partidarias convertidos en espectadores siguiendo a sus equipos»

Comenzaba setiembre y en el torneo local todo hacía presumir que Nacional y el CURCC llegarían «cabeza a cabeza». Ver información sobre la vida de Nacional en 1903.

Los combinados de Uruguay y Argentina ya habían disputado dos partidos en 1902. Se jugaron en la cancha del «Albión» del Paso Molino. En ambos ganaron los argentinos por 3 a 2 y 6 a 0 respectivamente.

Era momento de nombrar a los «futbollers» que integrarían la selección uruguaya para el cotejo del día 13 de setiembre, en Buenos Aires. Estaba latente todavía el recuerdo del partido anterior.

La Comisión de la «League» nombró a los siguientes jugadores: Amílcar Céspedes; Carve Urioste y Boutón Reyes; Nebel, Luis Carbone y Ceferino Camacho: Pena, Bolívar Céspedes, Aniceto Camacho, Castro y Cordero. Estas designaciones causaron hondo malestar entre los «ferrocarrileros ingleses», desconformes por la inclusión mayoritaria, injusta según ellos, de jugadores de Nacional, por lo que no vacilaron en renunciar al honor de formar parte del «team» oriental.

En el seno de la Liga, que por ese entonces se reunía en el Café Gambrinus, hubo perplejidad y desazón, iniciándose de inmediato las gestiones pertinentes en Villa Peñarol, sin resultado.

Pedir la suspensión del partido parecía lo «más sensato» para la mayoría; entonces el gallardo y retobado Nacional, el de los Céspedes, el de los jóvenes universitarios, el de los colores de Artigas, el campeón invicto de 1902, se plantó con su bandera de lucha y conquista el derecho de representar al fútbol uruguayo –con sus aguerridos «players»- cumpliendo así gallardamente, el compromiso contraído.

Aunque la «League» respetó el paso al frente de Nacional, pocos creían en la convivencia de esta «quijotada» pese a que Nacional le había ganado en 1902 a Barracas en Buenos Aires y en el Parque Central por el mismo tanteador: 2 a 1

El seleccionado argentino estaba conformado sobre la base de los mejores «players» del Alumni, con el aporte de grandes figuras de Belgrano, Lomas y Estudiantes. Las especulaciones iban en aumento; perder por 6 goles como local y presentar como visitante sólo a un club… Pocos decían en voz alta lo que repetían entre líneas.

Nacional trabajaba y se aprontaba con una entrega envidiable. Según Domingo Prat, desde fines de agosto los tricolores entrenaron todos los días de 3 a 5 de la tarde, algo inusual en esa época

El Consejo de la «League» argentina en pleno, recibió en la dársena Sur, al «Tritón» con la delegación tricolor a bordo. A las 11 de la mañana, los anfitriones agasajaron a los orientales con un almuerzo en el reputado «Aus Kéller» de la calle Corrientes. El presidente de la «The Argentine Football Association League», Chevalier Boutell, fue quien pronunció las palabras de bienvenida; luego hablaron Mullin -delegado uruguayo- y Eusebio Céspedes, padre de los populares hermanos. Las palabras de Don Céspedes no eran para que las llevase el viento: «Sabemos que no podemos ganar; venimos como hermanos a cumplir». Los conceptos finales de Alejandro Watson Hutton tampoco eludieron la realidad de los hechos: «Nada podía complacernos tanto como esto, de que un equipo de club haya asumido tan alta responsabilidad, para que no se interrumpiera la disputa anual entre los futbolistas del Río de la Plata».

El cortejo se celebró en el «field» de la Sociedad Hípica Argentina, en Palermo, ante más de 8 mil espectadores que creían que el «match» sería «un juego del gato con el ratón». En el Palco Oficial se hallaban: el Presidente de la República Argentina, Gral. Julio A. Roca, el Ministro Plenipotenciario del Uruguay Daniel Muñoz, ministros, legisladores y diplomáticos.

 Nacional presentó su alineación característica:
A. Céspedes; Carve Urioste y Bouton Reyes; «Miguelón» Nebel (Cap.), Luis Carbone y Pigni; Bolívar Céspedes, Rincón, Carlitos Céspedes, Castro y Cordero.

El arbitraje le correspondió a Rudd, de la Liga Argentina, actuando como líneas, Domingo Prat –Presidente de Nacional- y Francisco Chevallier Boutell.

Argentina formó con
J. H. Howard (Belgrano); Carlos Carr Brown (Alumni) y Walter Buchanan (Alumni); E. Firpo (Barracas), J. M. Penco (Estudiantes de Buenos Aires), Gottlob E. Weiss (Alumni), Juan José Moore (Alumni), Jorge G. Brown (Alumni), Charles E. Dickinson (Belgrano) y Eugenio Moore (Alumni).

Desde el arranque, una mezcla de sorpresa y estupor invadió «la Hípica»; nadie entendía nada ya que los primeros minutos del partido fueron un monólogo tricolor. Nacional dominaba y atacaba, los argentinos se mostraban desconcentrados y, a los 19 minutos llegó el primer «gol», una joyita de Carlitos Céspedes. Marcharon a los vestuarios con ese resultado parcial: 1-0.

Al comenzar el segundo tiempo la máquina argentina salió con todo, buscando pasarle por encima a los osados uruguayos, pero éstos se defendían como leones y ¡oh, sorpresa!, llegó el segundo gol por obra del talentoso y escurridizo Bolívar Céspedes. Luego abrió el libro Jorge Brown, marcando dos golazos que pusieron el partido 2 a 2.

Cuando se acercaba el final del encuentro, aparece nuevamente Carlos Céspedes para hacer el gol del triunfó histórico

La lucha había sido pareja en todo y los rivales dejaron «el alma en la cancha»; Uruguay había ganado 3 a 2 a la poderosa escuadra nacional argentina y lo había hecho representado por un club: ¡Nacional! Aquella misma noche, los protagonistas de la hazaña volvieron en el «Tritón».

Esta inaudita proeza «llevada a cabo por once muchachos uruguayos que apenas acababan de abandonar la adolescencia, dio lugar a la explosión de un intenso júbilo patriótico que repercutió en todos los ámbitos y esferas del País»

En «La Razón» del lunes 14 de setiembre, se podía leer el siguiente telegrama

«Buenos Aires, setiembre 14.
-A Enrique Lichtenberger.- Piedras127.- Montevideo.-

En nombre del Consejo de la Argentine Football Association, felicito a la Liga Oriental por el triunfo de ayer.
Los miembros del tema oriental se han portado como héroes. La línea de forwards ha resultado la mejor que se haya presentado en nuestras canchas.

Un cariñoso saludo a su digno presidente y demás miembros de la Liga Oriental.
–CHEVALLIER BOTELL, Presidente; F. WILLIAMS, Secretario.-

La edición del periódico «El Siglo» también nos ubica en aquel momento histórico:

«-En el vapor de la carrera regresaron ayer los campeones orientales que vuelven victoriosos del gran match internacional del domingo pasado. Gran número de aficionados fue a recibirlos a bordo y en el «Tritón» volvieron a repetirse los hurras entusiastas y los vivas a Nacional mezclados con los abrazos y estrujones a los jugadores».

Recordando la gesta gloriosa, el Capitán Miguel Nebel, el fraterno y querido Miguelón, cuando era el único
sobreviviente de la hazaña escribió desde Barcelona para «Noticiario Nacionalófilo» (revista partidaria ):

 «Citan ustedes una fecha: 13 de setiembre. Cuando en mi recogimiento abro el libro de mi vida, en busca de pasadas emociones, las flechas de mis ojos se clavan en el centro del luminoso recuerdo. Aún guardan mis sentidos de la emoción pasada fecundas irradiaciones y cada año, el 13 de setiembre, mi árbol de triunfo se cubre de nuevas hojas y de flores brillantes».

Aquel 13 de setiembre de 1903 ¿tiene rasgos similares al de los 33? La historia de nuestro fútbol, ¿comenzó con Nacional?

El 13.setiembre de 1903 en Buenos Aires, más precisamente en la cancha del  Sportivo Barracas, fue cuando Carlitos Céspedes cerca del final, puso el definitivo 3 a 2 de los «uruguayos» del Club Nacional de Fútbol frente a la selección argentina que alineaba con jugadores con apellidos patricios. Esto es, por si algo le faltaba al campeón invicto de la temporada 1902, para adentrarse definitivamente en el corazón del pueblo. Esa victoria lo elevó a la categoría de «Gigante».

La letra del candombe de J. Morella interpretado por la orquesta de Puglia-Pedroza intenta decirlo todo: expresa un sentimiento que se hace realidad en gran parte de la hinchada tricolor. Representa  la unión indisoluble, permanente, eterna, entre el «sentir»  a Nacional y  la pasión que eso conlleva y lo vincula a los hechos más notorios de nuestra  historia como nación. Historia en la que el fútbol uruguayo y por lo tanto, Nacional y nuestra Selección, están íntimamente  ligados.

Un poco de historia

Si el 14 de mayo del 1899 , cuando el club recién formado, decide llevar en su equipo deportivo y en sus emblemas los colores del artiguismo, está  haciéndole un homenaje no sólo a nuestro caudillo federal, el General José Gervasio Artigas, sino también al Uruguay.

Artigas, con su accionar frente al centralismo porteño y al absolutismo portugués hizo, posteriormente, fructificar y convertirse en realidad  la Cruzada Libertadora de 1825,  la conquista de las  Misiones en 1828  y provocó además la intervención inglesa, a la que le era funcional sin duda, la creación del nuevo estado. Y contó, obviamente, con el apoyo de muchos orientales que comprendieron que nos «convenía» más la  independencia, que  la unión con cualquiera de nuestros dos grandes vecinos, en virtud de las malas experiencias que habíamos tenido en ese sentido.

Así fue que el 18 de Julio de 1830, nacía el Estado Oriental del Uruguay, pero aún no, la nación uruguaya.

Conflictos internos.  Intervenciones extranjeras

Para entender lo que más arriba señalábamos, necesariamente hay que hacer un brevísimo repaso de los hechos más representativos de nuestra historia en el siglo XIX.

Las luchas políticas y las guerras civiles  entre los entonces recién formados bandos tradicionales fueron una constante luego de la creación del  Estado: la batalla de Masoller  en 1904, que le pone fin a la revolución blanca de Aparicio Saravia con su muerte unos días después. Y le da inicio, ahora en paz, al primer gobierno de José Batlle y Ordóñez que había comenzado en 1903 y que empezaría, en el marco de un contexto interno y externo,  a darle a nuestro país, características que lo llevarían  a un período de crecimiento en todos los órdenes hasta 1930.
Sí. Así fue en lo interno nuestra situación internacional desde el inicio del Estado: enmarcada por la permanente vinculación  a  nuestros vecinos. El Imperio del Brasil, las provincias unidas del Río de la Plata y luego Confederación Argentina hasta transformarse finalmente en la República Argentina, provocaron permanentes  intervenciones y conflictos con y  en nuestro país.

La Guerra Grande ( 1839-1851/52), la   Guerra de la  Triple  Alianza con Uruguay, Brasil y Argentina contra el hermano pueblo paraguayo entre 1865 y 1870, hicieron  que para los habitantes de nuestro territorio el concepto de identidad nacional fuera difícil de asimilar en su plenitud, dado los estrechos lazos que los caudillos  y cabezas visibles de los  partidos Nacional  y Colorado, tenían con el exterior. Esa identidad, o era muy frágil o estaba en los hechos permanentemente cuestionada pues, lo que se cuestionaba en realidad  era la «viabilidad» del país como tal.

Este aspecto ha estado y en alguna medida todavía está, en la mente de algunos. Ángel  Floro Costa en su libro «Nirvana» en 1880, aspiraba a que nos integráramos a la República  Argentina mientras que otros sostenían la necesidad de hacerlo con el Brasil.

Crecimiento demográfico.
La Patria «Gringa».

Sumado a los problemas políticos, se suma la gran  inmigración que recibió el país entre 1830 y 1908: la población  pasó  de 74000 habitantes en 1830 a 1.042.000 en 1908.

En Montevideo hacia 1900, casi el 50%  de los mayores de 18 años eran extranjeros. Esto tuvo como consecuencia, además del problema del choque cultural y social entre los habitantes, dado que el aluvión inmigratorio fue de tal magnitud, que fuera  difícil sobreponerse a esa confrontación y el poder  integrar  a los extranjeros a la sociedad criolla.

La llegada masiva de inmigrantes  mayormente  italianos y españoles, pero también  franceses, suizos, alemanes, ingleses y brasileños, entre de otros, le cambió la fisonomía  fundamentalmente a Montevideo, pero también al interior del país, especialmente en la zona sur y  litoral.

La «modernización»

.Hacia 1870 en Uruguay como en gran parte de Sudamérica, se imponen gobiernos «fuertes», basados en el poderío cada vez mayor de los ejércitos que se iban profesionalizando y armando mejor. Con ésto, el poder de los gobiernos (no sin problemas), se fue extendiendo en el territorio de cada «patria» chica americana. Asimismo, todos los  nuevos estados latinoamericanos nos integramos  a un mundo con gran desarrollo económico, detrás del surco que los  grandes imperios , especialmente el inglés, iban marcando.

En  nuestro carácter de proveedores de  materias primas como carne, cuero y lanas, cumplíamos nuestra función totalmente necesaria para la Revolución Industrial, que proseguía sin pausa su constante  avance tecnológico.

En búsqueda de la identidad :  La exhaltación de lo nacional

En nuestro país, el Coronel Lorenzo Latorre y luego el General Máximo Santos, gobernaron con una dureza  casi sin límites, directa o indirectamente, entre 1874 y 1886.

Afirmaron su autoridad en los fusiles Remington del  ejército, en los trenes y en el telégrafo. En el  período conocido como  Militarismo, se logra  ahora,  por primera vez, que la autoridad del gobierno se imponga en todo el  territorio nacional, sometiendo así a los  caudillos a la autoridad central  y como consecuencia de  ello a toda la sociedad y por ende, también a los partidos políticos.

Sin embargo, en el seno de nuestra sociedad  criolla, más específicamente en la elite intelectual de la época, desembarazada  de los vínculos políticos, del  accionar de nuestros vecinos y ahora también de las luchas políticas internas, que  empieza a nacer o a renacer la idea de lo «nacional»,  la necesidad de encontrar «un espacio propio», una raíz  común, un «algo» que nos identificara, que nos uniera por sobre las diferencias,  que nos afirmara con Nación.

Y ese algo que nos une a todos es la figura y el pensamiento de José Artigas.

La reforma educativa de José Pedro Varela, que comienza en esos años (1876-77), será el instrumento que lentamente irá posicionando la figura de Artigas como el eje y la base donde nace y se encuentra  nuestra identidad común. Y comenzará paulatinamente  su rehabilitación  pública. Cabe agregar, no obstante, que no será  hasta el año  1923,  que su monumento ocupe el digno lugar que le corresponde en la Plaza Independencia de Montevideo.(1)

No nos fue fácil reconocernos  a nosotros mismos.

Nos costó. Nos cuesta. Y lo es por la  lucha permanente entre lo autóctono y lo extranjero.  Era notoria la influencia de lo europeo en nuestra sociedad en esos años del siglo XIX.  En todos los órdenes: costumbres, gastronomía, gustos literarios, idioma, modos de pensar, filosofar entre otros. Los hijos de los miembros de las clases altas  viajaban  permanentemente a europa: a  «instruirse».

Pese a esa búsqueda insistente de lo ?europeo?, surge  entonces, en algunos intelectuales, la idea del surgimiento de lo «uruguayo» como algo a manifestar, como algo importante a defender y a mostrar con orgullo frente a lo extranjero; surge la «conciencia nacional»(2).

De repente, esa idea distorsiona el análisis histórico. Se irá expandiendo el concepto  que  la nación  es como una «isla» en América;  se fue plasmando  también de esta forma, nuestra identidad. Pasamos de estar «integrados» a la fuerza a nuestros vecinos, a la verdadera «historia» del Uruguay como un hecho singular, separado por completo de sus raíces latinoamericanas y totalmente vinculado hacia lo extranjero, especialmente a la economía inglesa y a la cultura francesa.

Por un lado, pretendíamos ser europeos. Por otro lado dejábamos de ser «orientales» » para ser uruguayos »  Pero. Claro.  Ese camino abrió ahora otro: un firme proceso hacia  el encuentro de lo nuestro. El de la necesidad de lo «nuestro» .

Hacia la identidad Nacional

Ésta se vió plasmada bajo diferentes formas. Entre las manifestaciones artísticas, » La Leyenda Patria» de Zorrilla de San Martín, leída  y recitada  en  Florida  ante 5000 personas el 19 de abril de 1879, marca un mojón imborrable en la afirmación de nuestra nacionalidad uruguaya.

Casi al mismo tiempo, Juan Manuel Blanes, con sus pinturas históricas, entre ellas  » el Desembarco de los 33 Orientales». Francisco Bauzá y su historia de » La  Dominación Española en el Río de la Plata»;  Eduardo Acevedo Díaz con sus novelas como  «Nativa», «Grito de Gloria» e «Ismael», escritas hacia la década del 80, presionan en ese sentido.

En 1887, Grosso   crea el Pericón  Nacional.   En 1900 Hermano Damascena .publica la primera edición de su «Historia Nacional», una historia  «de los indígenas hasta su tiempo», centrando absolutamente los hechos en nuestra realidad, dejándonos muy aislados  de la región y del mundo. El mismo año también  nace la marcha «Mi Bandera» que rápidamente se convertirá en el primer » himno» de nuestro Nacional.

No obstante ésto, una permanente  visión ambivalente, dual, de oposición, era la característica   de  nuestro país. Al Montevideo pujante, siempre dispuesto  a recibir  la última moda europea, se le contraponía un interior del país que recibía «lentamente» los aportes de la modernización, pero que defendía a ultranza sus tradiciones frente al  «gringo», al inglés, al francés, al italiano o al español también, aunque estos últimos, italianos y españoles, se integraban más rápidamente y más profundamente en nuestra sociedad, acriollándose en general (ya en su primera generación), pero dejando en la sociedad,  también,  gran parte de su impronta cultural .

En lo político, colorados y blancos  repartían a la sociedad en mitades de arriba a abajo.

En  lo económico era más que importante la presencia extranjera, que era dominante  en cuanto a posesión de empresas tanto comerciales, industriales, bancarias  como agropecuarias.

Esta situación generaba fricciones, incluso a este nivel, entre los defensores a ultranza del «libre comercio» y  los de las nuevas concepciones económicas, estatistas, «de nacionalizaciones» de las que iba siendo el principal abanderado José Batlle y Ordoñez que se convertiría en el principal enemigo del poder económico británico en nuestro territorio.

La situación del deporte

Esta predominancia extranjera  era absolutamente  dominante en materia deportiva.

No es objeto de este artículo, comentar la evolución del deporte en nuestro país, pero todos los que han escrito sobre el tema son contestes  en afirmar que, en materia deportiva, hacia la década del 90, sólo el Club Nacional de Regatas del año 1888, y un Club Nacional de Velocipedistas (ciclistas) en 1890, eran los clubes, formalmente constituídos que podían ser considerados  integrados  por criollos.

A nuestros conciudadanos de finales del siglo XIX les quedaba como deporte a nivel popular, el juego de pelota vasca, las pencas, y en otro plano los juegos por «timba».

Las corridas de toros como espectáculo, tenían sus seguidores, así como había una intensa vida artística y cultural, especialmente en Montevideo.

Desde los años en que el Montevideo Cricket Club (M.C.C.) y el Montevideo Rowing Club (M.R.C.) lo empezaran a practicar, el primer partido lo jugaron los ingleses del M.C.C. contra otro grupo de marinos ingleses en 1878.(3)
Los partidos entre ambos clubes empezaron alrededor de 1880, en los campos de Punta Carretas. Conocidos como los «ingleses locos», dado que así los  llamaban los habitantes de Montevideo  por lo extraño del juego. Había  siempre varias embarcaciones inglesas de guerra en el puerto  y sus tripulantes bajaban a practicarlo allí, asiduamente.

El Albión, nace en  agosto de 1891. Estaba integrado por hijos de extranjeros y  posteriormente en setiembre, lo hace el C.U.R.C.C.  fundado  por altos directivos, técnicos y empleados de la empresa más potente de esos años en Uruguay, el Central Uruguay Raiwail, o dicho de  otra  forma, de la mano más fuerte  y firme del Imperio Británico en nuestras tierras. Nace, pués, «en cuna de oro» (4).

Otros clubes que surgieron posteriormente fueron, el Uruguay Athletic de Punta Carretas y el Deutscher F.C. que abarcaba a la colectividad germana.

Sabemos que estos clubes, eran exclusivistas, es decir, sólo aceptaban gente de su condición social (en el C.U.R.C.C.  participarían luego si eran empleados de la empresa).

Sus actas  estaban escritas en su idioma  original y eran clubes «típicos» de la época, que pretendían mantener esa situación siempre. Tomaban al deporte con un estilo señorial, como un estilo de vida, sabiendo obviamente las virtudes del deporte en la formación del individuo tanto física como mentalmente. Eran los «sportman».

Su ejemplo fue entrando de a poco en la gente criolla.

Claro, tenía la ventaja de ser  un deporte que no suponía altos costos para  ser practicado, con  gran ventaja en ese sentido sobre el cricket, el tenis, el remo o el golf, a manera de ejemplos, que requerían un equipamiento más costoso. No obstante  en aquellas épocas no era fácil conseguir pelotas de calidad o indumentaria adecuada ( dado que venían de Inglaterra), pero así y todo, los  criollos se fueron  dando maña para practicarlo. Hacia 1899, varios grupos  de muchachos formaban equipos y  concertaban amistosos, tratando de emular y por qué no, superar lo que hacían los extranjeros.

No había campeonatos hacia 1899. Se hacían sí, partidos  amistosos entre estos equipos,  con las tripulaciones de los barcos que recalaban en el puerto, o incluso contra algunos equipos ingleses provenientes de Buenos Aires.
El monopolio del deporte gringo sin embargo, ya estaba cuestionado.

Los criollos aspiraban a ganarse un lugar en el mismo,  especialmente en el «football».

Había que enfrentar a los gringos también en este campo: los latinos  tenían que «poder» con los sajones.
Nuestro Nacional

La Universidad iba a ser el lugar adecuado  desde donde institucionalmente se trataría de entrar en tema. Surge el Universitario  Football Club. Don Domingo Prat, primer capital de nuestro Club, indicaría luego, que hasta este club llevaba la denominación futbolera de origen sajón (5). Entonces, y también apoyados  por la  Universidad de la República  así como a  nivel de preparatorios o pre universitario ( bachillerato actual), pibes de entre 14 y 17 años, habían formado equipos también: el Montevideo,  en la actual 18 de Julio y Constituyente, el Uruguay Athletic, otro con el mismo nombre que el inglés pero criollo del barrio de la Unión. ¡ Qué nombres el de los equipos! Hablan sin lugar a dudas, del espíritu que los animaba. Ellos fueron la base a partir de los cuales surge Naciona l:el primer club criollo de Uruguay y de América.

Alentados por la actitud  de un Rector  como Alfredo Vázquez Acevedo, firme propulsor del deporte  en la Universidad y apoyados entre otros, por  Pedro  Manini Ríos y Claudio .Williman

El fútbol debía ser además, una forma de expresión del criollaje, una forma de expresión de esa uruguayez que se había venido afirmando en gran parte de la sociedad como una condición indispensable para terminar de «entender»» que éramos un país, una Nación distinta y soberana, de mediana extensión y con pocos habitantes, pero Nación independiente.

Sí . LO ÉRAMOS pero además,  LO DEMOSTRARÍAMOS.

Y en el deporte, que  poco a  poco se iba a ir masificando, aparece Nacional. Por eso Nacional y por todo el bagaje  emocional que significaba hacer realidad  una idea y lograr  ponerse  frente a frente, en igualdad de condiciones con los poderosos representantes de la nación más importante del mundo como lo era en ese entonces Inglaterra.
Así nace, el  30 de marzo de  1900, The Uruguayan  Association Football League (6).

Allí sólo se admitían clubes que tuvieran «sportman», es decir extranjeros: Albión, C.U.R.C.C., Uruguay Athletic y Deutscher F.C.  eran los que tenían «la sartén por el mango». Para mantener puros sus ideales deportivos, sólo equipos  de nivel podían competir contra ellos e integrar su liga exclusivista.   .

Las actas de sus reuniones, obviamente se redactaban en idioma inglés.

El fútbol se jugaba ya en los barrios; había decenas de equipos  pero no les iba a ser fácil llegar a la League.
Lo demás, es parcialmente sabido. La no aceptación de Nacional a integrar la League en el 1900 por «no considerarlo lo suficiente apto». El  rápido posicionamiento popular  que tuvieron esos muchachitos,  todos criollos que venían  de hogares de clase media y o media alta, (condición indispensable para acceder a la League), era lógico en un período en donde en ningún lugar de América , los criollos   podían practicarlo  oficialmente  y en donde la democracia, tal como la conocemos ahora, era un ideal en el mundo .

Esos muchachos de Nacional  eran el espejo donde se miraba el camino a seguir,  porque era el cuadro de los «nacionales». Por eso el apoyo inmediato del pobrerío rural desplazado a Montevideo, que fue trascendiendo enseguida del ámbito universitario a la formación inicial

 

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