Lo mejor de todo, es que fue Luis el que encendió la mecha. Las cosas con Luis son así; comienzan con tropiezos, terminan con gloria.
Luis Suarez siempre jugó con fuego, en la cancha y afuera. Todo lo que lo involucra tiene gusto a provocación, a tropiezo y a épica, en una mezcla imposible. Prendo la TV; una anciana centenaria pide que Luis Suarez venga a jugar a Nacional. Entro al diario Marca, a Mundo Deportivo, a Olé; notas sobre la locura de una hinchada que reclama el retorno de uno de sus hijos predilectos. Entro a Twitter y me encuentro con que tengo veinticuatro seguidores nuevos: insólitamente, todos tienen la misma foto. Todos tienen la cara de Luis Alberto Suárez.
Suárez debutó con Nacional, la peleó, comenzó su racha goleadora después de una docena de partidos difíciles. Hizo goles clásicos y goles en finales, se fue campeón y la hinchada coreó su nombre: nada mal para un juvenil que hacía unos pocos meses había debutado en primera. Se fue demasiado en silencio; los hinchas sabemos poco de fútbol, y mucho menos sabemos del futuro. Si hubiésemos tenido una tímida idea de lo que se venía en su carrera, nos hubiésemos hecho ricos. No lo vimos, no lo vieron los dirigentes, no lo vieron los cientos de expertos en fútbol que tiene este país. Ni siquiera lo vieron los grandes representantes de jugadores.
Pero así se fue. Hizo goles, acá y allá. Muchos. Un connotadísimo columnista de FM decía que sólo hacía goles en Holanda, pero resulta que también los hizo en Inglaterra. Y en España. Y en los mundiales. Y en todos los países en donde pisó una cancha. El connotadísimo columnista radial, derrotado, tuvo que comenzar a decir que los hinchas de Nacional lo silbábamos. Tiene mucha lógica: cuando uno queda como un tonto, intenta arrastrar a los demás consigo.
Suárez siguió haciendo goles y más goles. Pero no fue eso lo que generó su comunión con los hinchas. Lo que generó esa comunión única, fue el apoyo incondicional de la gente de Nacional en las horas más difíciles del goleador. Porque los ídolos como él son así, generan lo que generan porque cada tanto se hunden. Y salen a flote. Y se hunden de nuevo. Y salen de nuevo. Suárez está cortado con la tijera de los grandes de verdad, y esos cortes siempre tienen bordes desprolijos. La gente lo amó, lo ama, por eso. Los dioses y los héroes tropiezan, como bien saben los griegos. Y entonces nosotros festejamos más una atajada de expulsión que muchos de sus goles.
Hoy, algunos dicen que Suárez puede volver a Nacional. No sé si será posible, asumo que es muy difícil. Pero lo que se generó en estas semanas es de un desborde pocas veces visto. Es impagable, es un fenómeno social en sí mismo, es una victoria de los hinchas. Yo, como uno de ellos, ya puedo dormir tranquilo con eso. Es una manifestación espontánea de alcance mundial, que se parece mucho a una explosión. Y lo mejor de todo, es que fue Luis el que encendió la mecha. Las cosas con Luis son así; comienzan con tropiezos, terminan con gloria.
Juan M. Berton es sociólogo y escritor
@_jmberton
Foto: El País
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