Sos hincha. Sos talento. Sos alegría. Sos humilde. Sos respetado. Sos querido. Sos ejemplo. Y vaya si sos ejemplo.

Volviste por la puerta de atrás, sin pedir nada. Hasta suplicando para que te dieran una oportunidad, como los pibes que prueban suerte en la cantera. Firmaste un contrato sin saber cuánto ibas a ganar. Te sumaste como uno más desde el primer momento, sin pompas ni protagonismos.

Así regresaste, con perfil bajo y zapatos en mano. Comenzaste a escribir la historia con un golazo ante River Plate desde afuera del área, el día de tu vuelta.  Poco a poco a fuerza de goles y compromiso fuiste convenciendo hasta a los más dubitativos. Demostraste que habías vuelto a brindarte por amor al club. Tan simple como eso.

Y así se conquistó un año soñado, en que ganamos dos clásicos de atrás con tu magia implacable y un campeonato que lleva marcado a fuego tu nombre. Una final del Apertura brava ante Liverpool pero solucionada con tu pegada certera y goleadora. Un cierre majestuoso del uruguayo ante Defensor, amagando una y otra vez hasta que por fin tocaste el balón a un costado para delirio de todos.

El 10 de noviembre de 2014 nos volviste a hacer brillar como tantas veces. Ver al ídolo poner la pelota, apretarla contra los yuyos. Contemplar el histórico rival callado, amedrentado e inseguro por lo que podía venir. Observar a un tonto saltarín que hacía muecas desde su arco, señalando que estaba cerrado. Vi tantas cosas.

En mi mente me imaginaba a Sosita y Yubert Lemos parados junto a ti para resolver a dónde patear ¿Qué hubiera hecho uno y el otro? Yo pensaba mientras con detalle veía como te perfilabas. Primero vertical al balón para después tomar una postura más diagonal, similar al rugby. No sé por qué pero me gustaba la posición final que elegiste. Era esa. 

Le pegaste como nunca. Bah, como siempre. Como cada vez que te vamos a ver en cada partido. Como tantas pero tantas veces.

Hoy nos cuesta dormir. Es que ganamos en la hora, de atrás y con gol tuyo, el máximo ídolo. Que a diferencia de tu homónimo rival – quien baboseó a nuestra tribuna al anotar su gol -, preferiste festejar con tu gente, dando clase con y sin pelota. Enseñando, maestro.

Representas el arquetipo de lo que los hinchas queremos de cada jugador que se ponga tan noble camiseta. Representas los valores, la forma de interpretar el juego, la humildad y respeto al adversario. Representas algo de lo que somos y todo lo que queremos ser. Por eso eres el ídolo del club, de la hinchada, de los botijas, de los que comienzan en la cantera, de los que tienen la dicha todavía de jugar contigo, del canchero, de los técnicos de formativas, de los cocineros de los céspedes, de todos quienes trabajan por nuestra camiseta en el interior y en definitiva de todos los nacionalófilos de las distintas generaciones.

Por eso y sólo por eso, muchas gracias, ídolo eterno.

Toto Montañes

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