Si, saquen los pañuelos.

Llegando al Centenario, el rojo, el azul y el blanco se vuelven serpentinas ondeantes por el frío del día y las ansias.

Empezado el partido hace un minuto los gritos de la tribuna, escuchados desde afuera, causan siempre incertidumbre. “Web por un lado… entradas por otro” gritan en la puerta. En medio de la fila hay dos orientales (del mismo Oriente) con cámara de fotos al cuello. Puerta, códigos de barra leídos y por fin adentro.

Adentro y arriba. A la parte más alta de la América. Camperón, manta de abrigo, gorro, guantes, botas, paraguas, mate y el aliento. Todo encima.

Abrir el paraguas y cerrarlo, tratar de tomar un mate sin que se resbale con los guantes. Todo mientras tres veces el grito queda congelado como el aire de la tarde.

Capaz que desafían la lluvia. Lluvia que se empecina. Empecinados nosotros en nunca abandonar. Abandonar el paraguas a un costado una vez más. Más frío y el segundo tiempo; tiempo que comienza a correr, correr con la pelota, pelota que vuela, vuela y pasa al pie , pie que pasa y vuelve, vuelve a sacudir la red, red de paraguas y gorros y bufandas que serpentean, serpentean las ansias como al principio pero ahora del final.

La exquisitez del pase en el gol vuelve más amigables al frío y a la lluvia.

La pantalla gigante se apaga, imagino a los orientales (del propio Oriente) tratando de entender el significado de tener una pantalla gigante que transmite hasta que se aburre. El tiempo que falta se calcula o se pregunta, pero los minutos nunca son exactamente iguales entre dos radios.

Ahora se apuran los rivales, hay tiempo para otros gritos de casi gol. Pasan los minutos y el tiempo de descuentos ya se descuenta, cuatro minutos. En el primero carga el rival pero ¡hay golero señores! Y ahora el golero rival es quien no quiere perder protagonismo ni la final.

El juez levanta los brazos y yo también, mientras aplaudo y los dedos tratan de despertarse del letargo causado por el frío y de tanto apretarlos.

Entrega de copa algo improvisada, no hay tarima ni azafatas, ni papeles de colores, ni orden alguno. El frío arrecia. No es una final vistosa, pero visto que otra copa está en casa y hay que hacer lugar en la vitrina , lo  importante en un campeonato ganado que ahora parece y resulta que no era importante. Ahora que lo ganamos nosotros resulta que no importaba, mientras  tanto otros decían que estábamos muy mal y en crisis, pero como dijo alguien 67 años atrás en una tarde carioca un poco más cálida que la de éste domingo 16 de julio y casi a la misma hora en que se jugó este partido,…”Los de afuera son de palo”.

Si, saquen los pañuelos.

Cecilia810

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