El Nacional más Nacional del año; el partido se jugó en campo del clásico rival, desanimado, una vez más, ante la camiseta tricolor.

Sorprendía Martín Lasarte con la inclusión de Jeremía Recoba sobre la izquierda y la ubicación de Nicolás López recostado en la derecha; el resto, el equipo de siempre. Pero el mayor impacto fue la postura del equipo: atrevido, voraz y con ganas de comerse al rival, el de toda la vida.

Aplastante. El Decano, tras unos primeros minutos de lectura entre ambos equipos, se soltó y empezó a jugar. Contó con la dinámica y la movilidad que no tuvo en otras tardes, y se instaló, ya no en campo del tradicional rival, sino en los alrededores de su área.

Luego de algunas tímidas intenciones desde fuera del área, y con juego sobre las bandas para terminar en centro, llegó la apertura. En un córner echado por Recoba, la pelota quedó a la espera de que alguien la remate, y ahí apareció Sebastián Coates, que volvió para esto. Le llenó de fútbol el arco, y a cobrar.

Se sucedieron las ocasiones, que fueron claras para ampliar el marcador, incluyendo una de Nicolás López que tapó bien el arquero rival. Un atrevido Recoba certificaba un buen primer tiempo, y un monstruoso Christian Oliva reconfirmó lo que venimos sospechando: el mejor volante central del medio. Pulpo, tractor, computadora, no sé; pero Oliva es el sistema defensivo de Nacional, y cada vez más se apropia del juego ofensivo del equipo.

Dudas, y aparición mágica. Arrancó el segundo tiempo, con el gusto amargo de sentir que se había desaprovechado dar el K.O., y así lo hizo saber el clásico rival, que golpeó en los amaneceres del complemento con un gol aislado de Gastón Ramírez, devenido de un rebote dentro del área tricolor.

Con los nervios a flor de piel, el encuentro se trancó y Nacional bajó su rendimiento. Salió una pieza vital en los clásicos como Lozano, lo que afloró la incertidumbre; sin embargo, Coates y el número 10, Mauricio Pereyra (que ingresó desde el banco), los dos que volvieron para salir campeón, tenían otros planes. En un soberbio pase de Seba, la pelota quedó muerta sobre las inmediaciones del área para que la agarre el enganche tricolor, y con un pase entre cientos de piernas le caiga al paraguayo Federico Santander, que clavó el segundo gol con una linda definición. Tres de los futbolistas que ingresaron al campo (Pereyra, Antonio Galeano y Santander) tuvieron incidencia en el tanto, punto para el cuerpo técnico.

Ya en el lío sobre el final, que enfrió de sobremanera el encuentro, otra vez se sembraron las dudas. Y ahí apareció el chiquilín, Exequiel Mereles -otro de los ingresos-, para guardar la pelota bajo la suela y comer segundos. De esta manera, Nacional pudo anestesiar al tradicional adversario, que no supo nada de llegar con peligro hasta el pitido final de Leodán González.

Combustible. Así, Nacional se quedó con el clásico, el partido más importante del semestre, y se quedó con algo aún más importante: la convicción de haber ido al frente y jugado al fútbol, como el equipo más grande del Uruguay debería estar obligado siempre. Nos separan dos puntos en la Anual, y los podemos alcanzar.

Juan Lauz

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