Los partidos de fútbol son de noventa minutos pero también hay partidos que duran un segundo y otros que son interminables.
Hay partidos espinosos, partidos que no salen como uno los espera, partidos que se vuelven indeseables, partidos en los que el contrincante te espera y te acorrala, en los que no podés jugar como quisieras, partidos en los que no encontrás la maldita salida a tanto trancazo artero, partidos en los que el corazón te maneja la cabeza y las piernas y late fuerte e impulsa la pelota para seguir adelante porque la vida es una calle de un solo sentido y los penales que aparecen en el camino a veces son a favor pero muchas otras veces son en contra.
Hay partidos todos los días y todos los minutos y todos los segundos, mientras recibís el insulto casi siempre y pocas veces el aliento.
Pero entonces cuando el cielo está brutalmente gris y buscas como seguir adelante porque vas perdiendo diez a cero una grieta en las nubes aparece y se cuela una tibia luz de alivio. Esa lucecita que nos hace levantar la cara y cerrar los ojos buscando el calor en la cara después de tanto y tanto golpe acumulado.
Y entonces hay manos en el partido que nos empujan, como ayer las manos propias y ajenas multiplicaron esos cuatros que salieron a la luz hasta hacerlos miles y todos los tuvimos estampados en la espalda.
No sabrás nunca por cual razón el destino te hizo jugar el más cruel de los partidos, pero sabés que hay muchas manos que te sostienen el cuatro de la espalda mientras levantás la cara fría para dejar que se caliente con tu lucecita tibia.
Cecilia810
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