Sin que nada cambie, todo cambia. Se derrumba todo el argumento técnico-científico de los relatores de TV, que ven pasar algo que no entienden.
Nacional duda, marca mal, corre mal. River se aprovecha, nos hace dos goles, erra un par más. Los comentaristas de la TV, acostumbrados al futbol híper-profesionalizado de Europa, desatan todo su desprecio: «¿Nacional juega así de desordenado siempre?», se preguntan. «Están sobregirados» los escucho decir. «Sólo saben marcar haciendo faltas», terminan.
Pero sucede que el fútbol tiene algunos rincones inescrutables, y el futbol uruguayo, más. Los hinchas, que sabemos poco de fútbol pero tenemos historias detrás, sufrimos con lo que vemos, claro; pero siempre nos guardamos alguna sospecha. La misma sospecha que nos guardamos cuando nos dicen que somos favoritos, cuando nuestro equipo va ganando dos o tres a cero y los relatores dan por cerrado un partido. Porque sabemos que, además de profesionales, técnicos, dietas, tácticas, estrategias, fichajes, velocidad y porcentaje de pases precisos, hay once Homo sapiens contra once Homo sapiens en una cancha. Y Homo sapiens es una especie impredecible.
«No somos ni más ni menos que la suma de aquello que no pudimos controlar» dice Robert Sapolsky en su libro Decidido. Sapolsky es uno de los más importantes científicos del comportamiento del mundo, y la conclusión general de su libro consiste en que, básicamente, los Homo sapiens no decidimos nada; nuestras decisiones están marcadas por la biología, el ambiente en el que interactuamos y la infancia y educación que tuvimos. Yo creo que la pasión que sentimos por el fútbol se debe a que, como casi nada, condensa muy precisamente esas combinaciones. Entonces, con todo en contra, llega la jugada de Lozano, que se tira de forma temeraria. Tumulto de Homo sapiens en la cancha. Los Homo sapiens de la tribuna deliran, también los Homo sapiens que lo miramos por TV. Una refriega, unas reacciones químicas en los cerebros de algunos, unas reacciones químicas contrarias en el cerebro de otros. De repente, sin que nada cambie, todo cambia. Se derrumba todo el argumento técnico-científico de los relatores de TV, que ven pasar algo que no entienden, que nadie entiende, que simplemente sucede.
Tres días más tarde, jugamos contra el último de la tabla. Tienen problemas para hacer goles, no han ganado en todo el campeonato. Seguro que la charla motivacional de Fénix incluye la consabida frase: «en la cancha, somos once Homo sapiens contra once Homo sapiens”, la forma futbolera de explicar que, a veces, pasan cosas realmente inexplicables. Nos hacen un gol, lícitamente validado por el zapato de un jugador. Después otro. Después otro. Después otro. Veinte minutos de caos cerebral en los jugadores de Nacional, contra todos los pronósticos, contra todos los cálculos, contra todas las opiniones expertas. Ni una sola persona en todo el planeta hubiese apostado a que Fénix nos podía hacer cuatro goles en ese lapso.
«Los jugadores están tomando malas decisiones» resoplan los comentaristas de TV. Como los Homo sapiens que invocaban la lluvia o explicaban los eclipses hace diez siglos, inventan; no tienen idea de lo que pasa. No tenemos idea. Lo único que podemos sospechar es que en el fútbol vale más un automatismo que un razonamiento, y un automatismo se alcanza cuando uno se conoce con el compañero. Ningún jugador toma malas decisiones; hacen lo que pueden en el contexto que les toca, y nadie sabe mucho como cambia eso. Si no me creen, pregúntenle a Sapolsky.
Juan M. Bertón es sociólogo y escritor
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