El partido del domingo ante Nacional es una muestra perfecta del enojo permanente en el que vive sumido el equipo violeta, por su intento constante de acercarse.
Defensor Sporting, en su rama futbolística, de la de básquetbol no voy a hablar porque no entiendo nada y en el aspecto social se manejan bastante bien, es el típico enano gruñón. Un mediocre con ínfulas de ganador y un desconocimiento tal de su propios límites, solo comparable con su evidente sentimiento de inferioridad. Incluso, generado por este.
El partido del domingo ante Nacional, es una muestra perfecta del enojo permanente en el que vive sumido el equipo violeta, por su intento constante de acercarse, al menos, al segundo círculo de los clubes grandes en América. Los “tuertos” aprovecharon el peor momento histórico de los grandes del Uruguay, para colarse y encajar algunos campeonatos, y con eso —sumado a una administración prolija—, creyeron que ya estaban autorizados a ponerse a la par de Nacional y Peñarol, y que se habían ganado un sitial de equidad con estos dos equipos. La zalamería de la prensa hizo el resto y los de Punta Carretas se agrandaron como zapato de payaso, creyendo incluso que eran el semillero insignia del fútbol uruguayo.
Un breve repaso de las máximas figuras de nuestro fútbol en los últimos años, nos llevan a confirmar que, salvo el “Polilla” Da Silva, lo de Defensor ha sido material de relleno. Del bueno sí, pero de relleno. Enzo Francescoli, Carlos Aguilera, Ruben Sosa, Álvaro Recoba, Fabián O ìNeill, Paolo Montero, Marcelo Zalayetta, Diego Forlán, Diego Godín, Edinson Cavani y Luis Suárez son, me atrevería a decir, los uruguayos más destacados en el mundo del fútbol en los últimos 30 años. Ninguno surgido de la “cantera violeta”.
El estandarte del enojo permanente de los fusionados, el símbolo, el sello, la muestra , el espejo en el que deben reconocerse es Nicolás Olivera. Un futbolista casi tan bueno como otros tantos, con escaso destaque internacional y una actitud de confrontación constante, de enojo, frustración y encono.
Tiene el estilo de los que saben que no dan la talla, pero no se resignan —no está mal eso, la cuestión es qué hacés con esa falta de resignación, hacia dónde la dirigís—, “Nico” salta, patalea y le propina puntapiés de berrinche a los escalones del podio, intentando subirse a él, a sabiendas de que —tal como su club de origen— jamás habrá de lograrlo.
Prudencio
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