Parejas con distinta camiseta de la mano rumbo al estadio. Hermanos que van juntos a la cancha aunque sientan distintos colores.

Encontrarte en un punto intermedio de la Olímpica para compartirlo junto a amigos del otro equipo. Todavía recuerdo la única vez que llevamos a un amigo del otro cuadro al clásico, ese día fuimos a saludar a los jugadores que bajaban del ómnibus y hasta se nos sumó en esa ceremonia que tanta adrenalina tiene para el hincha.

Si tenés 14, 15 o 16 años, quizás no sepas de lo que estoy hablando, o quizás tengas pequeños recuerdos difusos de lo que eran los clásicos con la tribuna Olímpica compartida donde convivían hinchas de ambos equipos. Tiempo atrás escuchaba las historias donde no existía ninguna división de hinchadas y la convivencia era en cualquier tribuna, y sonaban como en cuento fantástico, hoy el abuelo me siento yo.

Muy cerquita de aquí, en Porto Alegre, existe uno de los clásicos más pasionales del continente. Quizás no el más marketinero, seguramente no es el que todos sueñan con ir a ver, ni la tele te los muestra. Los gaúchos deben ser las personas del mundo más parecidas a nosotros, grises pero muy pasionales y con una ciudad completamente dividida en dos. No precisa salir un día de partido para cruzarte todo el tiempo con hinchas de ambos equipos.

Lo cierto es que viven el clásico con la misma pasión que un Nacional-Peñarol, que juegan estos partidos en sus propios estadios, que son con hinchada visitante, y que además apuestan a una tribuna compartida, o como le llaman ellos, la Torcida Mista.

Son tiempos donde la solución a la violencia cada vez más está emparentada con la separación, y jamás se piensa en la unión. Quienes gobiernan nuestro fútbol y la seguridad imitan modelos que excluyen cada vez más afuera del estadio a la gente.

El domingo en Porto Alegre amaneció precioso. El solcito está divino y empieza a calentar la mañana que arrancó fresca. Hay que desayunar rápido en el hotel porque el GreNal es a las once. Un horario atípico, pero la televisación de todos los partidos y la prioridad que la Globo le da a los paulistas o cariocas, terminó con esta extraña fijación.

Tengo platea local, voy con mi novia, esa que se banca que en sus vacaciones le elija un partido en medio del viaje. En la tribuna nos espera mi hermano, o mejor dicho lo esperamos a él, que probablemente llegue sobre la hora.

El Beira Rio luce un verde que hasta se puede sentir el olor aunque esté lejos, y el rojo de las tribunas empalaga. Poco a poco se va tiñendo de más rojo, con pequeños matices blancos o de los colores del estado; ese rojo, amarillo y verde que tanto orgullo les da.

Apenas a unos metros tengo a los visitantes, un celeste y negro furioso que se hace sentir desde temprano, ya no cabe ni un alfiler. A pocos metros está la Torcida Mista, un mar de camisetas mezcladas y abrazadas, tomándose fotografías, registrando ese momento. Allí hay socios locales, es la condición, y un hincha visitante con ellos. El ingreso obligatoriamente es conjunto, y se dispone de un punto céntrico de la ciudad, no precisamente el aeropuerto, de donde salen ómnibus que los trasladan hacia el estadio. También es obligatorio ir vestidos con los colores de su club, pero seguro es lo que menos les cueste. Claro que si van por su lado, también pueden ingresar.

Hecha la ley, hecha la trampa. También existe la viveza gaúcha: las entradas locales o visitantes se agotan antes que las mistas, y a veces el ingreso en conjunto de un socio local y un hincha visitante se da hasta la puerta; adentro de la tribuna se juntan con los suyos que hicieron la trampita.

El gol de Grêmio lo disfrutó apenas un diez por ciento de todo Beira Rio, es cierto, pero los colorados que estaban al lado ni chistaron. Y cómo lo gritaron… Se trataba de la primera victoria tricolor luego de la remodelación de la casa de Inter previo a Brasil 2014. Ese gol del barbado Douglas, el hombre de la camisa 10, quedó para la historia a partir de ese julio de 2016.

Tres años después, en el estadio de nuestro histórico adversario, sentí que era parte de la historia nuevamente. No fui testigo de una tragedia nacional, ni los fantasmas que sobrevolaron durante semanas, se aparecieron ese día. Todo fue en paz y quizás con sabor a poco, sabor a que muchos otros más se merecían ser parte de esa fiesta.

Por @danielcab7

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