Leyendo un antiguo calendario del BSE me encontré con un artículo formidable, bajo la firma del Dr. Gustavo Penadés, comparto la frase.

«Volvé muerto; pero no vencido», fue la orden que le dio su madre, modesta lavandera de La Aguada a Héctor Castro, ya acostumbrado a ese tipo de sentencia y a todos los flagelos de la vida, que a esa altura le había cobrado a un precio carísimo, -una mano-, su intento juvenil de colaborar desde una carpintería, con el ingreso familiar.

 Y desde entonces Héctor Castro, luchaba en cada intervención deportiva con un fervor que nunca declinaba.

Leyendo un antiguo calendario del BSE me encontré con un artículo formidable, bajo la firma del Dr. Gustavo Penadés, comparto la frase.

Tiro la idea a algún dirigente, la de colgar este tipo de testimonios en el vestuario del Parque Central, para que cada jugador que se coloque la camiseta de Nacional  tenga la idea de lo que llevan en el pecho.

Sin dudas el rendimiento aumentaría y mantendrían viva la llama de viejas
glorias.
El «manco», ganador empedernido con la celeste y la tricolor, le gustaba bailar con la más fea, especialista en casos imposibles, así dejó escrito su nombre para siempre.

Raul Ruppel.

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