25 de septiembre de 2025

En un año marcado por los encontronazos desde el principio, Nicolás López sigue empujando para demostrar su utilidad en el equipo a base de lo evidente… goles y más goles.

La temporada 2025 de Nicolás “Diente” López en Nacional ha estado marcada por una paradoja: es el máximo artillero del Campeonato Uruguayo con 20 goles, pero al mismo tiempo ha sido resistido por buena parte de la hinchada.

A su figura se le achaca displicencia, falta de peso en el juego colectivo y cierta irregularidad en los momentos donde el equipo necesita líderes en la cancha. Sin embargo, al observar su rol y su contexto, la discusión merece matices.

El año pasado, López se ubicó en numerosas ocasiones como delantero centro. Desde allí, más allá de su efectividad, se le pedía un grado de responsabilidad que correspondía con el peso de su nombre. Este año, en cambio, su rol ha cambiado: ha jugado casi exclusivamente como mediapunta, flotando detrás del nueve de área. Esa posición lo acerca al territorio del enganche, y ahí se genera la confusión.

El Diente no es un enganche, ni puede exigirsele como tal. El enganche es, por definición, un mediocampista que organiza, que baja a tomar contacto con la pelota, que influye en la circulación y se vuelve el faro creativo de su equipo. López, en cambio, sigue siendo un atacante: parte desde más atrás, sí, pero conserva hábitos de delantero. 

No busca “enganchar” al resto del equipo sino sorprender, aparecer, irrumpir. Su juego se sostiene en la inmediatez, en la jugada puntual que puede torcer un partido. Por eso su figura genera tanto debate: porque su rol no encaja con las expectativas del diez clásico, pero tampoco deja de ser decisiva.

En este esquema, su sociedad con Maxi Gómez resulta clave. Mientras el nueve de área disfruta retrocediendo para asociarse fuera del área, López aprovecha para atacar esos espacios liberados con el olfato de un delantero nato. Esa química, silenciosa —cada vez menos— pero efectiva, explica buena parte de su caudal goleador.

La aparición de Nicolás Lodeiro en el once de Pablo Peirano también potencia esa lectura. Lodeiro sí encarna un perfil más organizador, capaz de darle al equipo esos destellos de pausa, claridad y distribución que en todo el año le faltaron a Nacional. Su presencia equilibra la balanza: al mediocampo lo alimenta un volante creativo y a la delantera un atacante de apariciones fulminantes.

El contexto actual obliga a recalibrar exigencias. Nacional no ha sido un equipo de gran juego a lo largo del 2025. Entra al tramo final del Clausura con la urgencia de ganar más que de jugar bien. Y en ese marco, las discusiones sobre si López participa poco o parece desconectado pierden peso: lo que se le pide en este momento no es regularidad en la construcción, sino jerarquía en la definición. Que aparezca una, dos, tres veces por partido y resuelva. Que haga lo que sabe hacer: goles.

¿Es reprochable que, por su jerarquía, no asuma mayor peso en la elaboración? Sí. ¿Es frustrante verlo apagado por largos pasajes? También. Pero sería injusto ignorar que, aún en esa aparente displicencia, López se mantiene como el máximo anotador del torneo.

Nacional no tiene margen para pedirle que sea otra cosa. El Diente no es enganche, no es organizador, no es director de orquesta: es un atacante que incomoda, que aparece en ráfagas y que, con esas ráfagas, puede definir un campeonato.

Jota Ele

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