Con el clásico del 18 de noviembre de 1934 finalizaba el Campeonato Uruguayo de 1933. Nacional se coronaría campeón y el “Manco” Castro cumpliría su promesa de anotar 3 goles en la final.

Decidido a revolucionar el ambiente futbolístico, Nacional encara la contratación de destacadas figuras luego de su triunfo político que culminara con la implantación del profesionalismo. Es así como llegan a filas tricolores jugadores como el “Mariscal” José Nasazzi, la estrella brasileña Domingos Da Guía, Eduardo Ithurbide de Wanderers, Juan M. Labraga de Rampla Juniors y el austríaco-brasileño Rodolfo Barteczko, “Patesko” para los aficionados.

Se reincorporan al plantel el “artillero” Pedro Petrone, luego de brillante pasaje por el fútbol italiano, y el joven Enrique Fernández, que había sido llevado por el profesionalismo argentino en 1931.

Luego de armarse el equipo bajo la conducción del joven técnico melense Ondino Viera, se suceden una serie de amistos en los cuales los rivales son goleados impiadosamente. Se convirtieron 28 goles en 4 partidos y el equipo se preparó para afrontar un extenso campeonato a tres ruedas que nadie se imaginaba cuánto se iba a extender en el tiempo para clasificar al campeón.

El club Peñarol poseía una escuadra de gran poderío, con una delantera excelente y con un artillero, el “Tigre” Young, que amenazaba con sus potentes disparos opacar la figura de “Perucho”. Así planteadas las cosas, el fútbol uruguayo resurgió de golpe, poblándose las canchas de aficionados cuando jugaban los grandes y obteniéndose excelentes recaudaciones.

Comenzó a publicarse la revista deportiva “Rush”, en tonos sepia y con interesantes artículos deportivos, haciendo especial hincapié en el fútbol. Los jugadores comenzaron a aparecer en imágenes impecablemente vestidos, resaltando especialmente Enrique Fernández y el carolino Duhart, llamado “El Rodolfo Valentino” de las canchas, que provocaban los suspiros femeninos y la concurrencia masiva de la mujer a los espectáculos como nunca antes había sucedido.

El equipo base de la “Máquina” lo integraban: Eduardo García, arquero que había llegado a Nacional hacía varias temporadas proveniente de Sud América. De gran agilidad y consumado basquetbolista, aprovechaba al máximo su formación para trasmitir seguridad a la defensa.

El “Mariscal” Nasazzi, el que nunca tuvo suplente porque jamás faltaba a la cita: nada más que agregar. Domingos Da Guía, elegante zaguero brasileño, de impecable colocación y acostumbrado a salir jugando con elegancia. Era zaguero central y debió tomar la función de back adelantado por la presencia de Nasazzi. Se complementaban magníficamente.

La línea media de entonces la integraban: Arsenio Fernández, marcador inclaudicable, todo fervor y entrega, de los mejores en su puesto en toda la historia del club; Ricardo Faccio, un centro medio también de gran temple, luchador y líder indiscutido, tuvo un brillante pasaje por Italia y luego retornó para dar comienzo al Quinquenio de Oro y Marcelino Pérez, joven lateral izquierdo de privilegiado físico y grandes condiciones, que tendría su consagración internacional en Santa Beatriz en 1935 y jugando para el Vasco de Río de Janeiro. Posteriormente fue destacado técnico y periodista deportivo.

La delantera contaba con dos extremos de remate a la carrera, más habilidoso y potente Labraga, pero también muy temido por los rivales Ithurbide, de juego simple y efectivo. El gran “Perucho” comandaba el ataque flanqueado por dos estilistas de excepción: Pedro Duhart, nacido en Montevideo pero carolino de adopción, y Enrique Fernández, el inventor de la “bicicleta” en el fútbol.

Quienes lo vieron jugar, no cesaban de tejer elogios sobre Duhart. En nuestra familia escuchamos algún “especialista” nacionalófilo con muchos años de ver jugadores, que decía que Duhart era lo más maravilloso que había visto, mezcla de espectáculo, habilidad y plasticidad. Años después, leímos un juicio similar nada menos que proveniente de la pluma del periodista Dionisio Alejandro Vera (DAVY), privilegiado testigo de esa época. De Nacional se fue a Francia, donde obtuvo la ciudadanía y llegó a defender a la selección. Fue bicampeón de Liga y campeón de la Copa de Francia con el Souchaux, sufriendo una lesión de meniscos que lo radió de las canchas cuando no tenía 30 años. Luego fue técnico en Chile y falleció en Argentina a la temprana edad de 45 años.

Enrique Fernández, otro prodigio juvenil, también sufrió una lesión que pronto lo alejó del fútbol activo. Fue Campeón Sudamericano en Santa Beatriz en 1935 y tuvo una extensa carrera como técnico que lo llevó a Europa. Dirigiendo a Nacional, fue campeón uruguayo en 1946 y 1950. Comenzó la temporada 1970 ganando la Copa Montevideo Internacional pero luego renunció a su cargo.

Sin embargo, para ganar este título que se hizo desear, otros players de singular destaque hicieron su aporte al éxito tricolor: el centre-half Félix Magno y los Hermanos Aurelio y Zoilo Saldombide y el citado “Patesko” en los extremos del ataque. También el hermano del “Indio” Arispe, Francisco, de dilatada trayectoria en Nacional en todos los puestos de la ofensiva y el “Divino Manco”, Héctor Castro.

Aníbal Ciocca recién aparecía como una singular promesa juvenil, aunque terminaría siendo decisivo al final del torneo, al igual que Andreolo, Cabrera, Chifflet o Conduelo Píriz.

Luego de 24 partidos consecutivos sin derrotas, récord para un solo campeonato en la historia del Uruguayo, Nacional pierde el clásico de la Tercera Rueda en el cual estuvo ausente Petrone, y al final de la larga competencia termina igualado en puntos con Peñarol.

Recién el 27 de Mayo de 1934 se disputó la final, arbitrada por un desconocido Juez que arbitraba en la Liga Tranviaria, llamado Telésforo Rodríguez. Pasó a la historia como el Clásico del “gol de la valija”, cuando un remate sin pretensiones del extremo brasileño Bahía se fue afuera y golpeó contra la valija del kinesiólogo de Nacional, Juan Kirschberg. A instancias de “Matucho” Fígoli, masajista aurinegro, el puntero Braulio Castro introdujo el balón en el arco luego del rebote. Las confusas señas del árbitro hicieron pensar que había otorgado el gol y se armó un entrevero a raíz del cual resultaron expulsados Nasazzi y Labraga, acusados de agresores por el juez. Con el tiempo este extremo tampoco se pudo comprobar fehacientemente, pero a ambos jugadores tricolores les esperaba una larga sanción que los alejaría de las canchas por mucho tiempo.

Ya no estaban Petrone, denunciado a la FIFA por el club italiano que había dejado para venir a Nacional, ni Domingos, que había pasado a Boca. La Liga fijó el “pico” para el 25 de Agosto y Nacional debió afrontar la lucha con 9 hombres durante 24 minutos para culminar los 90 reglamentarios. Continuó jugando en esa condición el alargue por dos períodos suplementarios de 30 minutos cada uno y el score se mantuvo cerrado. Las crónicas dicen que bajo la planificación del técnico húngaro Américo Szighetti, el equipo tricolor hizo un partido brillante, de retención y sorpresivos pasajes al ataque que lo tuvieron más cerca de la victoria de lo que estuvo su rival. Esta proeza no tiene igual en la historia de nuestro fútbol, porque jamás se repitió un caso similar en una FINAL DEL URUGUAYO entre ambos rivales tradicionales. La extensión del tramo en inferioridad prácticamente a la duración de un partido completo no tiene parangón.

El 2 de Setiembre se enfrentaron nuevamente repitiendo el 0 a 0.

Finalmente, recién el 18 de Noviembre de 1934 se definió la lucha a favor de Nacional, que ganó de atrás 3 a 2 con tres goles del “Manco” Castro, que cumplió la promesa hecha a Narancio en el entretiempo y llegó a tres goles de su cosecha, necesarios para el triunfo.

El Campeonato Uruguayo de 1933 quedará en la historia por lo antedicho y porque Nacional superó todo tipo de contratiempos. Marcó un récord de valla invicta de 11 partidos consecutivos que todavía se mantiene y su guardameta García estableció otro de minutos sin ser vencido que duró más de medio siglo.

Enfrentó dificultades para constituir el equipo ya que para el cierre tenía sancionados a los citados Nasazzi y Labraga y ya no estaban Duhart, Faccio, Domingos y Petrone. Sin embargo, la reglamentación le impedía incorporar para la definición jugadores contratados en 1934 como Scarone y Cea.

Un cuarto de siglo después, esta reglamentación sería rápidamente modificada para favorecer a Peñarol, cuatro días antes de la final de 1959, en Marzo de 1960. Esto le permitió contar en su plantel con jugadores recién contratados o que habían defendido a otro equipo en el mismo campeonato.

Juan José Melos, del libro «El Padre de la Gloria»

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