Desde hace varios meses -a través de su primo- estábamos enterados de la visita de José Emilio Santamaría. También sabíamos de lo apretado de su agenda, pero esperamos nuestra oportunidad.

El hall del Gran Parque Central espera la llegada del legendario zaguero de Nacional, Real Madrid y las selecciones de Uruguay y España. La Comisión de Historia y Estadística casi en pleno, “Cardocito” –uno de los indispensables del Parque- emocionado con la posibilidad de conseguir la firma del crack para su colección particular -en la que ya figuran los autógrafos de otras varias estrellas tricolores- y que, explica “se la voy a heredar a mis nietos”.

Con una puntualidad no habitual en los uruguayos ni en las estrellas, el multi campeón llega a la que fue su casa por una década, entre 1947 y 1957. La primera sorpresa de la tarde se la dan la hija y nietos de quien fuera su compañero en los primeros años con la blusa tricolor: Juan Ramón Orlandi. Habría más.

El abrazo con el Dr. Hernán Navascués y posteriormente con Víctor Espárrago y Juan Carlos Blanco y finalmente, el reencuentro con su casa. Antes de volver a subir por ese túnel que recorrió tantas veces, me toma del brazo –no sé por qué a mí, pero me llena de orgullo- y me dice “quiero ver los vestuarios”. Y ahí surgen recuerdos y anécdotas invaluables. Muchos de los presentes no lo podemos creer, estamos “compartiendo” vestuario con tres glorias: Víctor Espárrago, Juan Carlos Blanco y un radiante José Emilio Santamaría. Todos quieren hablar con él y él disfruta hablar con todos.

Ya en el centro de la cancha, la reflexión, con la voz quebrada por la emoción: “Éste ha sido el mejor retorno de mi vida. En los viajes anteriores era llegar y trasladarme prontamente a Parque del Plata y casi no iba a otro lado. Nunca me imaginé que la gente me recordara tanto, ni esperé tamañas muestras de cariño”. Es ahí cuando el gran capitán, Víctor Espárrago, habla por todos para asegurarle que “el hincha te devuelve lo que has dado”.

Después de cientos de fotos, casi que con cada uno de los presentes y las infaltables con Carlos Gardel, le pido un aparte en la comodidad de un palco para entrevistarlo. “Pepe” Santamaría, el mítico defensa idolatrado a ambos lados del Atlántico, accede gustoso.

Santamaría ¿de dónde proviene su fuerte sentimiento nacionalófilo? ¿Es heredado del padre emigrante o nace con los amigos en La Mondiola?

La inclinación viene por mi padre, que al llegar de España se hace hincha de Nacional. Un día los Reyes me trajeron un equipo de Nacional, y desde ese momento no hubo más nada que Nacional.

O sea que antes de ponerse la oficial de la Cuarta División, ya se había floreado con el equipo completo.

Ah sí. Hay una foto que no sé por dónde andará -seguramente en algún álbum en casa- donde estoy con la camiseta y una boina. Tendría seis o siete años en ese entonces.

¿Qué fue llegar a la Cuarta de Nacional?

Yo llegué a probarme con mis compañeros del cuadro del barrio y quedé. Terminaba el año y a los futbolistas de Cuarta los ascendían a Tercera, por lo que existía la posibilidad de jugar. A mí me ficharon y al año siguiente me convocaron para entrenar y desde ese día no me alejé más de Nacional hasta que pegué el salto a Europa.

Usted llega en un momento de recambio, en el que tiene que reemplazar y compartir vestuario con aquellos monstruos de la década del cuarenta que algunos habrán sido sus ídolos me imagino.

Todos eran ídolos míos, los artífices del famoso quinquenio. Yo vivía frente al Estadio Centenario, por lo que siempre iba a los partidos. La emoción y el respeto se mezclaban al compartir con esta gente pero yo tenía la ilusión de correr detrás de la pelota y jugar, fue así como me fui formando, con la ayuda de todos mis entrenadores. El primer entrenador que tuve fue Santos Urdinarán, el segundo Pedro Petrone, el tercero Ricardo Faccio…he tenido la suerte de contar con un montón de hombres de gran experiencia que me asesoraban en todo momento.

 ¿Es Ondino Viera el que le re inventa la posición?

No, fue Enrique Fernández, que es por quien me pierdo el Mundial del 50. Cuando fui a la práctica de la selección, Fernández me dice que lo haga como back derecho. En principio íbamos Obdulio Varela y yo como centrocampos, al negarme a ocupar esa posición nombran a Obdulio y Rodolfo Pini. De todos modos me quedé de lo más contento cuando se consiguió el título. No me podía enfadar con nada ya que era un triunfo de mi país.

Santamaría, usted fue protagonista de uno de los partidos que cualquier tricolor hubiera querido jugar, la victoria 5 a 1 ante Peñarol por la Intercontinental de 1960 ¿Qué recuerda de aquel partido? ¿Había un sentimiento especial por enfrentar a Peñarol?

Para mí tenía dos cosas especiales. Una era que se trataba del continente europeo contra el sudamericano, en el cual había nacido yo. Por otro lado se trataba de Real Madrid -equipo al que defendía desde hacía nueve años- contra mi enemigo deportivo de siempre. Por suerte se dio bien. Recuerdo que aquí empatamos y los jugadores de Peñarol lo festejaban, creyendo que tenían posibilidades de buscar el triunfo -estaban en su derecho de pensarlo, ya que uno juega para ganar- , pero en el partido de vuelta, a los diez minutos ya habíamos hecho tres goles y habían rebotado tres pelotas en el palo.

Usted ha sido a lo largo de su carrera una muestra de profesionalismo, no en vano tiene una carrera de casi veinte años en dos de los más prestigiosos equipos del mundo y ha cosechado diez campeonatos de liga -cuatro uruguayos con Nacional y seis españoles con Real Madrid- cuatro títulos de Campeón de Europa de Clubes y una Copa Intercontinental ¿Qué mensaje le haría llegar a los jóvenes que deseen hacer una carrera trascendente dentro del fútbol?

Cuando yo jugaba, lo primero que hacía con los pibes que eran ascendidos de las divisiones formativas, era demostrarles respeto, ya que yo también había pasado por ese proceso. Con el tiempo, cuando comenzaban ya a ganar algún dinero, los invitaba a que abrieran una caja de ahorro en el Banco Hipotecario, para de esa manera poder acceder a un préstamo hipotecario el día de mañana. Finalmente, lo que siempre les dije a los chicos es que todo aquel que viste la camiseta de Nacional tiene que matarse hasta el final, no matarse por morir, sino hacerlo en el campo, trabajando, corriendo, y no estar haciendo tonterías como discutir, cuyo único final previsible es la expulsión y la condena a tu equipo de afrontar el resto del partido en inferioridad. El amor al club hay que tenerlo y demostrarlo, a los que vienen a ficharse proveniente de otros lados no le podés exigir lo mismo, sí en estos casos responsabilidad y seriedad, pero a los nuestros, que tienen desde pequeños el cariño por el club, deben dar el ejemplo.

Ernesto Flores

decano.com

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