Nací en Argentina. Crecí en Estados Unidos. Simpatizante de Racing Club de Avellaneda, por mi papá.
Aunque crecí diciendo que era de Boca por que no podía ser de un cuadro al que tanto le costaba ganar y con el que tenés que admitir al ser hincha que sos sadomasoquista.
Soy una chica de barrio, criada entre dos hermanos varones, varonera diría mi abuela.
Neurótica, simple, me gusta pensar con el corazón y mente amplios. Me encanta el fútbol.
Conocí a Fabián en Key West, me habló en un inglés muy machucado, un acento distinguido que solo un argentino o un uruguayo puede emitir. Me beso la mano y ese fue el día en el que conocí el amor y a mi marido.
Fabián de Canelones, rastas, ojos brillantes, sonrisa hermosa, manos gastadas de tanto trabajo… y un gran amor: El Club Nacional de Football, Decano del Fútbol Uruguayo, ¡archienemigo de Penadoy! (o el innombrable como nos gusta llamarlo con mi hijo en casa, donde el color amarillo era prohibido).
Al principio no entendía su locura, y miraba los partidos para acompañarlo, para hacer fuerza por él. El día que nos casamos nos pusimos la camiseta los dos. Yo me vestí de azul y rojo. La torta era blanca, azul y roja, una bandera decoraba nuestra habitación de recién casados… en fin, mi vida se empapó de azul, blanco y rojo. Y yo era feliz.
Cada partido me enamoraba más, me preocupaba más, se incrustaba mas en mi ser Bolso y todo lo que conllevaba, lo que impone en uno el amor a la camiseta. Cada campeonato ganado crecía en mí la locura, la pasión.
Los clásicos eran los días más nerviosos, pero más lindos de mi vida con Fabi. Desde que me conoció y estuvimos juntos en el 2007 Nacional nunca perdió un clásico. Me gustaba pensar que era su cábala pensar que si estábamos juntos no había forma de perder.
Una vez de tanto gritar los goles los vecinos nos llamaron a la policía, se pensaban que me estaba matando. Recuerdo la cara de los policías cuando nos vieron a los dos con la camiseta puesta y sonrisa de oreja a oreja mientras le explicábamos la situación.
Otras veces si perdía, nos quedábamos en silencio, sombríos. A veces peleábamos, o nos íbamos a dormir sin hablar.
Nunca conocí a alguien como Fabi lloraba y llora cuando habla de Nacional, te dice que es lo mas grande, que es en lo único que siempre creyó, cuando no quedaba nada en que creer. Es su aliciente. Su vida entera. Me fascina su entrega al club al que le tiene tanto amor. Me contagió su entusiasmo, su euforia. Convirtió esta Argentinita mitad yankee, en una hincha del Bolso 100 x 100.
Este va a ser el primer clásico que no estamos juntos. Por razones que los dos preferimos no entender todavía, por lo débiles y tontas, nuestras vidas se separaron. No queda demasiado de nosotros dos. Quizás tenga otro amor, quizás ya no piense en mi. Quizás no somos más que millones de recuerdos acumulados en el tiempo que duró. Pero estas palabras son mi declaración de amor: Primero a Nacional que es el amor que existe y que me queda. Que pase lo que pase voy a seguir mi vida entera porque es parte de mí y no se borra. Porque puedo decir que ser Bolso es serlo hoy y siempre, se lleva en el corazón. No sé si habrá persona que vea los partidos como yo los miro, todos, no me pierdo uno. No sé si habrá mujer que sienta lo que siento cuando ganamos o cuando perdemos. Solo sé que no tienen razón esos algunos que dicen que no tengo derecho a considerarme lo que soy, Argentina y Bolso, azul, rojo y blanco el corazón.
Mi segunda declaración de amor es más corta y más simple, si por las casualidades de la vida Fabi lees esto…Te sigo amando, soy tuya igual que ayer, y te pido perdón. Si me olvidaste, no me olvides… No rompo la cábala, el clásico lo veo, juntos, porque aunque ya no pueda tocarte ni más verte siempre estas en mi y yo con vos.
Daniela
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