Se ha normalizado en el ambiente deportivo la actitud soberbia de sentenciar en pocas palabras a los protagonistas.
La importancia del control emocional en el Deporte.
«Que burro!!», «se asustó (y ciertas veces con palabras más hirientes)», «es espantoso»; estas y otras tantas frases son moneda corriente entre el público que observa distintas competencias. Al parecer se ha normalizado en el ambiente deportivo esta actitud soberbia de sentenciar en pocas palabras a los protagonistas, sin tomar en consideración múltiples variables que entran en juego a la hora de la toma de decisiones del deportista. Se cae en la banalidad del grito sin filtro, la descarga casi instintiva, que toma en consideración solamente el resultado de la ejecución observada (por ejemplo: un gol errado).
Propongo, al menos por un instante -mientras dure la lectura de esta columna-, ampliar un poco el foco de análisis y tomar en consideración algunas variables que juegan un rol importante en la toma de decisiones de los deportistas y por lo tanto en su ejecución y en su rendimiento.
Estamos acostumbrados a prender la televisión, la radio, o pagar el costo de una entrada, para presenciar el desempeño de los deportistas de turno. Generalmente lo hacemos el día de la Competencia, ese día donde se juega «por los puntos» o donde una marca decisiva se puede bajar o romper, donde el ambiente es diferente ya que se arriman multitudes a observar a los protagonistas y entre la masa de gente se reconocen familiares, amigos y allegados. Ese día no se juega con la ropa gastada ni con un chaleco desteñido. Desde el momento de levantarse de la cama todo parece relucir, y por más que el clima no acompañe, las tostadas saben diferente, el aire parece más puro y los pensamientos del deportista tienen un objetivo fijo. El día de la competencia todo tiene un brillo propio, único. Los olores, los ruidos, los colores, todo tiene un tinte particular. Pero, ¿será que ese día todo suena, luce y huele diferente? ¿O será que los protagonistas lo perciben de otra forma? Y el día de la competencia no lo hace «especial» el almanaque, sino que se va construyendo varios días antes. Cuando los protagonistas van al almacén y el dueño les comenta sobre su deporte; cuando llevan a sus hijos a la escuela y los docentes y padres les recuerdan lo importante de ganar el próximo partido; o cuando están sentados a la mesa y leen o escuchan en las noticias opiniones de todo tipo respecto a la competencia que se aproxima.
Vemos que existen, por lo tanto, varios cambios que son objetivamente reales (palpables, visibles) en el entorno cercano del deportista el día de la competencia y que pueden influenciar su rendimiento. Pero también existen muchísimos cambios subjetivos, también reales, que el público no considera a la hora de juzgar a los protagonistas. Estos cambios subjetivos forman parte de su Mundo Interno, de la conjugación de pensamientos, ideas, sentimientos, creencias y emociones que tienen relación directa con su accionar, con sus conductas, y por lo tanto con su rendimiento.
Pensemos por un momento, entonces, que la ejecución que vemos el día de la competencia puede estar afectada por una multiplicidad enorme de variables, y a su vez por la percepción que tuvo ese deportista sobre las posibles situaciones. Sin contar la particularidad del deporte que estemos observando, es decir, en el caso del fútbol -por ejemplo- estamos hablando de un deporte de oposición (donde nos enfrentamos a rivales), que requiere un elevado estado físico para realizar ejecuciones, sumado a habilidades técnicas y tácticas que también influirán en la toma de decisiones del deportista. Y si a esto le agregamos las condiciones climáticas, el estado del terreno y el contexto (por ejemplo localía, hinchadas, etc.). Detrás de los 90 minutos que observamos el día del partido, también hay muchas horas de entrenamiento, posiblemente la jornada de competencia represente la sexta parte del trabajo realizado. Esto genera, por supuesto, un nivel grande de ansiedad en muchos deportistas, ya que la preparación es muy grande para luego rendir al máximo el día indicado.
Esta ansiedad puede manifestarse a nivel psicológico (obnubilación de la conciencia, desconcentración, etc.) y corporal (tensión muscular, agarrotamiento, taquicardia, etc.) de diversas formas, y es importante aprender a leer correctamente las señales que brinda el cuerpo para prevenir situaciones que atenten contra la salud y con el rendimiento.
¿Cómo creen que todo este «combo» de variables puede repercutir en el Mundo Interno del deportista? ¿Será necesario trabajar sus habilidades psicológicas para poder afrontar de la mejor manera la competencia? ¿O seguiremos dejando de lado estos aspectos a la hora del entrenamiento y solamente le daremos cabida de la boca para afuera frente a los micrófonos y las cámaras?
Los deportistas merecen trabajar de manera integral. Los encargados de esta preparación debemos trabajar interdisciplinariamente para brindarle al deportista la posibilidad de desarrollar todas sus habilidades para rendir al máximo de su potencial, y de manera saludable.
Lic. Marco Gentini
Correo: marcogentini@gmail.com
Twitter: @marcogentini
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