Asombra a veces la facilidad con que encumbramos algunos futbolistas a la categoría de ídolos ¿No estaremos exagerando?
Recuerdo que el primer equipo de Nacional que disfruté hasta el paroxismo fue el de la década del setenta. Plagado de figuras sí, pero no todos ídolos. La categoría de ídolos se reservaba para unos pocos, es más, alguien podía decir «fulano es mi ídolo», pero adjudicarle ese título con total ligereza a todos, o en su nombre hablar por todo Nacional, era una práctica improbable.
Uno postulaba sus ídolos y el alma del hincha toda los enunciaba cuando las coincidencias eran abrumadoras o sus acciones -dentro y fuera de la cancha- así lo ameritaban.
Aquel Nacional del ´71 tenía un lugar de idolatría reservado para algunos pocos: Manga, Artime y quizás Ubiña. El resto acompañaba, se destacaban sí, pero de ahí a idolatrarlos había un trecho. Lo mismo pasó en los años posteriores, hasta cerrar el siglo. Me atrevería a decir que desde Artime en adelante hubo que esperar casi diez años para encontrar otra figura a destacar, Hugo De León reunió en los ochenta todas las características para transformarse en un estandarte. tal vez si Darío Pereyra hubiera permanecido el suficiente tiempo en el club, también habría alcanzado la categoría de ídolo. Juan Ramón Carrasco, si bien acaparó asombro y fue idealizado por una enorme cantidad de bolsilludos, nunca logró la unanimidad que le permitiera ocupar ese sitial de privilegio.
Tricolores, cuidemos a nuestros ídolos. Una buena manera de hacerlo es haciéndolos inalcanzables.
Ernesto Flores
decano.com
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