Lo del Chino Recoba de ayer sábado ante Juventud fue espectacular, es una maravilla verlo jugar. Si juega el Chino la entrada debería costar el doble.

Un crack con todas la letras, un jugador absolutamente diferente, un futbolista inteligente, que hace jugar a todo el equipo, cuando la bola le llega ya sabe que va a hacer con ella y si le agregamos su zurda inigualable es un deleite verlo jugar al fútbol. Tal vez no nos damos cuenta de lo enorme que es, lo de ayer fue sencillamente genial.

Fueron 73’ que estuvo en cancha,  73’ de futbol de enorme jerarquía y calidad lo que nos regaló este enorme futbolista que juega en puntas de pie como un bailarín, pero cuando la pelota llega se convierte en un cirujano, mete el bisturí donde más le duele al rival y cada pelota que manda a un compañero es casi siempre jugada de gol.

Ayer lo vimos en posición de cinco, de ocho, de nueve, de puntero izquierdo, por todos lados, se ubica siempre donde puede herir, su cabecita antes que le llegue el balón parece un ventilador mirando de reojo donde está ubicado cada compañero y los rivales, un maestro.

No convirtió, jugó para sus compañeros, sin ningún egoísmo, participó directamente en tres de los cuatro goles que convirtió el Bolso. Recuerdo una pelota en el segundo tiempo, estaba parado en terreno rival sobre la derecha, se la cambió a Carlos De Pena de cuarenta metros, la pelota le pasó por arriba al defensa justo para que no llegara y lo dejara a Carlos para encarar al área. Toques, pelotas en cortada entre las líneas del rival, cambios de frente, todos los tiros libres le pega con una soltura y precisión increíbles.

En el primero metió un pase filtrado para que Carlos De Pena (de gran partido) desequilibrara por izquierda y enviara el centro rastrero que Iván Alonso transformó en el empate 1 a 1.

En el segundo ejecutó un tiro libre (estaba lejos), todos esperaban el centro, el maestro le pegó al arco, fue un misil, la pelota viboreando le llegó al pobre golero de Juventud que esperaba como todos el envío aéreo, apenas la pudo parar y luego en el rebote le convirtieron penal a Iván Alonso, que él mismo se encargó en convertir.

El tercero la mandó al área con rosca y fuerza, para que Henry Giménez –de palomita- la mande a guardar, pero no fue un centro bien dirigido, fue un pase milimétrico, un poema.

La obra del artista culminó cuando Álvaro Gutiérrez decidió sustituirlo. La gente como en el teatro se paró para aplaudirlo a rabiar y corear su nombre.

Me quedé con ganas de gritar con todas mis fuerzas ¡otra! como si fuera un músico virtuoso.

Daniel P. Collazo

decano.com

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