Las tardes de clásico son de esas tardes en las que uno pasa por clásicas sensaciones encontradas todo el día.
Sabe que quiere ver a Nacional pero no se banca tener que compartir espacio con los que ustedes ya saben.
Y porque uno sabe que si lo ve por la tele lo sufre más ya que obviamente, no te van a pasar el recibimiento nuestro, te van a repetir las jugadas que ellos quieren, todavía los autos te van a tocar bocinas adelantadas en caso de gol porque la radio llega antes y entonces decís prefiero bancarme compartir el mismo espacio dos horas con quien ustedes ya saben.
Pero resulta que cuando llegás allá siempre después te das cuenta que es muy poco lo que hay que bancar ya que aún siendo ellos locatarios, la Banda es la que siempre marca el camino.
Superados estos momentos de clásicas sensaciones encontradas previas al partido nos lleva a otras sensaciones de las que derivan expresiones como “me quiero morir, mirá el pedazo de gol que erramos con el arco libre”. “A este chiquilín ¿qué le pasa que está tan distraído?”, “¿solamente tarjeta para éste lado no? “, “fouuuul… ¿eso fue foul?, “ojo que me parece que va por …abajo…lpm”, “che y si metemos algún cambio, digo nomá”, “¿no estaría bueno que se compraran más pelotas para tener?, “uhhhhhhhhh, (traducción: tiro colo ángulo)”, “vamoooooo”, “ahí, si vamos, bien , noooo , siiiiii goooooooooooooool”, ” y, ¿el papelito no, mmmm?” de ahí al final sensaciones de “vamos a rematarlos pero por las dudas no dejemos de cuidar la valla” más algunas que no puedo reproducir sin censura.
Terminado el partido sin haber tocado la pelota uno termina más cansado que los jugadores.
La sensación otra vez es encontrada porque el partido se dio para que lo ganáramos, y uno siente sin haber tocado ni media brizna de césped que daba para hacer un golcito más, que estuvimos ahí, que porqué no metimos a aquel y porqué no pasamos mejor aquella pelota…
Clásica sensación cuando sabes que fuiste superior al rival y no lo aprovechaste.
El sol ya cayó, el domingo se va poniendo su ropa de noche y todavía estamos ahí anclados al cemento del viejo estadio esperando que nos abran para liberarnos al mundo nuevamente. El bus de los jugadores sale, y la gente acodada al primer anillo de la América los saluda casi sin fuerza como diciendo “mirá que yo también jugué hoy” pero nadie se apiada de nosotros y todavía pasan unos varios minutos más para salir y entonces uno piensa “si me hubiera quedado en mi casa estaría sentadito tranqui”, pero ese sentimiento bobo que dura segundos se borra cuando un niño chiquito con la camiseta chiquita como él le tira de la manga a su madre que le pregunta si está muy cansado y que ya se van a ir y él le dice: “Mamá, ¿cuando venimos de nuevo?
Hermosa y clásica sensación.
Cecilia810
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