La realidad es la realidad. A veces es difícil darse contra ella pero es la realidad y listo.
“No puedo pretender que todos mis jugadores sean iguales y piensen igual” dijo una vez un famoso entrenador.
La realidad dice que estamos clasificados y que en breve se viene un rival difícil sea cual éste sea. Ayer todos salimos diciendo que hubiéramos puesto a aquel y a este otro acá y que hubiéramos sacado a este antes y aquel no, porque si aquel entraba y jugaba con este, este iba a tener más proyección con este otro y… bueno… no… no fue.
Todos los jugadores se preparan para que las circunstancias de la competencia no los superen, la diferencia está en que para algunos es más fácil estar por arriba de las mismas y a otros se les hace cuesta arriba superarlas y esto es así en todos los equipos del mundo mientras se juegue con seres humanos.
Los titulares son titulares y si hubieran jugado los que faltaron ayer, quizás otro podía haber sido el final, pero solamente el quizás, la hipótesis, es lo que nos queda de una noche donde hasta la lluvia fue suplente porque, por suerte, el tiempo nunca puso a la titular.
El caso es que perdimos y el equipo formado ayer correspondió a diversas y variadas circunstancias las cuales no pudimos superar, como tampoco pudimos superar las del partido, ni aún cambiando algunas de las piezas del tablero, mientras las piezas de enfrente estaban mejor acomodadas para cerrar el juego a su favor. Quedará en el análisis saber si las cambiamos bien o pudimos hacerlo mejor y antes. Pero, como todo, las consecuencias de determinadas derrotas también hay que medirlas en el tiempo.
Ajena a las circunstancias del juego, de actores protagonistas y actores de reparto, una niña de años pocos, ojos grandes y camiseta tricolor, a unos metros de mi cara de circunstancia, salta feliz al son del aliento final de la hinchada.
Cecilia810
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