La mirada original e intimista de una hincha que contagia

Recordar el futuro

El pasado es un prólogo, dijo un afamado escritor una vez.

Faltan segundos para que el juez de el pitazo final. Me saco los guantes ya que las manos están calientes a pesar de la gélida ventisca que surca la tribuna América.

Le digo a mi hija en una visión apocalíptica y sin dejar de mirar la cancha “ya está… se nos escapan tres puntos de oro”…Última jugada. La Colombes atrae el balón hacia ella provocando un corner para nosotros. “Dejá tirarlo… ehhh ”…gritan desde adelante mío. No quiero saber cuántos segundos faltan. Algunos esperan esa última recorrida de balón mientras empiezan a transitar despacio los escalones desde abajo hacia arriba. Cinco segundos después los vuelven a bajar alocadamente. Hay abrazos y festejos por doquier. Miro al juez a ver si lo cobró (por las dudas vio) y veo su brazo extendido mientras con las manos heladas aprieto los puños y los guantes.

Minutos antes cuando pasan trece del segundo tiempo digo en voz baja que me parece que estamos regalando juego en la mitad de la cancha y lo digo pero nadie me escucha, aunque parece que el técnico  se da cuenta de lo mismo que yo y hace unos cambios que empiezan a dar un poco de forma al partido y minutos antes me lamento de esos goles perdidos y de la poca profundidad y me digo que hoy hay que ganar como sea, pero si se puede jugar un poco mejor… mejor.

Minutos antes mientras veo salir a Nacional a la cancha me entra como una nostalgia de aquellas épocas en que el día veinticuatro del mes de agosto era solamente el día antes del día donde se festejaba la independencia y me entra nostalgia por las épocas en que los partidos de fútbol eran o en vivo y en directo o por la radio y por aquellos campeonatos donde eras el campeón uruguayo después de las dos viejas y queridas ruedas, y me entra nostalgia de aquellos resúmenes de fin de semana en blanco y negro los domingos de nochecita cuando una red social era una reunión de amigos en carne y hueso y no había ni youtubes ni interneses y menos que menos teléfonos inteligentes porque además pocos teléfonos había casi y aun así la gente se comunicaba igual y no había drama en esperar el diario del otro día para ver a tus ídolos retratados para la posteridad y los cuadros podías repetirlos casi de memoria y un pase al exterior no era tan fundamental para seguir siendo crack y entonces giro mi cabeza y veo a Cacho Blanco sentado en la tribuna donde estoy y en mi misma fila y me digo que cuanto tiempo pasó desde aquel Blanco que en los ochenta volvió al Club y volvió a ganar todo, y me entra entonces nostalgia del Nacional del 71 y la televisión como un caja  grande y de aquel frío de aquel seis de agosto del 80  en aquella noche inolvidable y del auto de mi tío tocando bocina por una dieciocho menos iluminada pero llena de gente y de los pañuelos blancos y de cuando se cantaban canciones que no hablaban de matar a nadie  y de los álbumes de figuritas que juntaban mis primos porque el fútbol era para varones, y de las figuritas de los jugadores agachados como se sacaban antes las fotos y de los partidos improvisados en el empedrado de la calle y de cómo mi abuela rezongaba porque golpeaban la ventana con la pelota a la hora de la siesta y amenazaba con quedársela si pasaba otra vez y del álbum “Los trico” y la sellada doble de la chilena de Manicera contra el clásico rival y del grito “Vamos los trico”, …y siento entonces que alguien dice “Vamo el Bolso” y salgo de mi nostálgico minuto para concentrarme en el presente y en el partido que está por arrancar.  

Minutos antes y antes de entrar al centenario predio voy caminando detrás de un niño que no mide más de un metro de altura y va de la mano de su madre muy abrigado y mientras en la otra lleva fuertemente agarrada una banderita de Nacional.

Sus recuerdos serán mi futuro… nuestro presente es el mismo, al igual que nuestro amor.

Cecilia810


Los números hablan

El sol abriga las calles alrededor del Parque.

    Unos 70 escalones son los que debo subir y también bajar para llegar a mi lugar.

    Ya pasan 15 minutos de las 3 de la tarde.  3 goles de la tercera.  3 serán los homenajeados. 3 generaciones. 3 historias de vida en 3 colores…

    El reencuentro con los conocidos de tribuna se va repitiendo a mí alrededor, mientras, en la cancha padre e hijo levantan los brazos saludando donde un poco después  llegarán los vacilantes pasos  de Ciengramos… 3 goles de hace 56 años que son revividos hoy. 

    Mucha expectativa que se va transformando en ansiedad  después de 76 días sin ver por un partido oficial al Bolso.  76 días que fueron desgranándose entre especulaciones varias.

    Estas 1824 horas entre el final y el inicio terminarían ahora, dentro de pocos minutos, parados  11 contra 11 y 1 pelota en el medio.

    Un número 11 en la espalda era el más cuestionado de todos. Mucho se habló, se prejuzgó y se pensó. El momento de la verdad era ya.

    1,2 y 3 el número de nuestras butacas. Una vez hablamos  de cambiarlas por un lugar distinto, hasta que nos dimos cuenta que cada reencuentro con cada partido en ese pequeño espacio que nos pertenece, era eso… pertenencia.  Nuestro vecino de adelante y el de la derecha nos reciben calurosamente… Pertenencia.

    22 jugadores en la cancha. Miles de hinchas en la tribuna, 3 colores que se levantan como pintados  desde las manos de la Atilio. Agradezco estar aquí arriba para verlo. 1 minuto para empezar el partido.  A 60 segundos de escribirse una nueva historia.

    43 minutos después de este pitazo 1 grito de gol. El destino quiso que fuera el cuestionado 11. ¿El destino?…Se abraza con el 24, llega el 16 y llegan todos. 2 brazos al cielo míos que se multiplican por miles.   “Por fin” dice mi hija. Sí, más de 4500 minutos desde el último gol. Mucho tiempo…

    15 minutos, 1 cigarro, 1 café.

    El tiempo se hace más lento en el segundo,  y el partido cae en una especie de monotonía, el 20 y el 23 entran ahora. El 11 sale aplaudido. Aplaude a las 4 tribunas. 1 gol y una actuación que por ahora disipan muchas  nubes de especulaciones bajo el sol de la tarde.  El 19 se va, pero no por otro. Con 10 lo que queda del tiempo. El 5 por el 24. Justifica 1 chicle nuevo para no fumar  y esperar no complicarnos la vida en los últimos 5 minutos.

    49 minutos después de mi café suena el silbato final. 1 solo canto desde las tribunas. 10 en el medio aplaudiendo. Aplausos desde las 4.

    Unos 70 escalones son los que debemos subir y también bajar para irnos de nuestro lugar. 1 mirada hacia atrás. 1 lugar único en el mundo…

    Pasó el primer examen.  El partido y el rendimiento probablemente no pasaron  de un  5. “Puede y debe mejorar”  diría una calificación de antaño.

    La fiesta un 10. Como siempre.

    Cecilia810


    Buena madera

    Lo bueno si breve, dos veces bueno dice el dicho. Cambio el dicho y digo que si son dos los buenos, lo breve puede convertirse en largo. Como la vida misma.

      Este deporte devenido en un negocio implacable y cruel se va llevando en su camino a muchos a otros destinos y entre ellos se van también a veces los principios.

      La diferencia está en que cuando las raíces están bien sujetas en el piso no es posible arrancarlas con nada y los principios quedan prendidos a estas. Aunque vos te vayas por el mundo tus raíces quedan allí esperando que algún día retornes a juntarte con ellas. Mientras tanto te han dejado savia de buena madera. No es posible moverlas ni siquiera con la mentira más burda, o la solapada mezquindad adornada con promesas codiciosas. No hay soles mentirosos, hay soles tapados por mentiras.

      Hace poco escuché por ahí en una audición radial especializada que Gonzalo Bueno era todavía  una promesa del fútbol… pero cierro los ojos y lo veo paradito allí en la línea, moviendo sus largas piernas para hacerlas entrar en calor, y lo veo entrar y marcar su primer gol en primera en aquel partido, y lo veo haciendo el gol aquel en el clásico y festejando como le salía del pecho, y lo veo correr y correr y lo escucho hablar rápido como fueron rápidos sus pies contra Toluca cuando fue la figura y lo miro allí paradito dando declaraciones mientras a un costado su padre lo mira con orgullo y con mesura y me imagino entonces que Gustavo Bueno mientras lo observaba pensaba en las mañanas frías y los desayunos calientes  hasta llegar a los Céspedes, y los consejos a tiempo y las salidas de fines de semana sacrificadas y en el respeto inculcado hacia esa su segunda casa y el amor a los colores que no dura lo que dura un contrato sino que permanece toda la vida, y los veo sentaditos juntos allí en la tribuna a pocos metros mío en el último partido como dos hinchas más  y entonces sé que esto es una realidad y no habrá futuro que la borre, porque la raíz está sujeta con lo más perdurable.

      Probablemente será el destino con sus fortuitos caminos el que determine su futuro, o él mismo lo escribirá mientras camine y como decía Machado, lo vaya haciendo al andar, pero  quedó demostrado en este trecho ya andado que su apellido lo honró con su actitud, con su amor a estos colores que respiró mientras fue subiendo en centímetros y su padre lo llevaba de la mano y ahora que lo pasa en estatura y puede dejarse llevar por otras manos menos consejeras, lo sigue honrando.

      Podrá hacer más o menos goles.  No quiso que se perjudicara a su casa. Lo primero lo hará más o menos exitoso. Lo segundo lo hace enorme.

      Le auguro lo mejor a Gonzalo. Rusia seguramente es fría pero su corazón está caliente y acá habrá siempre un pedacito de césped esperando para volver a sentir un huracán de largas piernas.

      Lo bueno si por dos veces es Bueno, mejor. Y que no sea tan breve.

      Cecilia810


      El mejor contrato

      Desde aquel 2 de junio en el último partido en el Parque Viera se tejieron y destejieron historias, nombres, pases caídos o levantados, sorpresas y desilusiones.

      Sin embargo el contrato más importante siempre lo hace la hinchada con el cuadro. Firma con el papel en blanco y llega sin representante mediante a la competencia sabiendo que cada partido deberá hacer valer su peso inigualable.

      Carga en sus hombros la enorme bandera de la historia sin mayor esfuerzo y sabe que exponerla al mundo será cuestión de honor. Lo hace sin error y con orgullo, la muestra a los otros con total desparpajo y vibra debajo o enfrente de ella. Más allá de algunos pocos que no honran con su nombre la grandeza y prefieren silbar un himno extranjero o no respetar un minuto de silencio, el hincha verdadero, el mejor contrato de este club, el que renueva con la firma del corazón cada temporada, se comporta a la altura de las circunstancias.

      Es una parte fundamental de esta fiesta, la cual sería sin ellos, solamente un vacío desenfreno de once pares de piernas que valen millones o intentan demostrar que los valen,  tratando de encontrar un esférico.

      Y ese hincha que sos vos y que soy yo, fuimos hoy al estadio sabiendo que nuestro contrato está firmado con Nacional desde el día uno y esperando que los otros protagonistas cumplan desde el campo la cláusula que dice: siempre hay que salir a ganar. Cláusula que solamente ellos pueden cumplir.

      ¿Era utópico pensar que en medio de una pretemporada más pre que temporada, y después de tanta especulación y cambio, Nacional iba  a hacer un gran partido ante un cuadro europeo? Sí, pero las expectativas principalmente estaban puestas en saber si el equipo iba a estar a la altura de la hinchada. Y ver como se estaba tejiendo esta trama tan conversada de los últimos meses. Dimes y diretes muchos de un nuevo período de pases espinoso.

      Confieso que ver la bandera en los hombros del joven  corredor que fue agasajado me emocionó tanto como ver nuevamente la enorme seda correr bajo las manos de la gente al sol. La música, los himnos, los homenajes, la hinchada llegando presurosa y consecuente, los viejos  nuevos compañeros de tribuna,  el café con más olor a fútbol que sabor a café,  las banderas pequeñas traídas por los niños que son subidos en andas para que toquen con sus manos pequeñas  la gigante, la cámara que desde el cielo graba para la posteridad lo que las retinas guardan de la misma manera para el alma, todo acompañaba para decir que sigue valiendo la pena firmar el contrato en blanco.

      Grabé las imágenes para mi hija que por estar de viaje no pudo estar y que ni bien llegada a su destino allende las fronteras me envío un: “Mamá…llegué bien, mandame fotos”…. ¿Cuántos millones vale ese contrato?

      El partido nos mostró lo que hasta ahora elucubramos y nunca pudimos ver. Fue una práctica de lujo ante un rival de lujo que si bien no apretó las maquinarias es una talla difícil para cualquiera. Si sacamos conclusiones, estas no fueron demasiadas  ya que es el primer partido real que vemos y las que sacamos no fueron demasiado lindas, pero el que deberá sacar las mejores, las certeras, las válidas será el técnico. El contrato nuestro ya está firmado y la diferencia es que está en un papel irrompible, con tinta permanente y sin cláusula de rescisión posible ni fecha de vencimiento.

      Los demás contratos deberán ser ratificados cuando empiecen las que duelen. A los que ya no están porque alguien no los quiso no hay que llorarlos, ya no hay tiempo y eso es parte del negocio en que esto se transformó, pero podrán volver siempre que se dé la oportunidad. Los que vengan, así no sientan lo mismo que nosotros, con sus actitudes de profesionalidad y compromiso deberán callar los rumores,  los que no quieran estar que no estén, los que quieran estar que se rompan el alma. Y que los que deciden desde una mesa o un escritorio que estén o no estén aquellos, estos u otros, que sepan que hay firmas en blanco que se están estampando en estos mismos momentos  con tinta en rojo azul y blanco y  que se seguirán haciendo a futuro, y que serán los que los mantengan allí. O no.

      A Nacional lo hace grande su gente. Y seguimos siendo el mejor contrato.

      Cecilia810


      Soy yo

      Fui aún sin ir

      Escribí estas líneas en el camino mientras las líneas de la carretera se van moviendo para llevarme a casa.

      Recibí de mi hija las anécdotas de la entrada a la cancha bohemia a la que sí acudió ella.

      Escuché como me conto sobre el taxista bolso que la llevó,  sobre el riguroso examen de ingreso y sobre la alegría  de la gente. Disfrute que ella estuviera allí y me tuviera al tanto.

      Prendí la televisión y me imaginé entonces en medio de la hinchada, mientras el frío del este me recordaba que no estaba, el canto de fondo que escuchaba a través del celular me convocaba a decirme que sí.

      Bajé el volumen a los relatores y subí el de la hinchada.

      Encendí bengalas cuando prendí un cigarrillo.

      Repasé en mi memoria cada minuto de cada partido que viví y vivimos desde el principio y en el cual las dudas siempre fueron muchas y las seguridades pocas.

      Razoné una vez más y aunque ya no importara motivos sobre porque perdimos un campeonato que a simple vista era fácil y que visto con vista no tan simple también era increíblemente fácil.

      Desestimé muchas veces de mi mente una cruel certeza que sin quererlo se me hizo cada vez más cierta partido a partido y en la que comprobé finalmente que fuimos nuestros rivales más terribles.

      Comprobé que la cantera late enérgica  y que formar sigue siendo una buena forma.

      Esperé que en el último penal, uno más de los tantos que nos cobraron mal, se hiciera justicia.

      Celebré que la justicia llega aunque a veces tarde en la venida.

      Canté fuerte con el “cada día te quiero más” aun en el frío mutismo de la tarde esteña.

      Apronté mi camiseta en cada fin de semana, en un ritual mágicamente hermoso y en los que no pude ir, como el de ayer, también la camiseta estuvo pronta.

      Subí los escalones de mi Parque o de la cancha que fuera siempre con la esperanza a cuestas y me hago cargo de las veces que los bajé en silencio buscando explicación en el cemento, sabiendo que mi aliento hará que mis pies los suban nuevamente hasta que me den las fuerzas.

      Escribí con y para ustedes, en el gozo del triunfo o abriendo el corazón en la derrota  y en la virtud o el desacierto me sentí acompañada en cada letra, pero es momento entonces que descansen ustedes de mí durante un tiempo porque mis dedos también harán pretemporada.

      Pasé por los estados de ánimo que ustedes pasaron.

      Viví y reviví después de cada partido, y en los momentos que se siente la agonía, renací solamente con mirar un ratito este escudo

      Reconocí mi nombre  en un fragmento pequeño de una gigante tela  tejida y sostenida por miles de manos llenas de pasión

      Banqué como bancamos todos, el embate de estos tiempos donde mediáticamente el campeonato vale distinto según quien lo consiga y donde se disfrazan algunas realidades.

      Conocí internas que preferí guardar por salvaguardar aquello de que siempre es mejor barrer hacia adentro.

      Ignoré los rumores de  quien se queda o quien se va, quien vendrá o quien no terminara de venir nunca, pero no ignoraré o indultaré a quien venga o se quede y no dé por estos tres colores lo que estos tres colores se merecen.

      Colaboré. Defendí. Ayudé. Grité. Alenté. Respiré. Suspiré. Miré al cielo. Apreté puños hacia él.

      Esperé el primer minuto del primer partido con la misma sensación que el de hace unas horas y como será el primer minuto del próximo.

      Fui y soy Nacional.

      Cecilia810

      Publicada originalmente el 3 de junio de 2013


       

      Memoria imborrable

      “¿Vas a ir a ver a Nacional estando la final…?” fue la pregunta de la semana.
       
      Considerando que los precios de hoy quisieron parecerse a los de Wembley, y uno no podía elegir ubicación, quizás esta pregunta hubiera tenido sentido.
       
      Sin embargo no pensé dos veces y ayer saqué las entradas y también ayer en un rato de descanso del trabajo y de casualidad, yendo de una página de la red a la otra, terminé mirando durante unos quince o veinte minutos goles de Nacional de otros tiempos. Muchos de ellos en clásicos, muchos de ellos golazos, muchos de ellos de jugadores que nuevamente están en el plantel y otros de jugadores que nunca más volvieron.
       
      Esta ventaja que nos da el avance tecnológico actual depara muchas cosas. Uno puede revivir alegrías pasadas, o vivirlas si nunca las vio y también comparar. Claro que las comparaciones son odiosas, pero la historia está allí y no se puede borrar.
       
      Mientras el sol no demasiado abrigador cae sobre la Olímpica, la Banda calienta el cemento. Canta que los jugadores pasarán, como también pasarán los técnicos, y la única que quedará será la hinchada.
       
      Pero… ¿pasan los jugadores y los técnicos o quedan de alguna manera anidados en un lugar en la memoria que no tiene límite de capacidad? Será posible cada tanto hacer un click en la computadora o un enter en el corazón para recordarlos.
       
      El primer tiempo se va yendo, el sol va iniciando su camino predecible y un gol de ellos sacude la monotonía del partido, la hinchada sube el volumen y el chip del corazón busca desesperadamente momentos mejores pasados. Millones de partículas de tardes de sol, calor, lluvia, frío y amor.
       
      Un niño pequeño delante nuestro con una pequeña corneta roja y una camiseta de Nacional que le llega a las rodillas es fotografiado por su padre. Esa foto será uno a futuro un archivo más en una carpeta o se imprimirá a color y en alta definición, pero yo le auguro a ese niño que las fotos que su corazón guarde serán las mejores y no habrá nunca una papelera de reciclaje que las elimine.
       
      Después estarán las carpetas ocultas donde quedarán las semanas difíciles, los goles que no fueron, las faltas innecesarias, las jugadas que no salieron, los cambios mal hechos, los Mayos alegres y los no tanto. Como también estarán los cientos de jugadores que van y vienen, o se van y no vienen, o vuelven y se van, los técnicos que se equivocaron más que otros y los que acertaron más que esos. La gran mayoría quedará en carpetas de favoritos, otros en carpetas perdidas y ocultas. Pero no hay manera de eliminarlos, porque son parte nuestra, de nuestro sistema operativo intrínseco, no hay delete que valga ni formateo posible, están allí y estuvieron para alimentar una historia enorme. Aunque algunos parezcan temporarios no se borran. Para bien o no.
       
      El sol ya se esconde tras lo alto de la tribuna. La banda está al pie de la tribuna como estuvo al pie del cañón siempre. Los hombres de negro y en fila a cada lado esperan que un virus los ataque y ser ellos los antivirus. Las canciones sin embargo pueden ser más poderosas que cualquier cortafuegos y el fuego de la sangre es más fuerte e inteligente que cualquier escudo. El tercer gol, el del triunfo, alimenta aún más el fuego sagrado. Un fragmento de nuestra historia está ya guardado en el programa. No necesita respaldo porque no se puede borrar.
       
      “Por tus bravos campeones izada, en el mástil de sumo laurel. Nacional, venerado queremos, ver flamear tu bandera otra vez” dice el himno que allá por 1911 creó José María Delgado.
       
      En esa época no había computadora, el “queremos” que alude a su tiempo venidero hoy ya es nuestra historia y sin embargo, siempre es el deseo de nuestro presente.
       
      “Otros vendrán que bueno te harán” dice un refrán, yo digo que el mejor profeta del futuro es el pasado y por lo tanto acudiendo a los mejores archivos de nuestra enorme historia, grabada en la memoria y en la piel de todas las generaciones, será de donde saquemos la mejor información.
       
      Cecilia810

      Publicada originalmente el 26 de mayo de 2013 
       


      La decisión

      “¿Y justo a él lo vas a criticar? “No, no lo critico, ¿tas mal? solamente digo que no aplaudamos porque tiró la camiseta”…”Pero ¿vos estás loco? Más hincha que Nacional de él no hay” “No…no digo que sea hincha o no, eso no lo dudo, digo que se lo aplauda pero por lo que hace en la cancha”… “Y bueno pero el tipo dio la cara…capaz que ahora no anda muy bien, pero la gente se olvida rápido, a los jugadores no hay que insultarlos hay que apoyarlos, o nos olvidamos de cuantas alegrías nos dieron jugadores como el Loco, el Chino….” “No, no me olvido pero yo quiero verlos jugar bien, aunque sea un partido entero…” “Perdé cuidado que yo también es lo que más quiero y ellos seguro también”…”Dale vamo arriba igual…” “Vamo el Bolso…”

      Esta pequeña discusión, correcta y en tono apacible que se gesta detrás de nosotros a la salida del Parque entre dos muchachos, supongo que es la misma que usted tiene ahora con su vecino o es la que tendrá mañana comiendo con la familia y es la que seguramente se esté dando en estos momentos en su corazón.
       
      Tanto usted, como yo, como los miles de hinchas de Nacional tendremos la libertad de pensar u opinar sobre este momento y sus víctimas y culpables. Como toda decisión, es una resolución que un individuo o varios toman ante un momento de duda. Para un lado o para otro y podrán ser acertadas o no. Solamente lo sabremos después de tomarlas. Para eso hay que elegir un camino u otro, todo o nada.
       
      Como en juego de la ruleta donde la bola, será la que determine el final del cuento, primero hubimos de haber tomado la decisión de poner las fichas en un cuadrado con un color y un número. Si no lo hacemos, no perdemos, pero tampoco habremos ganado nada y seremos simples espectadores del momento.
       
      Dice nuestra historia que la Batalla de las Piedras fue ganada porque Artigas tomó la decisión correcta esa tarde. Si, la historia dice que así fue. Pero en los partes de esa batalla también se cuenta que los hombres que lo acompañaron las tomaron, en cada cuerpo a cuerpo, aunque también habrán tomado de las otras por suerte en menos medida, porque en la batalla los soldados que comandaba el prócer no eran los de plástico que hay en los juegos de caja. Eran de carne y hueso, y a diferencia de la ruleta luchaban contra otros que también decidían bien o mal. Como los jugadores de fútbol.
       
      Ojalá yo supiera cual es el motivo por el cual están saliendo así las cosas. Como no lo sé, como solamente soy una hincha que ama estos colores, aplico la fácil conjetura que dice que esto es una sumatoria de decisiones más erradas que acertadas a todo nivel, donde me permito incluir las de la dirigencia, la cual decidimos muchos de nosotros que esté allí, las arbitrales, que vaya también si pesan, las de los tres directores técnicos, las de los preparadores físicos y las de los jugadores, decisiones todas que se entrelazan y derivan unas de otras. La mezcla incorrecta nos lleva a no poder rearmar la imagen del puzle, esa que es obligación armar cada año, donde Nacional aparece triunfante. Si ese jugador que decidió el director técnico, que decidieron varios en una habitación que fuera quien estuviera al frente, decide pasar la pelota para un lado porque pensó que si la tiraba para ese lado iba a ser gol, el hincha como usted y como yo también tiene el poder de decidir que debe o quiere pensar. ¿Mi decisión podrá afectar el futuro del club? No de momento. Será mi decisión a futuro cuando se me convoque para hacerlo la que pesará.
       
      Decido entonces quedarme en mi retina con la imagen señorial y serena del Parque al cual ya estoy extrañando volver sin terminar de haberme ido. Parece mentira que ya haya pasado un año, y un 18 de mayo doce meses atrás saqué la entrada en la calle Urquiza para ver el clásico dos días después donde en la hora hubo un penal inolvidable…
       
      Mi decisión también, ahora y a conciencia, es la de aguantar a pie firme la estacada y seguir alentando más fuerte que nunca. No tengo más poder que ese entre mis manos, porque si tuviera la solución perfecta y acertada para cambiar esta realidad, no duden que sería la primera en decidir dársela, cuanto antes, a mi querido Nacional.
       
      Cecilia810
      Publicada originalmente el 19 de mayo de 2013


       
      Grande se nace


      Recién llegados del estadio, y tomando un café reparador, me pongo a escribir y es bravo hacerlo sobre algo alentador cuando vimos perder al equipo de la manera en que se perdió hoy.
       
      De domingo a domingo ha sido una semana espinosa, que les voy a contar yo que ustedes no hayan vivido. Hablé de un laberinto en el relato anterior del que dije que se podía salir, pero claro, primero, hay que buscar la salida.
       
      ¿Cómo explicar

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