Discurso del Dr. Enrique Tarigo, en el acto público del día 8 de mayo de 1999 realizado frente a la casona donde se fundó el Club Nacional de Football en la calle Soriano 922.

Sres. Directivos del Club Nacional de Football.

Sres. nacionalófilos de corazón, aquí presentes:

Hace muchos años, más de veinte o veinticinco con seguridad, le oí decir a un gran Maestro de Derecho, antes de comenzar un discurso público, que cuando se ha alcanzado determinada edad y el tema del discurso se presta a la emoción, resulta prudente confiar al papel las palabras que habrán de pronunciarse, pues es más que posible que la emoción y los años le jueguen al disertante una mala pasada.

Como yo he seguramente sobrepasado la edad que por entonces tenía aquel viejo y querido Maestro, y como el tema de mis palabras de hoy me ha de provocar sin duda, verdadera emoción, he aplicado aquel consejo y he preferido confiar al papel las ideas que quiero transmitirles.

Antes que toda otra cosa, agradezco profundamente a la Comisión Directiva del Club Nacional de Football y en particular a su formidable presidente, don Dante Iocco, el muy señalado honor que me han dispensado al solicitarme que me dirija a ustedes en estos días de mayo y frente a esta casa de la calle Soriano.

Hablo hoy ante ustedes sin otro título que el de nacionalófilo de siempre, desde que me conozco, y sin otro mérito que el de haber escrito, con el apoyo de una valiosa documentación existente en el Club y con la ayuda de mis compañeros, integrantes de la «Comisión por el Decanato del Club Nacional de Football», el informe que ésta elevara a la Comisión Directiva en el mes de mayo de 1991 y que por entonces fuera ampliamente difundido.

Y bien, nos reunimos hoy aquí, a apenas seis días de cumplirse el centenario de aquel glorioso 14 de mayo de 1899, frente a ésta que fuera la casa de los Caprario, de la calle Soriano, entonces Nº 99 y ahora Nº 922, para rememorar y para conmemorar, con verdadera unción, aquella fecha fundacional.

Para evocar la memoria de hombres que sólo conocemos por sus nombres, y en algunos casos por viejas fotografías, pero que todos los nacionalófilos hemos incorporado al acervo de nuestra emoción y de nuestra veneración, a aquel rincón del alma donde albergamos nuestras alegrías y nuestro agradecimiento, nuestro reconocimiento y nuestro orgullo, nuestra satisfacción y nuestra honra de nacionalófilos.

Aquel 14 de mayo de 1899, del que el viernes venidero se cumplirá exactamente un siglo, en esta casa que era la de Ernesto Caprario, al lado del Instituto Verdi, y hoy Teatro Sala Verdi, se reunió un conjunto de muchachos, de jóvenes en su gran mayoría estudiantes, que ya sentían la pasión por el fútbol, ese deporte viril que los marineros ingleses y los ferrocarrileros ingleses habían traído hasta nuestro país.

Aquellos jóvenes practicaban el deporte del fútbol y militaban hasta entonces en diferentes clubes que disputaban entre sí partidos amistosos y que participaban en competencias más o menos organizadas.

Uno de esos clubes era el Montevideo Football Club, así denominado por el nombre del Café Montevideo, ubicado en la proa formada por la Avenida 18 de Julio y las calles Constituyente y Médanos. Allí se reunía todas las noches un grupo de jóvenes, entre los cuales Pedro Manini Ríos, Sebastián Puppo, Melitón Romero, Atilio Narancio, Franciso Serra, Jorge Ballestero, Joaquín Baltar, Juan y Ramón Negro, Tomás Barbatto, José Urta, Germán Arímalo, para escuchar con avidez las indicaciones que sobre la técnica del juego del fútbol y su reglamento les brindaba Jack Ramsey, gran jugador del Albion Football Club, institución fundada el 1º de junio de 1891.

Otro de esos clubes estudiantiles era el Uruguay Atletic Club, con sede en la Unión, fruto de una escisión del Albion, y formado, entre otros también , por Ernesto Caprario, Carlos Carve Urioste, los Cordero, los Daglio, Domingo Prat, y tantos más. Era en la Unión donde funcionaba por entonces, The Englich High School, un colegio británico que había sido, precisamente, la cuna del Albion.

Aquel 14 de mayo de 1899, alrededor de la mesa del comedor de los Caprario, aquí , a unas decenas de metros de donde hoy nos encontramos reunidos, se agruparon muchos de aquellos muchachos para constituir un nuevo Club, un club que aspiraba a ser más poderoso porque nucleaba a todos, y que aspiraba a crecer, a desarrollarse y a perdurar en el tiempo.

Y vaya si ha crecido, y vaya si se ha cubierto de glorias y vaya si ha perdurado este formidable Club Nacional de Football que está a las vísperas de cumplir sus primeros y auténticos cien años de vida.

En aquella sesión constitutiva, fundacional, el Capitán y el Presidente del flamante Club, se eligieron por sorteo entre los Capitanes de uno y otro equipo que se fusionaban. Ganó el sorteo Domingo Prat, que capitaneaba al Uruguay Atletic y pasó a ser el Capitán del nuevo Club, en tanto que el Capitán del Montevideo Football Club, Sebastián Puppo, pasó a desempeñarse como el primer Presidente del Club Nacional de Football.

Aquella primera Comisión Directiva se completó con Melitón Romero como Secretario, Ernesto Caprario como Tesorero, siendo vocales quienes ya desempeñaban esos cargos en uno y otro de los clubes fusionados.

Uruguay Atletic Club, que ocupaba la vieja cancha de fútbol que perteneciera inicialmente al Albion, en Punta Carretas – y que el Albion había abandonado para inaugurar una nueva y más confortable en la Avenida 19 de Abril – traspasó aquella cancha al Club Nacional de Football y don Juan Cat, gerente de la empresa tranviaria, le cedió a Nacional un par de piezas de la estación de tranvías de caballos de Punta Carretas, viejo edificio de muros de piedra, para que pusieran ser utilizados como vestuarios.

Allí, el 18 de junio de 1899, a apenas poco más de un mes de su fundación, Nacional jugó contra el Internacional, al tiempo que esa misma tarde, otro de sus equipos lo hacía contra el Universitario en el viejo polígono de tiro del Batallón 3, de Cazadores, cercano a la Universidad de la época, en las calles Sarandí y Patagones. Debut por partida doble, por consiguiente, el de Nacional.

Los partidos de fútbol disputados por Nacional en aquellos meses augurales fueron frecuentemente presenciados por el Dr. Alfredo Vásquez Acevedo, rector de la Universidad Mayor de la República, que se consustanciaba de esa forma con un emprendimiento que tenía a los estudiantes por sus partícipes principales. Y ese apoyo implícito del Rector propició un adhesión mayoritaria del estudiantado al Club Nacional de Football.

El 30 de marzo del año 1900, por iniciativa de don Enrique Lichtenberger, uno de los fundadores del Albion, se reunieron en su oficina de la calle Solís Nº 65, los representantes de los clubes Albion Football Club, Uruguay Athletic Club – con similar denominaciónpero distinto de que concurriera en mayo del año anterior a la fundación de Nacional -, Central Uruguay Railway Cricket Club y Deutscher Fussball Club, es decir, tres clubes ingleses y otro alemán, y aprobaron la fundación y el reglamento de The Uruguay Association Football League.

El Club Nacional de Football no logró, en ese año de 1900, ser aceptado en la League, pese a que así lo solicitara y contara con todos los requisitos y las garantías de un club bien organizado: Comisión Directiva, cancha de fútbol y un local adecuado, y un equipo de jugadores que ya era considerado como excelente.

Ese mismo año de 1900 se incorporaron a Nacional jugadores y dirigentes del Defensa Football Club, entre ellos Miguel Nebel, que había sido el autor de la iniciativa, Ernesto Bouton Reyes, Eduardo de Castro, Eugenio Evia, Mario Ortiz Garzón, Julio Roux, Eduardo y Martín Storace, Arturo Otero, Juan Zubillaga, considerados también y desde entonces como fundadores de Nacional.

También en ese año de 1900 ingresaron al Club Nacional de Football jugadores del Artigas Football Club, tales como los luego famosos hermanos Céspedes, los Apestheguy, Gonzalo Rincón, Gaudencio Pigni. Se organizaron entonces las autoridades directivas de Nacional, quedando formada su Comisión de la siguiente manera: presidente, Jorge Ballestero; vicepresidente, Miguel Nébel; secretario, Melitón Romero; tesorero, Ernesto Caprario; pro tesorero, Mario Ortiz Garzón; vocales, Tomás Barbatto, Horacio Nin Lavalleja, Arturo Otero y Eugenio Evia.

En ese mismo año 1900, Nacional obtuvo la cesión en usufructo de las instalaciones del gran Parque Central para la realización de sus actividades deportivas.

El 22 de marzo de 1901, Nacional volvió a solicitar su ingreso a The Uruguay Association Football League y en esta oportunidad fue aceptada su petición.

Ese año de 1901, Nacional obtuvo el segundo puesto en el campeonato y en el campeonato del año siguiente ya Nacional habría de coronarse campeón.

Esta es, en apretada síntesis, la fundación del Club Nacional de Football. Ella nos muestra, sin que resulte necesaria demostración alguna, algo que estuvo en el origen, que está en la naturaleza y la esencia misma de Nacional y que está también en la satisfacción y el orgullo de los nacionalófilos, los de antes, los de ahora y los del provenir: la raíz exclusivamente nacional de Nacional; su conformación inicial por dos clubes cuyos nombres eran ya una definición: Montevideo Football Club y Uruguay Atletic Club, y su robustecimiento, en el año siguiente al de su fundación, por otros dos clubes cuyos nombres son igualmente una definición: el Defensa Football Club y el Artigas Football Club.

De ese origen, de esa naturaleza y de esa esencia de Nacional surgieron sus clásicos y gloriosos colores, que son los tres colores de la bandera de Artigas.

Esta reivindicación, que se ha hecho muchas veces y que me permito reiterar aquí, no significa, naturalmente, ni desprecio ni desmedro para los extranjeros, que trajeron el fútbol a nuestras playas y que fueron los primeros en practicarlo en nuestra tierra.

Los nacionalófilos – por lo menos la mitad más uno de los uruguayos – somos, como la enorme mayoría de los uruguayos, descendientes a no muy lejano plazo, a una, dos o tres generaciones, de extranjeros y somos, quizá en buena medida por eso mismo, gentes naturalmente abierta a los inmigrantes.

Los uruguayos, ha dicho alguien con gracejo, descendemos de quienes descendieron de los barcos – españoles, italianos, franceses, ingleses y así, sucesivamente, y sabemos perfectamente que esa inmigración que lamentablemente parece haber finalizado, nos ha engrandecido y nos ha enriquecido en muchos aspectos, pero fundamentalmente en lo social y en lo cultural.

Pero en aquellos azarosos comienzos del fútbol en nuestro país, en la última década del siglo pasado, las relaciones entre uruguayos y extranjeros en el reducido número de los clubes más importantes, no resultaban fáciles.

No voy a referirme a las humillaciones sufridas por los socios de segunda categoría de algunos de aquellos clubes, a aquellos asociados «con voz pero sin voto» de acuerdo con sus reglamentos, porque hoy corresponde hablar única y exclusivamente de Nacional.

Pero la negativa a admitir, en 1900, a Nacional en la League integrada por cuatro clubes extranjeros, es una primera prueba de esa discriminación.

Como prueba de discriminación lo fue, también, la resolución de The Uruguay Association Footbal League poco después, obligando a Nacional a disputar el 28 de agosto de 1904, en plena guerra civil, la final de la Copa Uruguaya de 1903 con el Central Uruguay Railway Cricket Club. A sabiendas de que Nacional no podía contar con Bolívar y Carlos Céspedes, ni con Gaudencio Pigni, exiliados en Buenos Aires, ni con Gonzalo Rincón que integraba las filas del ejército revolucionario, ni con Miguel Nebel ni Eduardo de Castro reclutados en el ejército gubernamental, ni con Amílcar Céspedes enrolado en el Batallón de Guardias Nacionales. Mientras que los jugadores del Central Uruguay Cricket Club, los ingleses por ser ingleses y los uruguayos por ser empleados del Ferrocarril Central del Uruguay, estaban eximidos de tomar las armas en virtud de una de las cláusulas otorgadas al Ferrocarril en tiempos de Máximo Santos.

El Club Nacional de Football obtuvo del presidente de la República, don José Batlle y Ordóñez, la autorización correspondiente para que los tres exiliados en Buenos Aires pudieran venir temporalmente a Montevideo a disputar esa final y los dos hermanos Céspedes se repartieron entre ellos los tres goles con que Nacional venció al Central Uruguay Railway Cricket Club, el club de los ingleses del Ferrocarril.

A ese carácter esencialmente nacional de Nacional se suma, a lo largo de estos cien años, su permanente vocación asociacionista, como otro de los caracteres que lo singularizan y que lo enaltecen.

Nacional ha permanecido inalteradamente en el seno de aquella League que luego habría de convertirse en la Asociación Uruguaya de Fútbol, jamás ha negado la participación de sus jugadores en la selección uruguaya, no ha sido nunca ni descalificado, ni suspendido, ni se ha apartado de ella.

En 1903, en Buenos Aires y en representación de todo el fútbol uruguayo ante la deserción de otros clubes, Nacional obtuvo, el 13 de setiembre de ese año, el primer triunfo internacional de nuestro país ante una poderosa selección anglo-argentina.

Y en 1923 y en 1924, con la decisiva colaboración de Nacional y ante la deserción de otros clubes, Uruguay fue Campeón invicto sudamericano y Campeón Olímpico.

En estos dos rasgos fundamentales – afirmación nacional, uruguaya y espíritu asociacionista – sintetizo los caracteres que han distinguido a Nacional en el plano institucional a lo largo de estos cien años verdaderos y auténticos.

Que han sido en lo deportivo, y como balance general, cien años de hazañas y de glorias.

Nacional, que como dijera hace muchos años don Rodolfo Bermúdez, «en su tradición incomparable ostenta el título de primer club uruguayo nacional», festeja en estos días de mayo el primer siglo de su fundación y lo hace hoy, por deber moral inexcusable, frente a esta casa de los Caprario donde nació aquel 14 de mayo de 1899.

El Club Nacional de Football atraviesa hoy, como le acontece al todo el fútbol uruguayo en general, por momentos difíciles no solo en lo financiero sino también en lo económico.

El Club no podría hoy, y seguramente no ha podido en los años recientes, cumplir con un deber moral para aquellos que hace cien años fueran sus fundadores, deber que se corporiza en esta casa de la calle Soriano 922.

Los nacionalófilos todos, los que emocionados y felices estamos hoy aquí, y los cientos de miles que no están hoy aquí, debemos, me parece, en este acto de recordación y de reafirmación nacionalófila, comprometernos a constituir un fondo que le permita al Club, a breve plazo, en este año del centenario, adquirir esta histórica casa de los Caprario, sin invertir un solo peso de sus maltrechas finanzas, para instituir en ella el museo que perpetúe la fundación de Nacional y este homenaje que nos congrega.

Presidente: si Ud. lo autoriza, con mucho gusto encabezaría esa lista.

Xosé de Enríquez, libro “Hacia el campovan los albos”

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