Sentada en la tribuna ajena de un estadio ajeno, quedan menos de seis minutos para terminar el partido y miro al piso de la grada de color ajeno y pienso que otra vez no se dará lo que quiero.

Yo no soy técnica, ni jugadora, no quiero saber demasiado de táctica y estrategia. Quiero ver ganar al equipo como lo quiere la señora veterana con la peluca tricolor a la que veo a la distancia agitar la bandera detrás del arco y bailar al ritmo de las canciones de la hinchada o la chica joven de unas gradas más atrás que canta con voz potente o el chiquilín de adelante, o el veterano con la spica pegada en la oreja de más allá o mi hija que llegó del trabajo directo al partido.

Queremos ver al equipo remontar lo adverso que siempre está y estará en cualquier competencia deportiva. Queremos ver los goles en la página de decano al otro día o en los compactos deportivos, queremos sentir la adrenalina de la pelota en el arco contrario, queremos levantar los brazos para agitar la bandera y no para pedir explicaciones, queremos no estar esperando milagros inesperados y queremos jugadas limpias y ataques aunque no terminen todos en gol, queremos delanteros imposibles de parar,  queremos no tener dieciséis tiros de esquina a favor y desaprovecharlos todos, queremos cambios de jugadores a tiempo y acertados, queremos que haya referentes, queremos jugadores que lleven la pelota, queremos buenas salidas de defensa y queremos que el medio campo intente ser una pared para que el golero no tenga que ser siempre el jugador de la etapa, queremos que los jugadores nos dediquen al finalizar un partido otra vez perdido un poco más que un semiaplauso forzado mientras se besan con los contrarios….

Che… ¿estaremos siendo demasiado exigentes con nuestras exigencias que no se nos da ninguna?

Sé que las circunstancias actuales impiden que nuestros pedidos sean cumplidos y además si a todo lo que hoy no podemos tener le agregamos las decisiones erradas de los jueces y la mala suerte en las pocas situaciones de peligro, va a estar difícil que nos vayamos contentos cuando nos vamos otra vez… sin nada.

“No jugamos tan mal como en los últimos partidos…pero tampoco ganamos…parece mentira”…le dice un muchacho al otro en la caminata de salida… “Si estaremos mal que ya ni siquiera se acercan a protestar el gol que nos robaron…” le dice el otro.

El sufrimiento del partido y el sol somatizan en mi cabeza que ahora empieza a golpearme desde adentro para que le preste atención.

Entonces en la vereda de enfrente y al amparo de la sombra de un árbol espero la salida del bus que transporta a los responsables directos de lo que no pudimos tener ni la señora de la tribuna detrás del arco ni los muchachos ni ninguno de nosotros…pero entonces la veo a ella, cantando, rodeada de camisetas, en una cofradía llena de rebeldía pero con una paz interior que emociona.

Y cuando las manos se elevan al cielo diciendo que en las buenas estaremos pero en las malas mucho más y que, tricolores todo va a estar bien, se trata de eso. De renovar el amor sobre el dolor en cada partido para cumplir lo que los hinchas mejor sabemos hacer. Recomponernos

No se confundan, no se les está cantando a las siluetas detrás de las ventanillas…ellos son testigos detrás del vidrio de que nos lo estamos cantando a nosotros mismos.

 Cecilia810

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