El ex jugador tricolor Diego Placente, cuenta la odisea que le tocó vivir en Alemania, donde terminó preso por una supuesta deuda con el fisco.

De formar parte de grandes equipos a lo largo de su carrera, ser campeón en River, multicampeón francés con el Bordeaux y hasta disputar el Mundial de Corea Japón 2002 con la celeste y blanca, a jugar para el seleccionado de una cárcel alemana junto a otros presidiarios. 

De pensar y analizar en cómo frenar a los delanteros rivales, a idear una táctica de supervivencia con la escasa comida diaria que recibía tras las rejas. Tan opuestas y reales resultan estas circunstancias que atraviesan la vida de Diego Placente, quien estuvo 28 días preso en Alemania, acusado por presunta evasión impositiva tras su paso por el Bayer Leverkusen de aquel país (entre 2001 y 2008).

-¿Cómo empezó esta odisea?

-Viajé a Alemania para jugar un partido invitación entre ex jugadores del Bayer Leverkusen contra ex jugadores del Resto del Mundo. Llegué con mi mujer al aeropuerto, y en la aduana comenzó el inconveniente, la computadora decía que tenía pedido de captura. Automáticamente me pidieron que los acompañe a la comisaría del lugar y ahí me mostraron la orden de detención, acusándome de no haber pagado la tasa de transferencia. Me sorprendió mucho, porque todos los años viajo a Alemania y jamás tuve inconvenientes. Llamé a un amigo que tengo en Leverkusen para contarle lo que estaba pasando y él me consiguió un abogado para que demostrara que el delito no existía. Sin embargo, el juzgado avaló la detención y me mandaron a una cárcel de Frankfurt.

-¿Cómo fue ese momento?

-Fue muy duro. Me tomaron los datos, me sacaron mis pertenencias y me pusieron ropa de preso, color verde y azul. Lo peor fue la sensación de no saber en qué situación estaba, cuánto tiempo iba a estar preso, me invadió una desesperación muy grande.

-¿Qué pasó en los primeros días?

-Llegué a las 8 de la noche, me pusieron en una celda individual y cené 3 tostadas con mermelada. Los primeros días estuve 22 horas en la celda y sufrí mucho con las comidas, hasta que me adapté a los horarios y a las raciones. Empecé a guardar comida del almuerzo porque a la noche nos daban pan con fiambre nada más. Estaba incomunicado, tenía una hora para caminar y media para comer.

-¿Cuándo te sacaron de Frankfurt, pensaste que eras libre?

— Me habían avisado que me mandaban a una cárcel en Colonia, ya que esa era la jurisdicción de la causa. No sabía con lo que me iba a encontrar, pero por suerte las cárceles de Alemania son muy diferentes a las de Argentina.

-¿En Colonia cómo te trataron?

-Fue todo muy distinto. A los tres días ya me conocían todos, sabían que había jugado en Bayer Leverkusen y hasta me cargaban porque la mayoría eran de Colonia. Formé parte del seleccionado de la cárcel y eso me ayudó para distraerme y poder bañarme, porque los días para bañarse eran solamente dos. Además conocí a un chileno que hacía mucho tiempo estaba ahí y por buen comportamiento servía la comida. Me reconoció porque era admirador de Salas y yo había jugado con él en River (1997).

-¿Fue lo peor que te pasó en la vida?

-Sin dudas. Sobre todo por el encierro, jamás me imaginé vivir una situación así, estar lejos de mi familia, de mis viejos y de mis amigos es algo muy duro. Mientras estuve preso traté de no pensar mucho, pero siempre tuve en claro que no me iban a quebrar y así fue.

-La justicia alemana demostró tu inocencia, ¿Qué se siente?

-Por suerte y gracias a los abogados, el fiscal me concedió la libertad y no hay ningún problema penal. Resta definir en lo civil, si tengo que pagar alguna multa. Estoy muy tranquilo, se demostró mi inocencia y ahora puedo volver a Alemania sin problemas y seguir disfrutando de mi familia.

Santiago Carlino

clarin.com

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